Huelga de hambre en Grecia de refugiados kurdos de la guerra de Siria
Las graves heridas sufridas por una mujer al derrumbarse un techo fueron el detonante para que los ocupantes del centro de refugiados de Lavrio decidieran iniciar una huelga de hambre indefinida. Más de 300 personas, incluyendo unos 80 niños, viven en estas instalaciones, en una localidad situada a unos 50 kilómetros de Atenas. Se trata, en su gran mayoría, de familias kurdas que llegaron huyendo de la guerra de Siria, así como de algunas familias perseguidas políticamente en Turquía.
Al estado de las instalaciones, añade Luqman, se suma el retraso en la firma del contrato anual entre el Ministerio de Trabajo, del que depende el centro, y la Cruz Roja
Centro de acogida
Creado en los años ‘70 por Naciones Unidas, es uno de los pocos centros de acogida para refugiados que hay en Grecia, según cuenta Luqman Bakir, un kurdo procedente de Siria que pertenece al comité de organización interna del campo. A lo largo de los diez años que lleva residiendo en él, a la espera de un dictamen sobre su derecho a asilo, Luqman ha asistido al progresivo declive de las instalaciones. “Hace unas semanas el techo se cayó sobre una mujer que estaba durmiendo. Por suerte le cayó sobre la espalda, si no estaría muerta. Y el otro día se hundió un trozo de techo del baño, había dos niños pequeños dentro y podía haberlos matado también”, explica señalando las brechas que van agrietando los muros. En las paredes que dan hacia la calle comienzan a crecer incluso árboles. La decrepitud afecta también a la instalación eléctrica, lo que repercute en cortes del suministro de agua caliente y de la calefacción en invierno.
Al estado de las instalaciones, añade Luqman, se suma el retraso en la firma del contrato anual entre el Ministerio de Trabajo, del que depende el centro, y la Cruz Roja, que lo gestiona. Desde diciembre, los treinta trabajadores del centro no han cobrado y prácticamente se ha interrumpido el suministro de alimentos, medicinas y productos de higiene y limpieza; unos gastos que los refugiados difícilmente pueden asumir, ya que la mayoría invirtieron todos sus ahorros en pagar por el pasaje a Europa. Hasta hace poco recibían algo de dinero para desplazarse a Atenas a hacer trámites o al hospital, cuenta Luqman, que antes de la crisis trabajaba como albañil, pero ahora, “no queda ni un euro en el presupuesto del centro”.
Sin comida ni techo
Para Shamir Mohammed, la falta de comida es una de las principales razones para adherirse a la huelga. “Nosotros podemos sobrellevar el hambre, pero los niños no”, señala el sirio, que lleva un año en Lavrio. El peligro de derrumbe le aterroriza. En Aleppo, Shamir perdió a uno de sus cuatro hijos cuando el edificio en el que vivían colapsó, y ahora teme por la vida de los demás.
La asistencia médica, sin embargo, es lo que más preocupa a Shirin Mustafá, sentada al lado de Shamir en la carpa que acoge a los 25 huelguistas que serán relevados de aquí a unos días. Enferma, ha perdido ya dos embarazos por no recibir la medicación que necesitaba, afirma. También reivindica el reconocimiento del estatus de refugiados. Al igual que sus compañeros, la única documentación de la que dispone Shirin es la famosa “tarjeta rosa”, que debe renovar una vez al mes hasta que llegue el pronunciamiento definitivo sobre su asilo, que puede tardar años. “Me he puesto en huelga de hambre porque quiero sentir que existo. El modo en que nos trata la policía [al realizar los trámites del asilo] afecta mi dignidad y me humilla como persona”, afirma, y explica la necesidad de obtener la documentación.
Luqman y otros miembros del comité interno aluden a acuerdos entre las autoridades griegas y turcas para desmantelar el campoA todo ello se suman los problemas derivados del origen kurdo de la mayoría de los refugiados. El centro contiguo, habitado por afganos, se encontraba aún más deteriorado, aunque fue rehabilitado hace cuatro años. Luqman y otros miembros del comité interno aluden a acuerdos entre las autoridades griegas y turcas para desmantelar el campo, que según la policía turca es una base de actuaciones de grupos armados como el Partido de los trabajadores Kurdos (PKK) o el Partido Revolucionario de Liberación Nacional-Frente (DHKP/C), uno de cuyos miembros fue secuestrado misteriosamente en Atenas a principios de mes. Luqman se indigna: “La policía no está ni a 200 metros de nosotros, estamos en el centro de Lavrio... ¿Cómo va a haber aquí armas? Aquí hay algunas personas que son refugiados políticos, y están empleando técnicas muy sucias contra ellos”.
Ataques xenófobos
Los habitantes del centro se enfrentan también a otras amenazas: a la hostilidad que afirman sentir por parte de la población local se suman varias alertas de ataques de la organización de extrema derecha Amanecer Dorado, que de momento no han llegado a producirse. Según los refugiados, los maestros de la escuela son “la única mancha de luz” que hace soportable la vida en Lavrio, y enseñan muy bien a los niños, que dentro del centro reciben además clases de alfabetización en kurdo gestionadas por el comité interno.
En cambio el médico del pueblo, según comentan, sólo receta analgésicos para todo. “El médico es como el Gobierno”, comenta divertida Shirin mientras los demás ríen.“Los dos te dan algo para que te olvides del dolor por un día, y luego vuelta a sufrir”. Mientras tanto, son pocos los apoyos recibidos cuando la huelga de hambre entra en su tercera semana. Las ONG están al corriente de la situación y el partido Syriza ha emitido un comunicado de solidaridad. Se suceden las visitas de apoyo de representantes de partidos políticos kurdos tanto de Siria como de Iraq, pero la situación no tiene visos de arreglarse. “Las autoridades no nos van a escuchar –afirman los huelguistas– y sin embargo no podemos hacer otra cosa, es el único camino que tenemos”.
Aún sin esperanzas, Shirin está determinada a seguir adelante: “En Siria te matan sólo una vez. Aquí es una muerte doble, diaria. Si muriera en mi país sería un honor, pero hacerlo fuera, como un perro, sería una humillación.”
Más de 70.000 personas a la espera de asilo
En Grecia hay en la actualidad unos 70.000 solicitantes de asilo, según cálculos de Spiros Rizakos, director de la ONG Aitima. Muchas de estas personas llevan años en esta situación, sin que sus casos sean resueltos y sin poder abandonar mientras el país. Entretanto, la imposibilidad de conseguir la documentación provisional, frecuente debido a la intrincada maraña burocrática, puede llevarles a estancias de meses en centros de detención. Según la Red Europea para Regulación Dublín II, junto con la escasez de recursos humanos, las principales causas de la inoperancia del sistema griego de asilo son las prácticas inadecuadas por parte de la policía --cuyo comportamiento para con los solicitantes ha sido denunciado por numerosas organizaciones internacionales--, así como las pobres condiciones de recepción para los refugiados.