“La memoria es nuestra única esperanza”
- Foto: Quieres Callarte
DIAGONAL: ¿Por qué dices que la
memoria colectiva es una forma de
resistencia colectiva y nuestra única
esperanza?
NAOMI KLEIN: Es nuestra única esperanza
frente a las estrategias del
shock. A mí me parece que está presente
en todas partes, y los zapatistas
son muy buen ejemplo de que las
comunidades que resisten con más
fuerza hoy en día son aquellas que
cuentan con las historias más largas
y mejor arraigadas de memoria colectiva.
Las estrategias del shock son
estrategias que basan en aprovecharse
de cómo perdemos la conciencia
de dónde estamos en tiempo y espacio,
de cómo perdemos nuestro relato,
nuestra historia y nuestro lugar
en el espacio y en el tiempo.
D.: ¿Por qué crees que existe esta
oposición a preservar la memoria,
a recordarla?
N.K.: Ya dijo el presidente argentino
Carlos Menem que “si no se aprende
a olvidar, se convierte uno en una estatua
de sal...”. Hasta que no se rompió
la amnesia, Argentina no volvió a
ser un país capaz de resistir de nuevo.
La recuperación de la memoria
colectiva y la abolición de las leyes
de inmunidad son factores inseparables
de la recuperación de la confianza
para retomar las calles. Cuando
estábamos en Argentina en 2001 o
2002, no entendíamos -gringos ignorantes-
por qué la gente nos repetía
que la dictadura acababa de terminar
si, hasta donde nosotros éramos
conscientes, la dictadura había terminado
en 1983. En realidad se referían
al fin del olvido, que es lo mismo
que recuperar la confianza para retomar
las calles.
D.: ¿Crees que las mujeres desempeñan
un papel especial en la preservación
de la memoria?
N.K.: Es cierto que las mujeres son
con frecuencia guardianas de las historias
de sus comunidades y sus familias.
No creo que sea competencia
exclusiva de las mujeres, pero sí que
es verdad, especialmente en las comunidades
indígenas, que las mujeres
suelen ser las custodias de la historia.
Es curioso, en Canadá existe
un dicho que parte de la población
nativa utilizaba en referencia a los
colonos europeos: “Si ésta es vuestra
tierra, ¿dónde están vuestras historias?”.
Es decir, que el sentimiento
de conexión con una tierra es inseparable
de la existencia de historias
sobre ella.
D.: Has mencionado la reacción aquí
en el 13-M y que la gente salió a la
calle porque Aznar nos recordaba a
alguien... la memoria colectiva de
nuevo. ¿Crees que la forma de salir a
la calle tuvo también algo que ver con
la memoria?
N.K.: Si no hay justicia oficial, habrá
justicia popular, justicia en las calles.
Luego está también la memoria cultural.
Si no hay una memoria oficial,
sancionada por el Estado, de monumentos
y tribunales, hay un proceso
de memoria popular muy profundo.
El Centro para las Víctimas de la Tortura,
en Canadá, lo fundó un psiquiatra
español, Federico Allodi, a quien
entrevisté para el libro y me dijo un
par de cosas que me llamaron mucho
la atención. Una de ellas fue que
España es una cultura que ha metabolizado
su terror, lo cual no constituye
exactamente una memoria oficial
pero representa una frase que
nos permite reflexionar sobre cómo
absorbemos las lecciones. La idea de
que se pueden metabolizar colectivamente
ciertas lecciones, aunque sea
sin hablar de ello, hasta que llegado
un momento todo se articula. A mí
me parece que en Argentina pasó algo
muy similar. Hubo una historia literaria,
activista, que fue tejiéndose
durante décadas antes de que se produjese
un reconocimiento oficial,
una memoria colectiva. Retomando
la frase, eso es la metabolización y es
lo que hace que América del Norte
sea tan vulnerable: la cultura de la
amnesia que tenemos, una cultura
que insiste en una idea de perpetua
inocencia, de una sociedad sin pecado
original, y la mera idea de que pudiésemos
haber hecho algo malo,
nos coloca en un estado constante de
shock. Recientemente hubo una exposición
en Nueva York cuyo eslogan
era We are Shocked Shocked.
¿Cuántas veces puede un país perder
su inocencia? Porque es algo que se
repite constantemente. Parece que
EE UU pierde su inocencia una vez
cada cinco años, luego la recupera y
la vuelve a perder y nunca recuerda
la vez anterior. Incluso en la polémica
actual sobre la tortura, hay una terrible
falsedad de fondo... Las manifestaciones
de tortura en Guantánamo
y en Iraq representan la pérdida
de los valores americanos y el fin
del símbolo americano de derechos
humanos ante el mundo y, sin embargo,
ahí está La Escuela de las
Américas, símbolo de tortura en toda
América Latina y que no se menciona
jamás. De hecho, hace unos años
escribí una columna, cuando Bush
afirmó por primera vez: “Nosotros
no torturamos”, “América no tortura”.
Bueno, pues esas declaraciones
las hizo en Panamá, cuna de La
Escuela de las Américas original.
Pero nadie en los medios dominantes
llamó la atención sobre el hecho
de que allí precisamente se había
entrenado a tantos torturadores. ¡Y
eso a pesar de que lo sabemos!
Existe numerosa documentación
desclasificada, así que el problema
no radica en la información sino en
la narración y en la capacidad de
aferrarse a una historia y metabolizar
la información transformándola
en memoria colectiva. No se trata
de falta de datos. En el documental
se utiliza una frase que en realidad
no me convence: “La información
es la mejor arma de resistencia al
shock”, porque no se trata en realidad
de información, sino de narración,
historia e historias... La información
en sí misma, los documentos,
los datos por sí mismos, no metabolizan
la historia.
D.: En Argentina se gritaba “que se
vayan todos”. Refleja el alejamiento
de los políticos de la sociedad. ¿Vivimos
realmente en democracias?
¿Sentimos la democracia cotidianamente?
N.K.: Esa frase a mí me parece que
es la expresión última, la otra cara
de la moneda, de lo que puede ocurrir
en un estado de shock. En Estados
Unidos, la respuesta de la gente
al shock fue de confianza y fe absoluta
en los líderes. En Argentina
ocurrió lo opuesto, la debacle de la
fe en cualquier figura de liderazgo y
en la clase política. No creo que la
gente sienta que vive en sistemas democráticos
y me parece que, en la
actualidad, se confunde el hecho de
que mucha gente haya dejado de tratar
de cambiar las cosas a través del
sistema político con apatía o consentimiento
o indiferencia. Me parece
que, en realidad, estamos en un momento
difícil, que no es de rechazo
popular al proceso político, sino que
es un momento, en muchos lugares
del mundo, de desesperación. Se escucha
con mucha frecuencia a la
gente: “Lo intenté, protesté y nadie
escuchó, voté y mira lo que tenemos
ahora”... Y se ha extendido con mucha
fuerza el sentimiento de que las
cosas no pueden cambiarse. A mí me
sucedió algo muy curioso escribiendo
el libro. Pasé mucho tiempo hablando
con periodistas, periodistas
de mucho peso, de medios importantes,
y están en un estado de tremenda
desesperación; han perdido toda
la esperanza y se enfadan conmigo
porque yo tengo esperanza... El último
capítulo del libro, ¡lo odian!... Al
final acabo haciendo terapia con
ellos porque me dicen: “Tu libro me
deprimió”, y yo les pregunto si no sería
que estaban deprimidos ya antes...
Entonces se lo piensan y me dicen
que tal vez sí...
D.: ¿Crees que se ha llegado al final
del ciclo de contracumbres, de los foros
tal como los hemos conocido?
N.K.: A mí no me parece que ese modelo
sea el futuro. Creo que va a haber
otro modelo de activismo que no
estará centrado en las cumbres per
se. Espero que consigamos empezar
realmente a articular una agenda...
Desde los momentos álgidos del movimiento
antiglobalización se ha
prestado mucha atención a asuntos
como la precariedad, las migraciones...
Empezamos a presenciar demandas
sobre los derechos de todas
y cada una de las personas del mundo,
bastante radicales de hecho...
Como lo que sucede con los desastres,
los fuegos, y te encuentras con
este sistema de apartheid donde si
tienes dinero te evacuan, te protegen...
En fin, es una barbarie y es evidente,
está a la vista de todos. Me parece
que la respuesta a ello no es protestar
a las puertas de una cumbre,
sino que va a ser la organización de
las personas que la sociedad desecha.
Estamos empezando a verlo
en el sur de Estados Unidos: grandes
marchas de inmigrantes mexicanos.
Es muy interesante porque, como sabemos,
la precariedad es una forma
de disciplina. Cualquiera que haya
tratado de organizar a las personas
en una situación más precaria sabe
que un sistema se retroalimenta,
porque las personas que tienen más
sobre lo que protestar son las que
más miedo tienen a hacerlo porque
podrían perder su status, ser deportados,
no tienen apoyos... Para mí,
acudir a una protesta puede suponer
arriesgarme a pasar un día o dos en
la cárcel, pero para las personas a
las que este sistema económico más
excluye implica arriesgarlo todo. Y
si a eso añades la vulnerabilidad de
la población de piel oscura y el temor
a terminar por desaparecer, absorbidos
por este sistema invisible,
precario, de prisiones, pues aún tienen
más motivos para no protestar...
Pero creo que esto es lo que va a
cambiar y que vamos a presenciar la
oposición de las personas en una posición
más precaria en cuanto a qué
derechos deben ser propios de toda
persona y en cuanto a un tema más
básico aún: si toda vida tiene el mismo
valor. Realmente creo que va a
ser así de básico pero, al mismo
tiempo, hoy en día es tremendamente
radical insistir en que no hay vidas
que valen más que otras porque
es una de las realidades más aberrantes,
el hecho de que haya vidas
que no constan. En Iraq puede morir
un millón de personas y nadie va
a contar esas muertes, literalmente...
Así que pienso que vamos a ser
testigos de un nuevo movimiento
por los derechos civiles.
“La furia”
N.K.: Me parece que la rabia
está ahí y el miedo empieza a
desaparecer y creo que una vez
que la gente esté preparada
para salir a la calle va a ser más
radical que nada que hayamos
visto en las últimas décadas,
mucho más radical porque van
a ser los más desfavorecidos...
Estoy convencida. Se ha presionado
demasiado a la gente. En
California, por ejemplo, se arrestó
y se deportó a inmigrantes
que acudieron a los refugios
durante los incendios. La gente
estaba enfurecida. Y creo que la
privatización de la respuesta, la
brutalidad del sistema van a
tener un efecto.
“DEBERÍA HABER ALGUNA FORMA DE QUE EE UU PIERDA EN IRAQ
DIAGONAL: ¿Qué opinión tienes
de la situación en Iraq después
de haber estado allí?
NAOMI KLEIN: Creo que la ocupación
está agravando la violencia
y tiene que terminar. No me
creo que los estadounidenses
sean una fuerza estabilizadora.
Llevan cuatro años insistiendo en
que si se retirasen sería mucho
peor, pero las cosas no han
hecho más que empeorar. La tragedia
es que debería haber una
fuerza estabilizadora que no sea
EE UU, debería haber una ONU
creíble, pero no la hay. Debería
haber una forma de que EE UU
pueda perder en Iraq. En EE UU
el discurso se centra en qué partido
político puede ganar, pero lo
que hace falta es que Estados
Unidos pierda y pague reparaciones.
Hace falta que haya consecuencias
de esta guerra ilegal
que permitan construir la paz.
Eso es lo que hace falta,
de lo que no se habla. Es increíble que
no se haga referencia a la ley internacional
en relación con esta guerra
que nunca debería haber
empezado. La construcción de la
paz requiere que se retiren y que
haya reparaciones. Aunque uno de
los asuntos más urgentes en cuanto
al futuro de Iraq es el futuro del
petróleo iraquí, porque a Iraq se le
han robado billones de dólares en
concepto de dinero para reconstrucción
y no se prevé que vaya a
recibir dinero en concepto de reparaciones.
Además, al mismo tiempo,
se le está robando su futuro, a
través de las concesiones de privatización
del petróleo... Una de las
empresas responsables es Repsol,
como en América Latina... Creo
que en España la gente debería
presionar a Repsol para que deje
en paz el petróleo iraquí porque si
a la gente le preocupa el futuro de
Iraq, entonces les tiene que preocupar
Repsol.