¿La imagen por encima de todo?
La cosmética corporativa es crucial
para el éxito de una empresa de
proyección, especialmente en
momentos de crisis. Tanto más
cuanto más expuesta esté al consumidor
y al pequeño accionista.
Hemos visto últimamente que
cuando empresas privadas grandes
como el BBVA, el SCH, La Caixa,
Endesa, Gas Natural o Repsol-YPF
están en apuros, responden con
intensas campañas de lavado y
regeneración de imagen. Si el problema
es ser contaminante y contribuir
al cambio climático, la respuesta
es “Repsol patrocina el
tiempo” (aunque luego lo cambie);
si acaso el problema era ser
demasiado ‘catalán’, se impone
un enorme logo de La Caixa en las
camisetas de la selección españolísima
de fútbol; si el clavo estaba
en el enriquecimiento ilegal de sus
directivos, el SCH publica en su
web los salarios (con olvido de
dietas e incentivos).
Ahora bien, si hay una transnacional
española campeona en cosmética
corporativa es y ha sido el
BBVA. Y lo es justamente sólo después
de recibir su peor golpe. Nos
referimos al famoso caso de las
cuentas secretas de Jersey y de su
no tan conocida entrada a matar
en América Latina.
El currículum de esta empresa
está repleto de irresponsabilidades
y violaciones cometidas durante su
historia. Juntando informes de ecologistas,
sindicalistas, antimilitaristas,
prensa no censurada, y entrevistas
en Latinoamérica, su
supuesta responsabilidad social
corporativa se convierte en una
broma. En primer lugar y como
denunciara la campaña Boicot Preventivo,
es el principal propietario
español de fábricas de armas. En
segundo lugar y a pesar de ser fundador
de los llamados ‘Principios
del Ecuador’, el BBVA sigue financiando
megaproyectos letales
social y ambientalmente en los países
periféricos. Es el caso del Oleoducto
de Crudos Pesados que
chupa petróleo desde la Amazonía
ecuatoriana hasta puerto Esmeraldas,
cruzando 503 km de selvas y
páramos y atravesando los Andes
por varias zonas. Los escapes ocasionados
por movimientos sísmicos
contaminan las aguas que abastecen
la población campesina. Todo
ello para llevarlo a Estados Unidos.
Últimamente, organizaciones ecologistas
han dado de nuevo con este
banco al descubrir que la megafactoría
de celulosa de la también
española ENCE, que ha confrontado
a los gobiernos de Uruguay y
Argentina por sus potenciales
impactos ecológicos, estaba parcialmente
financiada por el BBVA.
Otros puntos negros los constituyen
también sus políticas laborales
(antisindicales en países como
Colombia), el no-crédito a clases
bajas por no constituir un negocio
suficientemente suculento (en
especial en América Latina), o del
lucro sobre las remesas de los
inmigrantes. Pero entre todos estos
escándalos destaca uno: la trama
internacional que los entonces
directivos del BBV utilizaron para
comprar voluntades políticas en
Latinoamérica y acceder a sus
mejores plazas financieras. Según
la Fiscalía del Estado y el FBI, el
BBV blanqueó fondos del narcotráfico
colombiano y mexicano a cambio
del control del Banco Ganadero
y una posición de ataque al
Bancomer. Hoy el BBVA es el
segundo banco de Colombia y el
primero de México.’
Por todo ello, actualmente se
está lanzando una nueva campaña
contra las perversiones del banco,
con énfasis en sus propiedades
armamentísticas y apelando a la
moral de los accionistas.
En definitiva, esta entidad reafirma
la teoría “cuanto más,
menos”, es decir, cuanto más responsable
socialmente pretende
mostrarse la empresa, cuanto
mayor es su despliegue en responsabilidad
social corporativa,
menos responsable suele haber
sido. Como quien rompe un cristal
y luego sonríe con disimulo.