“A los golpistas les asustó la conciencia ciudadana que se había creado”
La resistencia se organiza en un frente popular
Tras el golpe de Estado que le desalojó del Gobierno el 22 de junio, Fernando Lugo ha vuelto a la arena política reclamando la continuidad legítima de su mandato a la vez que se ha sumado a la reorganización del frente progresista de cara a las elecciones de abril de 2013.
DIAGONAL: Las clases propietarias de Paraguay tuvieron más beneficios que nunca estos cuatro años. ¿Por qué un golpe de Estado?
FERNANDO LUGO: Posiblemente porque consideraban un peligro los cambios mínimos que veníamos haciendo. Temían sentirse desplazados o simplemente compartir la mesa con otros comensales. El país creció mucho en 2010 [con un incremento del 14,5% del Producto Interior Bruto (PIB), es el segundo país del mundo con mayor crecimiento de este índice en ese año tras Qatar], y eso sin haber tocado la estructura económica. Si la hubiéramos tocado, los beneficios habrían alcanzado a más gente y se habría reducido la pobreza. Pero no se ha tocado la estructura de la tierra, no hemos gravado los impuestos a la exportación, a los bancos, al sector financiero... No hemos tocado nada. La pregunta entonces es por qué el golpe de Estado. Tal vez porque se había creado una gran conciencia ciudadana de participación en la construcción del país que puede asustar a la gente que tuvo siempre los privilegios. La oligarquía económica y política pensó que lo más probable es que en 2013 [año de elecciones presidenciales y legislativas en Paraguay, que están previstas para el 21 de abril] fuéramos a fortalecer las políticas sociales, algo que consideran peligroso para la estabilidad. Estabilidad que es, en realidad, la estabilidad de unos pocos, al igual que para ellos la soberanía del país es la soberanía y la defensa de un grupo muy pequeño.
D.: ¿Se puede revertir la situación o hay que ir al horizonte de las elecciones de 2013?
F.L.: Yo miro lejos. Es cierto que hay que dar pasos cercanos en el día a día, pero yo creo en un proceso paraguayo sin traumas y sin rupturas, en un proceso de acumulación a través de la participación democrática incluyente. Revertir esta situación de ruptura del orden democrático va a ser muy difícil. La Organización de Estados Americanos (OEA) tiene la política de acudir a unas elecciones como solución de problemas institucionales. Es el único camino de reposición que ven y puede ser el camino que ahora le espera a Paraguay.
D.: Usted está en contra de un bloqueo a Paraguay.
F.L.: Un bloqueo tiene consecuencias para todos los sectores del país y así se lo dijimos al Mercosur, Unasur y a la Organización de Estados Americanos (OEA). Supongamos que la OEA diera un veredicto de exclusión a Paraguay. Ese veredicto, aunque sea de carácter político, tendría sus consecuencias económicas. Por ejemplo, se paralizarían los créditos comprometidos del Banco Internacional de Desarrollo, que ascienden a más de 200 millones de dólares. No queremos un bloqueo porque no sólo pierde el gran importador-exportador, sino también el pequeño importador que vende banana o que importa un poco de tomate o zanahoria del otro lado [Argentina y Brasil]. Ese intercambio internacional de hormiga también se resentiría ante un bloqueo.
D.: ¿Cómo califica el apoyo internacional recibido, sobre todo de los países de la región?
F.L.: Yo creo en la región. No estudié política exterior ni soy diplomático, pero el sentido común me dice que lo primero es andar bien con los vecinos y eso es lo que hemos procurado. Con Brasil exigimos nuestros derechos en Itaipú y los conseguimos, lo que fue un gran logro [central hidroeléctrica compartida por ambos países; el Gobierno de Lugo consiguió triplicar el precio de la electricidad que Brasil compraba a Paraguay]; también con Argentina en lo que respecta a Yaciretá [otra central hidroeléctrica bilateral] o a la hora de programar conjuntamente una hidrovía para hacer más fluido el comercio; también tenemos proyectos con Uruguay, con Bolivia, etc. Están llegando los frutos de haber conseguido unas relaciones más justas con los países vecinos, por más que todavía haya inequidad en el Mercosur. Lo mismo podemos decir de Unasur: hemos visitado casi todos sus países y hemos estado en mesas de trabajo donde la postura de Paraguay fue expuesta con bastante claridad. Eso ha hecho que el país fuera respetado y se apreciara su presencia y participación en la construcción de la integración de la región.
D.: ¿Cómo ve su futuro inmediato?
F.L.: Muy cambiante. Yo pensaba entregar el poder el 15 de agosto de 2013 y al día siguiente sentirme libre como un pájaro y poder pensar, rezar más, compartir con la gente y con la ciudadanía, leer, escuchar música... Pero esto ha cambiado porque se ha generado una expectativa ciudadana plural, no de un partido determinado. A veces me asusto cuando oigo que Fernando Lugo es el símbolo de un proceso democrático al que se le exige continuidad y un compromiso constante. Lo menos que yo querría es defraudar esa esperanza de la ciudadanía. Así que estamos embarcados en seguir construyendo, en seguir potenciando proyectos políticos, en conversar con grupos plurales con mentalidad progresista que traigan el cambio verdadero y genuino a nuestro país.
D.: ¿En qué frente pondría su actividad inmediata?
F.L.: Es muy difícil decirlo ahora. Hay muchas conversaciones. El Frente Guasú [plataforma que aglutina a una veintena de los principales partidos progresistas] es un espacio; esa conciencia ciudadana es otro; también está el Frente Nacional de Defensa de la Democracia [creado tras el golpe de Estado y en el que figuran el Frente Guasú, otros partidos políticos y movimientos sociales]. Y también están todas aquellas personas indignadas que no se sienten representadas por ningún partido. Ése es otro espacio que hay que explorar y que tiene su potencial en la construcción del país.
D.: Desde todos esos frentes, las reclamaciones a líderes progresistas son las mismas: unidad y consenso.
F.L.: El consenso es una construcción constante. Siempre menciono la frase de Jesús en referencia al reino de Dios: “Ya y todavía no”. Ese consenso ya existe, pero no en su plenitud. El consenso se construye y es un camino procesual constante. Por eso “ya” y “todavía no”. Ya existe un cierto consenso mínimo aunque sea por el simple hecho de que la izquierda paraguaya se siente a una mesa a discutir. Antes cada uno iba por su lado; ahora están sentadas ciertas bases de unidad, aunque no sea todavía la unidad que se desea.
D.: Políticos que apoyaron el golpe han sido apedreados en barrios humildes cuando iban a hacer campaña. A usted le reciben como el presidente. ¿Es una reparación moral?
F.L.: En política también hay que tener en cuenta la relación psicoafectiva con la gente. Muchas veces sólo pedimos racionalidad en programas y proyectos sociales y políticos elaborados por universidades y centros de investigación... Pero la política también pasa por la comunicación constante con la gente en su mismo idioma y con sus mismos gestos. Esto es importante y no se aprende en la academia de ciencias políticas, sino en el contacto directo con la ciudadanía. Esto lo he aprendido en los últimos 30 años como pastor de la Iglesia católica, estando en contacto permanente con la ciudadanía y con la gente más humilde, que es nuestra gran fortaleza. Pero los políticos que representan a grupos de intereses no pueden ser bienvenidos cuando con su actitud han despreciado a la gente más humilde. Una de nuestras políticas fue recuperar la dignidad del hombre del campo, del hombre de la ciudad, de la gente marginada... No excluirlos simplemente por ser pobres. Esa inclusión da hoy sus frutos en la aceptación recíproca y en el aprecio y el afecto que demuestran cuando estamos en contacto con ellos.
D.: ¿Ha dejado un país mejor?
F.L.: Creo que sí, tanto en términos económicos y sociales como institucionales. Recibimos un país institucionalmente en quiebra. Las instituciones estatales se han identificado durante 60 años con un partido hegemónico [Partido Colorado, en el poder desde 1947 hasta 2008]. Había instituciones como el Ministerio de Cultura que se utilizaban como puestos de campaña del Partido Colorado. Allí se hacían las pancartas de propaganda, dejando de lado su misión de educación para todos y todas, que fue lo que quisimos instalar. Hemos procurado que las instituciones del Estado estén al servicio de toda la ciudadanía sin distinción ni inclusión. Ha sido un trabajo interesante de inclusión, no de persecución, que se ha producido tras llevarse a cabo, por primera vez en 200 años, un cambio de Gobierno de un signo político a otro sin derramamiento de sangre. En términos sociales creo que nuestra política dejó huellas muy profundas en la ciudadanía, sobre todo en la tercera edad y en la gente de menos recursos, con las Transferencias Económicas Condicionadas [ayudas económicas]. En términos de producción, tenemos una economía solvente con suficientes reservas, inflación controlada, macroeconomía floreciente... Creo que hemos dejado un país mejor y más consciente de su participación en la construcción del mismo, que es responsabilidad del empresario y del indígena, del inversionista y el campesino. Todos los sectores tienen que participar en la construcción de Paraguay.
DESDE EL JUICIO DEL 22 DE JUNIO
DEMANDA POR EL JUICIO. La Corte Suprema de Justicia de Paraguay aceptó el pasado 12 de julio un recurso de ilegalidad con- tra el juicio político celebrado contra el presidente Fernando Lugo presentado por tres abogados. Según el texto presentado se solicita la inadmisión de la resolución 881 por la que se destituyó al presidente.
LA IGLESIA CONTRA LUGO. El 11 de julio, el obispo de Ciudad del Este, Rogelio Livieres, se reunió con el presidente golpista Federico Franco para mostrarle su apoyo, que se plasmó en un apretón de manos ante los fotógrafos. El obispo aprovechó para acusar al presidente legítimo Fernando Lugo de ilusionar a los “chicos de las capillas con ir a Cuba y Venezuela”.