La ONU se resiste a apoyar el plan marroquí
Todos los esfuerzos desplegados por
Marruecos para que su Plan de
Autonomía para el Sáhara Occidental
fuese aceptado por la ONU
como documento de partida en la
nueva fase del conflicto acabaron en
un relativo fracaso. Ban Ki-Moon, en
su informe semestral, acogió con interés
la propuesta alauita, que “puede
servir como base para el diálogo”,
pero dejó claro que este diálogo solo
puede acabar en una solución “justa,
duradera y mutuamente aceptable,
proporcionando la autodeterminación”
al pueblo saharaui. Para el
Polisario, que presentó a la ONU una
proposición de paz alternativa el 10
de abril, el mismo día que Marruecos,
Ki-Moon “ha concedido un
trato igualitario a las propuestas presentadas
por ambas partes”, invalidando
las “maniobras” ejercidas por
el reino alauita con objeto de conseguir
“un estatus estratégico” para su
plan. En el cierre de esta edición, el
Consejo de Seguridad debatía el nuevo
informe de su Secretario General
y todo parece indicar que aprobará
una nueva resolución “técnica”, destinada
a renovar otros seis meses el
mandato de la MINURSO.
Ambas proposiciones establecen
como mecanismo de solución para el
enquistado conflicto la organización
de un referéndum, pero como si de
una broma se tratase, Mohamed VI
propone que los saharauis voten un
estatuto de autonomía, que tendría
características similares a los existentes
en el Estado español. Marruecos
cedería buena parte de sus
competencias en materia legislativa,
ejecutiva y judicial, y permitiría la
creación de un parlamento saharaui,
todo “en el marco de la soberanía del
Reino y de su unidad nacional”.
Según el plan alauita, Rabat se reserva
las cuestiones relativas a “defensa,
relaciones exteriores y las atribuciones
constitucionales y religiosas”.
De la misma manera, conservaría “el
régimen de exploración y explotación
de los recursos naturales”.
La propuesta del Polisario, por su
parte, recupera los aspectos esenciales
del Plan Baker y establece como
salida al conflicto un plebiscito popular
en el que los saharauis puedan
elegir “entre la independencia, la integración
en Marruecos y la autonomía”.
Si la opción más votada fuese
la independencia, el Polisario se
compromete a otorgar la nacionalidad
saharaui a todos los colonos marroquíes
y a firmar acuerdos con
Rabat que permitan “el desarrollo y
la explotación conjunta de los recursos
naturales” saharauis.
Tanto marroquíes como saharauis
se muestran dispuestos a entablar
negociaciones directas, pero
sus puntos de partida son netamente
diferentes. En el plano internacional,
el Polisario sigue contando con
el apoyo de Argelia y de los países
no alineados, encabezados por
Venezuela, mientras que el plan de
Marruecos ha recibido el beneplácito
de Francia, Estados Unidos y
España. Precisamente este último
sostén ha generado una auténtica
tormenta política en el Estado y a
Zapatero le han llovido las críticas
por abandonar la tradicional política
de “neutralidad activa” del
Gobierno en el conflicto de la ex colonia.
Durante las últimas semanas,
altos responsables del PSOE y del
PP invitaron al Polisario a abandonar
su posición “maximalista”.
Yeslem Beissat, sorprendido por este
tipo de declaraciones, afirmó a
DIAGONAL que la saharaui es una
“postura moderada, de mínimos,
que solo exige el cumplimiento de la
legalidad internacional”. “Nuestra
propuesta de paz es muy generosa y
tiende la mano a Marruecos para resolver
definitivamente el conflicto,
por lo que deseamos que España reconsidere
su apoyo ciego a la posición
marroquí”, concluyó.