“No se habla de desapariciones de saharauis”
Texto de Féliz de Dios Provencio, El Aaiún
Djimi vive en el barrio Lirak de El
Aaiún, éste está totalmente tomado
por policías de paisano. Tras una hora
de conversación en su casa aparecen
entre ocho y diez policías, de
paisano. Es el final de la entrevista.
Nos dicen que salgamos de la casa,
que nos vamos. Nos montaron en
un coche, pero no nos hablaban, ni
se identificaban, ni nos dijeron a
dónde íbamos. Al final llegamos a
una comisaría, donde nos tuvieron
cinco horas sentados en una pequeña
habitación, mientras nos interrogaban.
Nos registraron todo lo que
llevábamos, aunque conseguimos
salvar gran parte de la conversación.
- Ghalia Djimi
DIAGONAL: Las autoridades marroquíes
denuncian que murieron
11 agentes en el desalojo del campamento,
¿qué saben sobre los datos
de fallecidos en Agdaym Izik?
ELGHALIA DJIMI: Sabemos que
un policía murió en la ciudad. Según
testigos, alguien con la cara tapada
atacó con un cuchillo a un policía, y
luego escapó en un coche. Esto sucedió
después del atropello de un
furgón policial a Baby Hamday Buyema;
ellos dicen que fue un accidente,
pero los testimonios dicen
que no. La televisión no ha mostrado
entierros de policías, ni de militares.
Los helicópteros grabaron el
desalojo completo, y sólo muestran
las imágenes que les conviene.
[En este momento la hija de Elghalia
le dice a su madre que la policía anda
por la calle. Seguimos con la entrevista,
mientras guarda algunos
cuadernos debajo del cojín]
D.: ¿Podría entrar aquí la policía?
E. D.: No, no…
Hasta el momento, no sabemos
datos reales. Las autoridades declaran
dos civiles muertos entre la población
saharaui, el atropellado y
otro por asfixia en el hospital en circunstancias
extrañas. Tenemos más
testimonios, pero trabajamos con
muy pocos medios, mientras que el
Estado tiene todos los medios a su
disposición.
Puede que para los europeos sea
difícil comprender todas las manipulaciones
y violaciones de derechos
humanos que comete el Estado
marroquí, pero para nosotros es fácil
después de vivir 35 años aquí.
Una vez vino una periodista americana
para preguntarme por Mustafa
Selma, a quien arrestó el Frente
Polisario. Me preguntaba sobre qué
pensaba como defensora de los derechos
humanos sobre su situación.
Marruecos ha hecho una campaña
por él en todo el mundo con camisetas,
eslóganes, anuncios, etc. Le respondí
que yo estaba con Mustafa
Aselma, que tiene que tener un juicio
justo, con observadores internacionales,
pero le pregunté por qué jamás
se ha hablado de mi abuela, desaparecida
desde 1984. Nunca he
podido salir con una foto suya para
saber donde estaba. En nuestro Comité
de Desaparecidos tenemos 124
demandas de desapariciones.
Sobre lo que pasó en el campamento,
no tenemos contacto con mucha
gente de la que estaba allí, pero
Amnistía Internacional ha recogido
551 denuncias de desaparición.
¿Por qué se reaccionó tan violentamente?
Los jóvenes están desesperados,
no tienen estudios ni salida.
Ven cómo se llevan los recursos naturales
del Sáhara, ven todas las
noches camiones que salen de los
puertos de Dajla y El Aaiún llenos de
pesca hacia el interior de Marruecos.
Como defensores de los derechos
humanos mantenemos encuentros
dos o tres veces al año con la Embajada
americana y con otros cuerpos
diplomáticos. Siempre les manifestamos
nuestra preocupación por la
situación de desamparo en la que se
encuentran nuestros jóvenes. Las
viejas generaciones tienen más paciencia;
pero a los jóvenes hay que
apaciguarlos, no tienen confianza
en la comunidad internacional.
D.: ¿Es ahora peor la situación de
los derechos humanos que hace
años en el Sáhara Occidental?
E. D.: Desde 1975, cuando Marruecos
ocupó el Sáhara, se han producido
muchas violaciones de los derechos
humanos, como desapariciones
forzosas o el genocidio de 1975. Después,
con la llegada de saharauis a
Tinduf, algunas personas se fueron a
vivir a los campamentos de refugiados.
La población, la que es autóctona,
es la que paga las consecuencias
del conflicto: desapariciones, separación
de familiares o marginación
socioeconómica.
Esta situación siempre la han desmentido
las autoridades marroquíes,
dicen que nuestras demandas
no hablan de la realidad. En 1999,
cuando se organizó un campamento
de protesta en El Aaiún, con demandas
también socioeconómicas,
éste se desmanteló violentamente,
de una forma muy similar a la de
ahora. Pero la reacción de los saharauis
esta vez ha sido violenta.
D.: Habitualmente las protestas saharauis
no han sido violentas...
E. D.: No podemos negar la violencia
por parte de los saharauis, eso sí,
jamás habíamos reaccionado de esta
forma. Todo estaba planificado
para que hubiera esa reacción y poder
decir a la comunidad internacional
que somos violentos.
En el campamento, la gente dormía
pensando que atenderían a sus
demandas. Después del desalojo, en
la ciudad se vivió un día de guerra, vi
humo en cada parte de la ciudad. Los
saharauis atacaron a todo símbolo
del Estado marroquí, como bancos,
escuelas, el tribunal, todo esto es verdad,
y como defensores de los derechos
humanos denunciamos la violencia.
Pero las autoridades son las
que la provocaron, sabían las consecuencias
que iba a tener el desalojo
del campamento.
EN PRIMERA PERSONA // 22 horas y 1.500 kilómetros
NACHO YÁÑEZ
En Sidi Ifni, y gracias
a la ayuda de la
Asociación de Vecinos
de la Nueva
Elipa empezó todo, a 480
kilómetros de El Aaiún.
Durante este trayecto,
pasamos siete controles de
policía y cuanto más cerca
de la ciudad saharaui, más
intimidatorios eran éstos.
Ya en la ciudad casi sorteamos
el último con una
botella de vino y unos
libros infantiles. El 9 de
diciembre entrábamos en
una ciudad con policías y
militares en cada esquina.
Eso sí, de civiles.
Tardamos dos días en contactar
con alguien del movimiento
saharaui, mientras
visitamos el puerto por
donde se expolian los
recursos naturales del
Sáhara. Una de las herramientas
es una cinta transportadora
de 100 km
hasta la zona de extracción
de fosfatos. De allí nos
echaron, y de nuevo un
interrogatorio en la salida
del puerto.
En esta ciudad
es prácticamente imposible
sacar alguna foto o grabación.
Días después, quedamos
con Elghalia Djimi que
estuvo desaparecida entre
1987 y 1991. Su abuela
está desaparecida desde
1984. Después llegó la
comisaría, y que si éramos
amigos de los vascos, que
si pertenecíamos a alguna
organización, que qué
hablábamos con Elghalia.
Al final, nos consideraron
un peligro para la seguridad
nacional y nos expulsaron.
En nuestro propio
coche nos obligaron a ir
hasta Tánger, 1.500 km,
para coger un barco hasta
la Península. Nos prohibieron
parar en ciudades o
desviarnos de la ruta. Nos
acompañaron hasta la salida
de la ciudad. ¿Ya ha
terminado todo? No.
En
cada ciudad nos esperaba
una comitiva de uniformados
para no dejarnos
parar. Sólo en la madrugada
conseguimos parar un
rato. Y otro día más al
volante entre controles
constantes, camiones y
mucho cansancio. Aunque
desde Agadir, a unos 550
km de El Aaiún, ya no nos
seguían tanto.
En Tánger,
otro interrogatorio nos hace
perder el último barco del
día y pasar una noche más
en Marruecos. Durante el
trayecto, nos ponemos en
contacto con el consulado
español. Pero parecía que
éramos un estorbo para
ellos, ni el peligro que
suponía conducir tantas
horas seguidas les preocupó.
No nos solucionaron
nada.