Egipto: entre un heredero de Mubarak y un islamista
- MARCHA AL SUPREMO Los activistas fueron al lugar donde se juzgaba a Mubarak. Foto: Al Hussainy Mohamed
Faruk Sultan, presidente de la
Comisión Electoral, oficializaba el
pasado 28 de mayo la segunda vuelta de las presidenciales, que se cele-
brarán el 16 y 17 de junio. Para muchos este antiguo oficial del Ejército
conocido por sus esfuerzos en dar
cobertura legal a la sucesión hereditaria del poder en favor de Gamaal
Mubarak no hacía más que dar cobertura al pucherazo electoral.
Lo
hacía acompañado de Mohamed
Metwali, quien ya formaba parte de
la comisión electoral que dio cobertura legal al fraude masivo de las legislativas de 2010, y que en la rueda
de prensa rechazaba las apelaciones
de los otros candidatos. Las votaciones enfrentarán en la urnas al
candidato suplente de los Hermanos
Musulmanes, Mohamed Mursi, y al
último primer ministro del régimen
de Mubarak, Ahmed Shafiq.
Es una elección entre la vuelta atrás
o el apoyo a un islamismo político
cuya popularidad está en claro declive y que cada día tiene más enemigos. Pese a perder en menos de
cinco meses cerca de la mitad de los
votos de las elecciones legislativas,
los Hermanos Musulmanes conseguían colar a su poco carismático
candidato en la segunda ronda. Un
candidato conocido entre los revolucionarios como “la rueda de recambio” tras suplir la inhabilitación del
hombre de negocios Khairat Shater,
cara visible del neoliberalismo islamista que representa la actual dirección de la formación.
Mursi se enfrentará al mubarakista Shafiq, quien se ha nutrido claramente de un voto del miedo explotado por las redes clientelares del
ahora extinto Partido Democrático
Nacional de Mubarak. Shafiq, contra quien pesan diversas denuncias
de corrupción durante su período como ministro de Aviación, defiende
ahora su papel de opositor interno
del régimen que lideró. “Yo sólo firmaba papeles”, llegó a afirmar. En la
Cámara Americana de Comercio, sin
embargo, llegó a apostar entre
aplausos por la “fuerza brutal y las
ejecuciones” para “poner fin en un
mes al caos revolucionario”.
En unas elecciones que despertaron poco entusiasmo (la participación oficial fue del 46%), la diferencia entre Shafiq y el tercer candidato,
el naserista Hamdeen Sabahi, fue de
apenas 700.000 votos. Un estrecho
margen que dota de relevancia las
denuncias de fraude, que surgieron
por todo el país. Compra de voto,
presión, transporte masivo de votantes, infracción del día de reflexión.
Los muertos votaron puesto que los
nombres de muchos mártires, incluidos Khaled Said o Mina Daniel, se
encontraron en los censos. También
se presentaron denuncias por la presunta impresión de cerca de 900.000
carnés de identidad falsos emitidos
por el Ministerio de Interior para que
los oficiales de policía votaran por
Shafiq.
La Comisión también es objeto de
denuncias tras haber dado luz verde
a la candidatura del propio Shafiq
sin reparos, pese a la existencia de
una ley de aislamiento político a las
figuras del antiguo régimen. La
Comisión, sorprendentemente, traspasó el caso al Constitucional, dejando en el aire la legalidad de una
candidatura que, ahora, tiene muchas opciones de ganar la contienda. La misma comisión no había tenido idéntica condescendencia anteriormente con otros candidatos.
Mientras al salafista Abu Ismail
se le apartó pese a que la justicia ordinaria había determinado la falta
de pruebas, al liberal Ayman Nour y
al islamista Khairat Shater, por otro
lado, inexplicablemente se los apartó por tener antecedentes penales
como opositores al régimen de
Mubarak. La Comisión está blindada por el articulo 28 de la reforma
constitucional aprobado en referéndum con el apoyo militar e islamista. Según el mismo las decisiones de
esta mesa son inapelables y no tienen por qué hacer caso a resoluciones de otras instancias judiciales.
El juicio del siglo
La campaña electoral se ha visto sacudida con el anuncio de las sentencias del llamado “juicio del siglo”. Mientras Mubarak y Habib el Adly
eran condenados a una falsa cadena
perpetua (en realidad la detención
no puede superar los 25 años) el resto de encausados fueron absueltos.
Una sentencia que absuelve de la
muerte de 841 egipcios a los principales responsables políticos y policiales y que deja sin responsabilidad
en los casos de corrupción a los hijos
del dictador.
Los analistas, además, apuntan
que las sentencias a dictador y ministro tienen poca argumentación jurídica y pueden ser fácilmente revocadas con las apelaciones en curso. La
sentencia, catalogada de política y
que organizaciones como Amnistía
Internacional consideran alejada de
la “plena justicia”, han provocado
una nueva oleada de manifestaciones y acampadas en todo el país. Las
calles volvieron a llamar a la revolución y a denunciar un proceso tutelado militarmente.
La condena
a Mubarak
«La primera demanda de los
revolucionarios es que el piloto
bastardo [Mubarak] sea ejecutado; y la segunda, que lo sean
sus hijos Alaa y Gamal», esa
frase se escribía en la plaza de
Tahrir, ocupada de nuevo tras
conocer el domingo 3 de junio
la condena a Mubarak a 26
años de cárcel, y la absolución
de sus hijos. Apenas 12 días
antes de la segunda vuelta de
las elecciones, los egipcios se
echaban de nuevo a la calle y
pedían también la retirada del
candidato heredero de Mubarak, el exministro Ahmed Shafiq.