Bancos de tiempo: salvavidas contra la crisis económica
- MARÍA CALZADILLA
Texto de Alejandro García Esteban
Podría pensarse que los bancos detiempo son una variante más delsistema financiero. Nada más lejosde la realidad. Los bancos detiempo son un sistema de intercambiode servicios entre iguales.El usuario recibe un servicio deotro durante un espacio de tiempoy se compromete a prestar un servicioigualmente prolongado. Eltrueque funciona a través de créditosmutuos en forma de tiempo.Antes de que Reino Unido importaralos time bank, en 1995nació en Italia el primer banco detiempo europeo de la mano de ungrupo de mujeres con la intenciónde prestarse ayuda mutua con lastareas domésticas, en Santarcangelodi Romagna, en la regiónEmilia-Romagna. Precisamente,esta región, feudo histórico de laizquierda italiana, posee un modelode desarrollo apoyado en laeconomía social, determinado porel influjo del cooperativismo. Susciudades ocupan las primerasposiciones en renta per cápitadel país y el PIB de la región superaa la media de Italia con creces,lo que pone de manifiesto eléxito del sistema.
Ahora se cuentan por cientos
los bancos de tiempo italianos.
Sólo en 2007, en toda Italia se
prestaron 88.000 horas de servicio
a través de estos, lo que para el
pueblo supuso un ahorro de cerca
de un millón de euros.
Tiempo frente a la crisis
La crisis económica ha propiciado
que los bancos de tiempo hayan
sumado usuarios. No sólo
eso. Además, mientras que antes
eran actividades de ocio las más
demandadas, ahora los usuarios
buscan recibir servicios prácticos,
como la formación y el asesoramiento,
dado el incremento del paro
y la considerable presencia de
desempleados en las listas de
usuarios de los bancos de tiempo.
El ejemplo de Zaragoza sirve para
exponer esta tendencia.
En 2009, se apuntaron al banco
de tiempo zaragozano más jóvenes
y más hombres. El número de
usuarios pasó de los 200 a finales
de 2008 a 290 en diciembre de
2009 y se duplicó el número de intercambios
diarios de 10 a 20. El
porcentaje femenino se ha visto
reducido, sin embargo, dos de cada
tres usuarias del banco son mujeres.
Los hombres que hacen uso
habitual de este sistema son jubilados,
que necesitan ayuda en las
tareas domésticas o evitar gastos
extraordinarios en reparaciones;
parados, que buscan formación
sin un coste económico difícil de
afrontar en su situación; y estudiantes
que, si bien ya están recibiendo
una formación, precisan
de clases de refuerzo o persiguen
un aprendizaje complementario.
Desde el terreno de la economía
social proliferan iniciativas alejadas
del orden capitalista, en relativa
crisis. Relativa porque, a pesar
de la promesa de la refundación
del capitalismo, que ahora esquivan
los mandatarios, la perpetuación
del sistema parece inevitable.
Ya en 1827, el anarquista
norteamericano
Josiah Warren puso en
práctica un concepto
precedente al de los
bancos de tiempo.
Abrió la Tienda de
Tiempo de Cincinnati,
donde el cliente podía
comprar bienes con
notas de trabajo, contrayendo
así una
deuda en forma de
horas de servicio. A
pesar de su éxito, el
sistema generaba un
grave inconveniente:
cada trabajo, con su
respectiva dificultad,
no podía tener el
mismo valor. Esta es
una traba que dificulta
la extensión del modelo
de intercambio de
tiempo a todo el sistema
económico, pero
que no impide que se
lleven a cabo dinámicas
complementarias
al sistema, como la de
los bancos de tiempo.
El concepto de valor
en unidades de tiempo
resurgió con la
experiencia de los
time dollar (dólar
tiempo) en la década
de los ‘80 en los Estados
Unidos. Los time
bank (bancos de tiempo)
llegaron a Reino
Unido a finales de los
años ‘90. El primero
de ellos se ubicó en
un centro médico londinense,
incorporando
la iniciativa al servicio
sanitario. Entre 2000
y 2003, con al apoyo
del Ministerio del Interior
y la BBC se crearon
120 más.
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