El momento de la revolución en África
Cuando en enero de este año cayó el presidente de Túnez, gracias a las protestas populares, y la chispa prendió en Egipto y otros países, la llama se extendió también a los pueblos del África subsahariana. 25 de los 54 países del continente africano sufren gobiernos tan, o más, corruptos y represores que los de Túnez y Egipto, y la situación social en ellos es tan o más grave que las de esos dos países, sin que, de momento, los medios de comunicación fijen su atención en ellos.
Poca repercusión mediática
El escritor Juan Tomás Ávila Laurel, de Guinea Ecuatorial, donde gobierna desde hace más de 30 años Teodoro Obiang Nguema, considera que este es el momento de la revolución en África. Cada país, con su idiosincrasia, debe aprovechar por un lado estos “aires de libertad” que sacuden el continente y, por otro, la atención que los medios occidentales están prestando a estas dictaduras, apoyadas en silencio por las grandes potencias; porque lo que no sale en los grandes medios, no existe, señala Ávila. Los africanos del norte y del sur lo saben y llevan a cabo sus revueltas de cara a los espectadores de Europa y EE UU, sobre todo. Así, podemos ver en escena grandes pancartas escritas en inglés, en manifestaciones de países de habla árabe y francesa, como Marruecos.
El periodista keniata Charles
Onyango Obbo reflexionaba sobre
esto a mediados de febrero en su
columna del diario The East
African. Estaba convencido de que
las revoluciones populares árabes,
nunca tendrán éxito en el África
negra, cuando los temblores sociales,
en vez de extenderse hacia el
sur, se dirigieron hacia oriente medio.
Para Onyango Obbo la explicación
es que los árabes son, al fin
y al cabo, un pueblo, “una tribu” y
mayoritariamente, de la misma religión.
Sin embargo, la mayoría de
los países del África negra tienen
de media entre 20 y 60 grupos étnicos.
Los subsaharianos se dividen
bastante equitativamente entre
cristianos, musulmanes, protestantes
y tradicionalistas. Estas diferencias,
desde hace 50 años, cuando
África se independizó, han sido
explotadas por líderes diversos ávidos
de poder y riqueza, que han hecho
que los diferentes grupos, en
lugar de unirse en una causa común,
se enfrenten entre ellos, con
la esperanza de dominarlos mejor.
No ha caído ningún líder del África
negra, pero las revueltas del pueblo
han traspasado el muro hasta
ahora infranqueable de la visibilidad.
La convulsión social no es
nueva en los países africanos. Su
reflejo en el exterior sí lo es.
Zongo, símbolo en Burkina Faso
En Burkina Faso, un estudiante murió bajo custodia policial el pasado mes de febrero. Justin Zongo es en este país el nombre del desdichado detonante de la movilización, como lo fuera Mohamed Bouazizi, en Túnez, tras inmolarse. Los estudiantes que protestaban se hicieron más y más numerosos tras la burda explicación sobre la muerte de Zongo por parte de las autoridades. La autopsia fue vetada a verificaciones independientes. La conclusión oficial fue “muerte por meningitis”. El presidente dormía tranquilo cuando los estudiantes fueron los primeros que se echaron a la calle para pedir justicia y el fin de la impunidad con que campan las fuerzas de seguridad.
Después, un policía fue condenado
a prisión por violación y los
militares se echaron a la calle disparando
sus armas. Atacaron la
prisión en la que se encontraba el
agente de policía y liberaron a
otros presos militares. Ya animados
y exaltados, tras protagonizar
varias noches de saqueos en los
comercios de la capital, los soldados
se unieron y organizaron para
reivindicar sus salarios y otros beneficios
impagados. Hasta que los
militares no se rebelaron, a su manera,
el presidente, Blaise Compaore,
en el poder desde 1987, no
se inmutó.
Todos estos gobernantes saben
que dependen de las fuerzas de seguridad.
A la hora de la verdad, lo
que hizo que Mubarak y Ben Ali sa-
liesen relativamente rápido del poder
fue el factor sorpresa y que el Ejército
se pusiera del lado del pueblo.
Reformar las fuerzas de seguridad
sería la solución, pero es impracticable
por razones obvias. Por eso en
Marruecos, Mohamed VI, gran estratega
y hombre de negocios, ha puesto
sus barbas a remojar y una de las
primeras medidas que ha implantado
su régimen ha sido el aumento
salarial a todos y cada uno de los
cuerpos de las fuerzas de seguridad,
militares y paramilitares, justo la noche
antes del trágico atentado de
Marrakech. Una medida, la del “rey
hermano”, mucho más práctica que
la de ningún otro líder.
Auxilio internacional
Teodoro Obiang Nguema, presidente de Guinea Ecuatorial y otros, como Jose Eduardo Dos Santos, de Angola, acuden a las cumbres internacionales y culpan de la pobreza de su país a la colonización y no a las tres décadas de su Gobierno y a su incalculable fortuna familiar. Mientras, otros salen a cambiar de aires, como el rey de Suazilandia, Mswati III, que acudió solemne a la boda real británica, mientras que la economía de su país se desmoronaba hasta el punto de no poder pagar a los funcionarios.
La convocatoria de protesta Walk
to Work (Camina hasta el trabajo),
del conocido líder de la oposición de
Uganda, Kizza Besigye, que se enfrentó
en las últimas elecciones al
presidente Yoweri Museveni, en el
poder desde 1986, ha tenido una
gran repercusión, en gran parte por
la dura represión contra los manifestantes,
sobre todo hacia Besigye.
Este opositor ha acabado en el hospital
y ha sido detenido y maltratado
varias veces por la policía. La protesta
se inició por la subida de los
carburantes y el precio de los alimentos.
Walk to Work pedía a los
ugandeses descontentos “ir caminando
al trabajo” para protestar por
el elevado precio de la gasolina.
Pero la mano dura de Museveni, no
acostumbrado a la contención, no
ha sabido encajar las manifestaciones
modernas, ni ver el peligro del
“momento apropiado”, como destaca
el escritor africano Ávila Laurel.
Museveni desplegó toda su maquinaria
represiva que ahora se ha
vuelto en su contra, con el mundo
observando expectante. El movimiento
ugandés destaca por su originalidad.
Una convocatoria de manifestación
se puede prohibir, pero
¿qué gobierno puede prohibir a sus
ciudadanos que vayan caminando al
trabajo todos los lunes, como medida
de protesta popular?
Meses de huelga en Malaui
En otro país del África negra, Malaui, meses de huelgas en diversos sectores como la enseñanza o la medicina, también han afianzado las revueltas y manifestaciones, como las de los periodistas en febrero, que han solicitado libertad de expresión tras la decisión del Gobierno de dar luz verde a una ley que afectará a los medios de comunicación.
Esta medida provocó que un gran
número de informadores salieran a
la calle respaldados por otros colectivos
descontentos que llevaban algún
tiempo manifestándose y cuyas protestas
ocasionaron que el Parlamento
aprobase, de urgencia, una resolución
que obliga a depositar una fianza
de 30.000 dólares para llevar a cabo
las concentraciones. Esta normativa
provocó otra manifestación, el
23 de abril, mucho más multitudinaria
en la que se corearon eslóganes
que animaban con humor a la gente
a ejercer sus derechos esquivando el
depósito económico establecido por
el Gobierno.
En Camerún, tampoco han faltado
las protestas. Ya a finales de 2007 hubo
muchas manifestaciones contra el
dictador Paul Biya, en el poder desde
1982. Biya quería cambiar la constitución
para quedarse de por vida en
el poder. Finalmente lo logró, y en febrero
de 2008 varias personas murieron
debido a la represión policial
ejercida en las protestas. Según la
policía, 24 personas perdieron la vida,
según las ONG y medios locales,
170 manifestantes fallecieron. Este
año la conmemoración de aquellas
revueltas han sido la excusa para continuar
las protestas contra el régimen.
La canción de Camerún
La represión durante los últimos
años alcanzó también al cantante
camerunés Lapiro de Mbanga, que
escribió en 2008 una canción titulada
“Constitución Estreñida”. La
composición musical alcanzó un
gran éxito y se convirtió en el lema
de las revueltas de entonces. Sin
embargo, el 9 de abril de ese año,
De Mbanga fue detenido y condenado
a tres años de cárcel.
En 2011, el mismo día que finalizaba
su condena, miles de cameruneses
se acercaron festivos a las
puertas de la cárcel de la capital económica
del país, Douala, para celebrar
la puesta en libertad del autor
de “Constitución estreñida”. Pero las
autoridades camerunesas, en previsión
de las concentraciones, ya habían
liberado, un día antes, sin
anunciarlo, al músico Lapiro de
Mbanga. El comisario de la cárcel
trasladó al cantante a su casa para
evitar las celebraciones convocadas
con antelación. Incluso la familia de
Lapiro había anunciado su participación
en la marcha festiva junto a
cientos de cameruneses.
Protestas y represión en Togo
La medida pilló por sorpresa a familiares
y seguidores, que no pudieron
festejar la liberación como tenían
previsto. El jefe de Gobierno, Faure
Gnassingbé, que heredó el cargo de
su padre en 2005, aprobó en marzo
de este año un decreto que prohibía
las manifestaciones. Unos días después,
el 7 de abril, el líder más destacado
de la oposición, Jena Pierre
Fabre, salió de su casa en Lomé para
ir a una marcha de protesta contra el
dictador, pero el cordón policial fue
infranqueable. El jefe de las fuerzas
de seguridad ordenó a Fabre que se
fuera al mismo tiempo que daba órdenes
a sus soldados de cargar contra
los manifestantes. La marcha se
disolvió, no sin antes abuchear a los
soldados apostados con sus rifles, actitud
arriesgada en Togo donde es
normal que los militares usen armas
de fuego en las manifestaciones. En
2005, cuando Gnassingbé heredó el
cargo de su padre recién fallecido,
que llevaba en el poder 38 años, las
protestas se cobraron la vida de más
de 500 personas.
Protestas
en Angola
El pasado 7 de marzo un grupo anónimo de Angola convocó a través de las redes sociales una manifestación contra el Gobierno de José Eduardo Dos Santos, que lleva en el poder desde 1979. El Gobierno organizó para el mismo día una marcha progubernamental. Las fuerzas de seguridad angoleñas detuvieron a más de veinte personas, en su mayoría líderes de la oposición y figuras notorias de la vida pública, por haber criticado en alguna ocasión al régimen. Sin embargo, los convocantes de la ilegalizada manifestación siguen llamando a la rebelión contra el régimen.