Barcelona y el urbanismo del miedo
- El mercado de la Boquería en Barcelona ha sido objeto de una ‘privatización’ urbanística. Foto: Fran Simó.
La sensación de inseguridad,
en gran medida relacionada
con la microcriminalidad,
está hoy generalizada
en las sociedades occidentales
y ha acabado produciendo
en los EE UU y Latinoamérica
la fuga creciente de las clases medias-
altas hacia espacios vigilados
y seguros situados en el extrarradio
de las ciudades tradicionales.
Así, han proliferado urbanizaciones
cerradas (gated communities),
ciudades “fortaleza” o “privatopías”
según el término creado
por McKenzie –lugares cerrados,
vallados y, sobre todo, homogéneos
desde el punto de vista social–.
Este fenómeno ha acabado trasformando
el territorio en un archipiélago
de islas protegidas y
tecnológicamente vigiladas. En
este mismo orden, las desigualdades
sociales producidas por el
neoliberalismo tienen su traducción
espacial en un urbanismo de
tipo ‘medieval’ donde las ciudades
son proyectadas para resistir
a un asedio exterior, se edifican
rascacielos como si fuesen torres
medievales y, más recientemente,
se utiliza la tecnología para sustituir
murallas, fosos y puentes levadizos.
No parece que España
haya quedado al margen de este
fenómeno global y en esta última
década ha ido edificando sus propias
utopías securitarias.
Todos estos fenómenos no son recientes
aunque los proyectos se hayan
ido multiplicando a lo largo de la
última década de manera proporcional
al aumento de las desigualdades
producidas por el sistema neoliberal.
Lo novedoso, sin embargo, es que se
ha convertido en el modelo habitual
también para impulsar la transformación
de la ciudad histórica favoreciendo
arquitecturas que hacen hincapié
sobre todo en la fortificación y
la vigilancia, procesos de privatización
de los espacios públicos y un
control siempre más invasivo sobre
los ciudadanos.
Barcelona es una ciudad significativa
de este proceso. Hay ejemplos
que se pueden constatar con facilidad
como el barrio de lujo Diagonal
Mar, una operación inmobiliaria de
la compañía Hines (Texas) que se ordena
como un conjunto de torres hiperprotegidas,
rodeadas de espacios
verdes y calles a los que se ha ‘vaciado’
de contenido urbano. A partir de
las últimas horas de la tarde el barrio
es abandonado por sus únicos habitantes
visibles, los empleados de las
oficinas, y queda sin vida aparente. A
poca distancia se encuentra el Parc
de Poblenou de Jean Nouvel, un espacio
cerrado y rodeado por un muro,
un “parque de concentración” en
palabras de Josep Maria Montaner.
También se verifican preocupantes
políticas públicas en la inauguración
de nuevas plazas ‘cerradas’, como la
del barrio de Gracia dedicada a les
dones del ‘36. Un espacio rodeado
por una alta valla de acero y de acceso
restringido. En este caso, la excusa
de la construcción de una plaza
semi-privada sirvió para justificar el
alto precio de las nuevas viviendas
de lujo que la rodean.
- Estos bancos evitan que las personas puedan dormir en ellos.
Urbanismo preventivo
Sin embargo, es el espacio público
del centro histórico de la ciudad el
que está siendo objeto de la remodelación
más profunda y radical. En
septiembre se hizo público el cierre
nocturno del entorno del mercado
de la Boquería, cerca de la Rambla.
En su perímetro se instalará una valla
con ocho puntos de acceso exclusivo
para vecinos y servicios de emergencia
a través de una llave o de una
tarjeta de seguridad.
La noticia no ha
sido una sorpresa para nadie ya que
fue precedida por una campaña mediática
sobre la degradación del espacio
público de Ciutat Vella, imposible
de controlar por la presencia de
prostitutas, sin techo y los llamados
‘nómadas urbanos’. Como esta ‘intervención’,
son previsibles otras similares
en otros lugares que ya en el
pasado se encontraron bajo el foco
de los medios, como la plaza Vila de
Madrid, plaza Urquinaona, etc.
El cierre de una plaza o de una calle
representa sólo una de las medidas
securitarias que se están implementando.
El centro histórico en su
totalidad está siendo remodelado según
las técnicas del llamado ‘urbanismo
preventivo’, un conjunto de
patrones para diseñar los espacios
urbanos que incluyen los bancos anti-
indigentes, con apoyabrazos cada
50 cm que impiden que se usen para
dormir, las pig ears –grapas para que
los skaters no puedan patinar–, pinchos
y discos de hierro en los rincones
de las calles, plazas ‘duras’ de las
cuales han sido eliminadas todas las
superficies susceptibles de ser utilizadas
para sentarse, criterios panópticos
en el diseño de los espacios públicos,
etc.
A estas técnicas hay que
sumar las medidas policiales, las
multas por incumplimiento de la ordenanza
cívica de 2006 y la coordinación
con otros servicios públicos
como el de limpieza.
Pareciera que las administraciones
hayan encontrado en el diseño
urbano y en la tecnología la alternativa
a las políticas sociales.
El espacio publico será en breve
reducido a un lugar de transición
entre espacios privados, donde será
imposible practicar cualquier
actividad que no consista en un
sencillo desplazamiento. Y cuando
ya no quede vida en las calles,
entonces, por fin, nuestras ciudades
se habrán convertido en un lugar
peligroso.
CENTRO COMERCIAL
A CIELO ABIERTO
La clave para explicar la
urgencia de este plan de aniquilación
de la vida urbana
hay que buscarla en el
aumento de la visibilidad en
las ciudades como Barcelona
de manifestaciones de pobreza
extrema, algo incompatible
con la imagen de ciudad
moderna, segura y acogedora
que impone el marketing para
turistas e inversores foráneos.
Tampoco es compatible con el
proceso de transformación de
su centro histórico en centro
comercial a cielo abierto,
lugar de consumo perfecto y
seguro dotado de dispositivos
que seleccionen automáticamente
a sus usuarios.