Histórica victoria del FMLN en El Salvador
- EXIGENCIAS. Para los movimientos que apoyan al FMLN llegar al Gobierno sólo es el primer paso de un larguísimo trabajo.
El 15 de marzo, el Frente
Farabundo Martí para la
Liberación Nacional
(FMLN), la ex guerrilla reconvertida
en partido político, ganó
las elecciones presidenciales. Con
una participación del 62%, el FMLN
obtuvo el respaldo de 1.354.000
personas, mientras que 1,2 millones
de votantes optaron por el partido
ultraderechista ARENA, en el
poder desde hace 20 años.
Desde los primeros recuentos, se
comenzó a vislumbrar la victoria del
FMLN. Las tempranas celebraciones
y la inmensa alegría de los seguidores
del Frente contrastaban con las
caras de derrota y la desaparición
paulatina de los militantes de ARENA.
Hasta el último momento nadie
sabía cuál sería la respuesta de la ultraderecha
gobernante, ante los temores
de que no asumieran la derrota.
El FMLN no tardó en declararse
ganador y el periodista Mauricio
Funes se proclamó presidente. Los
salvadoreños eligieron y, sorpresivamente
para muchos, la derecha asumió
su derrota. El miedo fue vencido.
Tras la campaña y las elecciones,
la normalidad volvió al país. Una normalidad
sólo aparente, ya que los
empresarios comienzan a asociar la
crisis internacional con el nuevo gobierno
y amenazan con despidos masivos.
La prensa continúa, por su parte,
con su constante campaña basada
en el miedo y en las “posibles
alianzas” con Hugo Chávez, Irán y el
“terrorismo internacional”.
De la misma forma que sucede con
otros gobiernos progresistas de
América Latina, el FMLN tendrá que
enfrentar los intentos desestabilizadores
de una de las derechas más
reaccionarias del continente, que no
sólo posee todo el poder económico
y mediático, sino que también cuenta
con el apoyo de las multinacionales
y EE UU, aunque en esta ocasión
Washington haya optado por una vía
aparentemente conciliadora.
El Gobierno del FMLN tendrá que
enfrentar numerosos desafíos internos.
No se han hecho esperar las presiones
de la banca y de los sectores
más privilegiados, “dispuestos a colaborar”,
según sus mismas palabras,
siempre “que se disponga un gabinete
de Gobierno que no nos disguste”.
De fondo, la conservación de sus privilegios,
las exenciones fiscales y el
escaso control fiscal sobre sus grandes
fortunas.
Acuerdos y desacuerdos
La actual búsqueda de acuerdos,
pactos y alianzas definirá la verdadera
política económica y social del
nuevo presidente, Mauricio Funes.
Su visita al presidente brasileño,
Lula, apenas unos días después de la
victoria, puede dar algunas pistas.
Por su parte, Thomas Shanon, secretario
de Estado para el Hemisferio
Occidental, transmitió directamente
al presidente electo su apoyo, siempre
que el Gobierno de El Salvador
dé las “señales adecuadas”, un discurso
semejante al de la élite local.
ARENA hará todo lo posible por
conseguir un distanciamiento entre
Funes y el FMLN, atrayendo al presidente
a una posición socialdemócrata
manejable, amenazando con
dificultar su administración si es el
FMLN quien impulsa las medidas de
reformas pendientes.
Al mismo tiempo, entre las organizaciones
sociales se han creado expectativas
de que un Gobierno del
FMLN no sólo no persiga ni ponga
tantas trabas administrativas a los
movimientos, sino que incluso pueda
facilitar su trabajo y permitir
avances sociales.
Un importante sector de la población
espera y exigirá al Gobierno de
Mauricio Funes cambios rápidos y
visibles y difícilmente se avendrá al
retraso de las mejoras que tanto ansían
y necesitan. Esto, sin duda, será
aprovechado por la ultraderecha de
ARENA en su constante campaña
sucia y venidera desestabilización
social, de cara a ganar las próximas
elecciones. Pero en El Salvador nadie
se confía, y menos los sectores
campesinos y los desfavorecidos.
Las organizaciones sociales saben
que el FMLN no lo tiene fácil. Más
allá de que el FMLN no controla la
mayoría en el Senado, las relaciones
de poder se mantienen intactas.
Entre los movimientos existe un
cierto consenso: llegar al Gobierno
sólo es el primer paso de un larguísimo
trabajo para construir una verdadera
sociedad democrática. Por
eso, todos los colectivos inciden en
la continuidad de sus trabajos sociales
y comunitarios y en una eficiente
y necesaria fiscalización de las acciones
de este nuevo Gobierno desde
los movimientos sociales.
Desigualdades sociales
Las desigualdades
en El Salvador
vienen de la
mano de un sistema
empresarial
que no respeta los
convenios laborales,
alarga las jornadas, reduce
los salarios y las prestaciones
en la mayoría de la
pequeñas y medianas empresas,
así como en el servicio
doméstico y las maquiladoras,
donde se dan
innumerables
casos de abusos
hacia las mujeres
por parte de
patrones y encargados.
De nuevo,
un Ministerio de Trabajo
ineficiente, incapaz de
regular el sector o de sancionar
los delitos laborales
empresariales, al tiempo que
dificulta al máximo la labor
de los sindicatos.
Problemas estructurales
Este nuevo Gobierno
hereda graves problemas
estructurales,
comenzando
por las pendientes
reformas de todo el
sistema electoral y del
personal del Tribunal Supremo
Electoral. El mismo problema
se repite en todos los ministerios
públicos, empezando por
el de Justicia y por la Policía
Nacional Civil, plagados de
una ineficiencia y
corrupción que se
constata con la
impunidad delictiva
reinante: el 96%
de los asesinatos
(entre 12 y 19 diarios
en los últimos meses) no
termina en condena, si es que
se llegan a investigar y a juzgar.
La violencia es una lacra y
la administración de justicia
no cumplió su papel en los
pasados gobiernos de ARENA.
Cambios, pero sin pasarse
Mauricio Funes, un
independiente en
las listas del FMLN,
se enfrenta al desafío
de gobernar El
Salvador “con todos”,
según sus palabras. Su
fama de honestidad y su discurso
sobre la exclusión le acercaron
al FMLN. Como vicepresidente
le acompañará Salvador
Sánchez Cerén, ex comandante
de la guerrilla y firmante de los
Acuerdos de Paz. “Los
salvadoreños votamos
por el cambio,
y el cambio vendrá.
Un cambio seguro,
con estabilidad, sin
ruptura del sistema
económico y jurídico del
país, pero con cambios profundos
en el modelo de la gestión
pública, de la transparencia, de
la participación y de la justicia
social”, dijo Funes en el discurso
de la victoria.