La Deepwater Horizon y el cenit del petróleo
- Foto: Deepwater horizon Response.
Afirmar que nuestra civilización
es tremendamente
dependiente del petróleo
es una evidencia tan obvia
que no merece la pena detenerse en
ella. El continuo desarrollo de nuestra
civilización durante las últimas
décadas ha ido acompañado de un
incremento de la extracción de petróleo
crudo... mientras fue posible.
Dejó de serlo en 2005, cuando se
entró en una meseta, con una producción
media anual que ha oscilado
entre los 73 y 74 millones de barriles/
día. Entre las consecuencias que tuvo
la meseta estuvo el encarecimiento
progresivo del combustible a lo
largo de 2005, 2006, 2007 y 2008, que
provocó un encarecimiento de todo
lo demás (cualquier producto o servicio
lleva energía incorporada, ya
que es necesaria para la extracción y
transporte de las materias primas,
para su fabricación y después para
su distribución, incluso también para
su descarte como desecho).
Cuando esa subida de los precios
obligó a las familias más desfavorecidas
de EE UU a elegir entre comer
o pagar la hipoteca, la elección fue
clara, con lo que empezaron a quebrar
las entidades bancarias y se desató
la crisis financiera de 2008, que
está en el origen de la actual crisis
económica. Desde entonces, el consumo
de petróleo bajó hasta los 71,69
millones de barriles/día de abril de
2009, lo que moderó su precio. Pero
después, su producción ha vuelto a
aumentar hasta los 73,59 millones de
barriles/día del pasado febrero, última
fecha de la que hay datos.
Esta estrecha dependencia entre
economía y petróleo nos permite
entender las fuertes presiones por
incrementar la producción que han
tenido las compañías y estados petroleros
durante el prolongado período
de meseta. Es en ese período en
el que empiezan a caer, en EE UU,
las cautelas medioambientales y se
dan los pasos para poner en explotación
la reserva de la naturaleza de
Alaska, los yacimientos del Pacífico
y se comienzan a considerar las
arriesgadas explotaciones polares.
También se mantienen y autorizan
explotaciones de gran complejidad
tecnológica sin la debida supervisión
gubernamental, como se ha
comprobado con la explosión de la
plataforma marina Deepwater Horizon
de la petrolera British Petroleum
(BP), que está dejando escapar diariamente
unos 5.000 barriles de petróleo,
aunque para algunos el vertido
podría ser hasta cinco veces mayor
de lo estimado inicialmente.
Y es que el petróleo fácil se ha acabado.
Si tomamos en consideración
la teoría de Hubbert, distinguido
geofísico americano, cuando se llega
al máximo de producción de petróleo
es cuando se ha consumido el
50% del total. Después viene un implacable
declive de producción, en
que el petróleo restante, ese otro
50%, es cada vez más difícil de extraer
y/o de peor calidad.
El problema es que el capitalismo
no entiende esto, y sólo funciona
bien en una situación de crecimiento
continuo. Además, uno de sus principios
básicos es el de maximizar el beneficio
en el plazo más breve posible
y a costa de lo que sea.
Si hacemos memoria, la puntilla
que provocó el declive de la industria
nuclear fue el accidente de Three
Mile Island, en 1979, en el que el núcleo
de la central estuvo a punto de
fundirse. En esa ocasión, la alarma
generó un notable incremento de las
regulaciones de seguridad, que hicieron
menos rentables las centrales
nucleares, y ocasionó el declive, hasta
ahora, de dicha industria (la catástrofe
de Chernobil fue muy posterior,
y vino a confirmar lo que ya se sabía
desde Three Mile Island: la insensatez
de la industria nuclear).
¿Pasará lo mismo con la industria
petrolera? El de Deepwater Horizon
ya es, con mucho, su mayor desastre
y, para una persona biempensante,
cabría esperar que tuviese las mismas
consecuencias que el desastre
de Three Mile Island en la industria
nuclear: un incremento notable de
las regulaciones y de las cautelas ambientales.
Pero no será así: nuestro
sistema económico es extremadamente
dependiente del petróleo y, en
el descenso por la pendiente de
Hubbert, arrasará con cualquier cautela
y regulación que ponga trabas a
la extracción de petróleo. La Deepwater
Horizon no es más que el prólogo
de lo que será la explotación petrolera
durante la segunda mitad de
la curva de Hubbert.
* F.B. es profesor de Didáctica de las
Ciencias en la Universitat d’Alacant.
SARA DEL RÍO, DE LA CAMPAÑA DE CONTAMINACIÓN DE GREENPEACE, ANALIZA EL VERTIDO DE BP
Lecciones que llegan desde el Golfo de México
Hace 50 días de la explosión
de la plataforma petrolífera
Deepwater Horizon,
operada por BP, que provocó
la muerte de 11 personas
y que ya es el mayor
vertido de petróleo de la
historia de EE UU. Aunque
podría ser -no se sabe
cuándo dejará de verter- el
mayor de la historia, a
secas. 600 especies están
amenazadas ante la llegada
del vertido a las costas.
Varios ecosistemas se
encuentran en situación crítica.
Y es que una parte del
crudo, podría ser la mayoría,
todavía no ha salido a
flote y se encuentra en
capas submarinas a varios
cientos de metros de profundidad
o en «dispersión».
Pero si de algo nos puede
servir este desastre ecológico
es para aprender lecciones
para diseñar el futuro.
Hemos conocido quién
legisla y quién decide el
modelo energético: el lobby
petrolero. La Administración
Bush primero y la de
Obama después han permitido
a este sector seguir
adelante con su negocio
sin reparar en la legislación
ambiental o tener planes
de emergencia. Es escalofriante
pensar cuál puede
ser la situación de las otras
miles de plataformas que
siguen en aguas del Golfo
de México. Los primeros
días, BP se esmeró para
que trabajadores y pescadores
firmasen renuncias a
reclamar y dieron rienda
suelta al uso de dispersantes
químicos para hundir la
mancha. Pero, sobre todo,
hemos aprendido cuáles
son las secuelas de la
apuesta por los combustibles
fósiles y la incapacidad
de la industria petrolera
para hacer frente a las
consecuencias de su negocio.
EE UU extrae el 3% del
petróleo mundial y consume
el 25%. Un estudio estima
que este país podría
recortar su dependencia
del petróleo hasta un 85%.
El futuro sólo puede pasar
por un cambio de modelo
energético que se mueva
urgentemente hacia uno
basado 100% en energías
renovables y eficiencia.
Para ello, EE UU no puede
continuar incrementando el
número de perforaciones y
Obama tiene que convertir
la moratoria temporal de
seis meses en una permanente.
Sólo esta dirección
asegurará que no vuelvan a
suceder nuevas catástrofes
y que realmente se fortalezca
la lucha contra el cambio
climático.
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