“No me pienso ir hasta que cierren esa mina”
Compañeros de la Biblio:
perdón por no haber escrito
aunque sea para
decir “chau”, pero la partida
fue de un día para el otro.
Cuando llegué a Jujuy, me contacté
con las maestras de la zona para
hacer algo con respecto a las comunidades
a las que pertenecen
nuestras escuelas y la contaminación
de nuestros chicos con arsénico,
cianuro, plomo y demás porquerías
que vuelan por aire puneño,
sin contar las consecuencias
en nuestra salud.
Mi nivel de plomo en sangre es
de 15 g en sangre cuando el máximo
es 5 g. Muchos de mis alumnos
superan los 30 g y entre las tres escuelas
más cercanas a la mina
abierta Pan de Azúcar hay 17 casos
de cáncer en personas mayores
y en los más chicos los casos
de cáncer son 13, sin contar los
permanentes trastornos para respirar
y la pérdida de embarazos en
los primeros meses de las mujeres.
Nos reunimos con el ministro de
Minería, que entiende de minería
como yo de física nuclear, y dijo:
“Sí, ya sabemos el problema, pronto
vamos a estar por ahí”... ¿Ustedes
lo vieron? Yo tampoco.
La gente de la Red Puna dice que
es inútil porque además las consecuencias
en la salud son irreversibles
por más que cierren la mina.
Una de las maestras está pensando
en renunciar al cargo, está muy mal
de salud. Yo no me pienso ir hasta
que no cierren esa mina. En el medio
de la nada no hay derecho que
valga, los pobres no tienen derechos,
nadie sabe que están enfermos,
nadie sabe cómo son discriminados
en los hospitales, nadie hace
nada por el agua contaminada que
tomamos, nadie los reconoce porque
son indocumentados. Lloran
cuando, por la contaminación, se
les mueren los pocos animales que
tienen. ¿Dónde están los derechos
de los pobres? Me pidieron mis
propios alumnos que me vaya, que
mi salud se va a deteriorar cada vez
más, dijeron: “Maestra, usted ya hizo
algo por nosotros, váyase, la
queremos viva, váyase”.
No pienso irme hasta que no cierren
la mina, después veré.
Pienso en Pocho Lepratti y sé que
él nunca abandonaría una lucha,
las abuelas de Plaza de Mayo dicen
que la única batalla que se pierde es
la que se abandona, cualquiera sea
el precio que haya que pagar (eso
lo agregué yo).
Todo bien, estoy muy triste, enojada,
embroncada, me siento tan
nada como ellos, ellos son los famosos
“nadies” y se están muriendo. A
alguien le tiene que importar.
Bueno amigos y compañeros, sé
que cuento con el apoyo de todos
ustedes y ustedes sepan que los
quiero mucho. Un abrazo. Natalia.