Las elecciones que desbancan a la derecha
Las elecciones legislativas del pasado domingo confirmaron la derrota de la derecha francesa. El recién elegido presidente de la República francesa, el socialista François Hollande, podrá disponer de una mayoría en la Asamblea Nacional.
No se produjo ninguna “ola rosa”, al conseguir los candidatos socialistas y sus aliados más cercanos (Partido Radical e independientes de izquierda) el 34,5% de los sufragios mientras los candidatos de la UMP de Sarkozy y los afines obtienen el 34%. Eso sí, hay que sumar al del partido socialista los resultados de sus aliados verdes por un lado (6,2%), y del Frente de Izquierda (compuesto del Partido Comunista Francés y del Partido de Izquierda de Mélenchon) por otro (7%).
Más inquietante es el resultado del ultraderechista y xenófobo Frente Nacional de Marine Le Pen que consigue, a pesar de una caída de 4 puntos respecto de las presidenciales, el 13% de los votos.
En escaños, las proyecciones para los resultados de la segunda vuelta, que se celebrará el próximo domingo 17 de junio, dan entre 285 y 329 escaños para el Partido socialista (la mayoría absoluta situándose en 289), de 210 a 263 escaños para la UMP y la derecha, entre 0 y 3 para los centristas y el Frente Nacional, de 10 a 20 para los Verdes, el Frente de Izquierdas pudiendo contar sobre una representación de 12 a 19 diputados. El mínimo para poder optar a la formación de un grupo parlamentario propio es de 15 escaños.
UN SISTEMA ELECTORAL QUE FAVORECE LA ABSTENCIÓN
La abstención fue la gran protagonista de la primera vuelta de las elecciones al Parlamento: menos de 6 electores de cada 10 respondieron a la cita.
Los motivos de ese aparente desinterés de los franceses por elegir a sus representantes son diversos. En primer lugar, desde la reforma electoral de 2002 y la reducción del mandato presidencial de 7 a 5 años, las elecciones presidenciales y legislativas, ambas a dos vueltas, coinciden en el tiempo.
Este año, la votación por la Jefatura del estado precediendo de tan sólo un mes la de la representación parlamentaria, los ciudadanos tienen que acudir a las urnas 4 veces en un poco más de mes y medio. En segundo lugar, el sistema electoral a dos vueltas carece de proporcionalidad alguna y hace que los votantes, si bien pueden votar según sus orientaciones políticas en la primera, suelen privilegiar la segunda en la que se decide el candidato ganador. De este modo, el bipartidismo sale reforzado. En tercer lugar, existe –también en la muy politizada sociedad francesa– una crisis de la representación política, al ver que muchas de las decisiones se toman en Bruselas y en el FMI.
Para colmo, la V República legada por De Gaulle concentra mucho poder en el Jefe del Estado. El doble símbolo de la expulsión del poder de Nicolas Sarkozy –el fin de un “reino” y la oposición al liberalismo en un contexto de crisis en toda Europa -se había convertido en el máximo objetivo de la izquierda. Es posible, pues, que una buena parte del pueblo de izquierdas considerara que lo principal ya estaba hecho con la elección de Hollande el pasado 6 de mayo.
EL FRENTE DE IZQUIERDA
El que se había convertido en el estandarte de la izquierda antiliberal francesa, el exsocialista y actualmente diputado europeo Jean-Luc Mélenchon, (11,1 % en las presidenciales) había decidido combatir directamente a Marine Le Pen en la circunscripción de Hénin-Baumont, una antigua zona minera y obrera del Norte de Francia con una elevada tasa de paro y convertida en feudo electoral de la extrema derecha. Era “Frente (de izquierda) contra Frente (Nacional)”.
Mélenchon, con 21% de los votos, llegó 2 puntos detrás de su otro rival, el socialista Kernel, y muy lejos de Le Pen quién obtuvo más del 48%. En virtud del acuerdo existente entre partidos de izquierdas, el candidato del Front de Gauche no se mantendrá en la segunda vuelta de las elecciones legislativas el próximo 17 de junio.
EL FRENTE DE IZQUIERDA
En estas elecciones, el Frente de Izquierda apostaba por mantener e incluso ampliar su grupo parlamentario compuesto principalmente de diputados comunistas. El objetivo consistía en influir sobre las orientaciones del nuevo ejecutivo socialista, impidiendo que este tenga mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Si bien el proyecto de convergencia de la izquierda social y antiliberal, ecologista y comunista, se ha consolidado tanto política como electoralmente, la coalición no está asegurada de poder mantener su grupo parlamentario y no podrá imponer un rumbo antiliberal al Gobierno.
Tras esta primera vuelta, el partido y el Gobierno socialistas ya han empezado en rebajar las pretensiones que mostraban en las últimas semanas para hacer frente al mundo de las finanzas y a las orientaciones de la UE.
El Frente de Izquierda deberá por su parte reflexionar sobre la estrategia a seguir, entre la tentación de apoyar a un Gobierno más social pero cuya política no romperá con el liberalismo, y la necesidad de continuar sus esfuerzos para la constitución de una mayoría social y política realmente de izquierdas, hacía la VI República.