De los Llanos del Yarí a Cartagena de Indias
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) han hecho un esfuerzo monumental para convertir la agreste, lejana y simbólica zona de los Llanos del Yarí (en el departamento del Meta) en un decorado donde la su apuesta por la paz de hiciera evidente. Lo que han conseguido no es poco: una infraestructura impensable en un lugar cuyo pueblo más cercano está a seis horas por carretera de tierra, la concentración de unos 600 periodistas durante 8 días, 220 delegados guerrilleros del todo el país debatiendo durante una semana en su X Conferencia Nacional, otros 800 combatientes en labores logísticas, la liberación temporal (lo que dura el encuentro) de 22 presos políticos que suman cientos de años de condena, y unos mensajes reiterados que marcan la hoja de ruta de la conversión de la guerrilla más antigua y más numerosa de las américas en un movimiento político legal. Los nervios ante la presión mediática y el control del discurso han marcado unos días en los que los delegados han logrado aislarse de las cámaras para preparar un paso trascendental: seguir la lucha que comenzó hace 52 años, pero ya sin armas.
220 delegados guerrilleros del todo el país debatiendo durante una semana en su X Conferencia Nacional, otros 800 combatientes en labores logísticas
Este viernes 23 de septiembre, a las 12:24 del medio día (hora colombiana), las FARC han dado por terminada su X Conferencia y esta maldita guerra que les ha enfrentado al Estado por décadas. Después de leer el comunicado oficial (y final) de siete puntos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (FARC- EP), el comandante Iván Márquez ha exclamado: “La guerra se ha acabado, díganle a Mauricio Babilonia que ya puede soltar las mariposas amarillas”. En referencia al personaje de la novela de Gabriel García Márquez Cien Años de Soledad. La alegría era total y los abrazos se repartían entre guerrilleros y guerrilleras vestidos de civil.
El Gobierno de Colombia hace lo propio pero concentra sus esfuerzos en un solo día. Será este lunes 26 de septiembre, cuando el presidente de la República, Juan Manuel Santos, y Timoleón Jiménez, comandante máximo de las FARC, firmen oficialmente el “Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”. El acto se hará en un fragmento de la ciudad de Cartagena de Indias y se calcula que asistirán unos 4.500 invitados: alcaldes y gobernadores de todo el país, los miembros de la Cámara de Representantes y del Senado, los altos cargos de las ramas judicial, al menos 13 mandatarios latinoamericanos, secretarios generales de la ONU y de la OEA, y las Instituciones Financieras Internacionales que no hacen política pero no dejan de hacerla: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Banco Interamericano de Desarrollo. El evento se hará, paradójicamente, en el centro de convenciones que lleva el nombre del presidente (Julio César Turbay Ayala ) que aprobó en 1978 un Estatuto de Seguridad que costó la vida, llevo a la cárcel o empujó a la clandestinidad a miles de opositores de izquierda. Arrancará con una misa católica –en este país pluriespiritual- presidida por el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, aunque la Iglesia católica de Colombia no se haya decantando por el “sí” en el crucial plebiscito sobre el acuerdo que se celebrará el 2 de octubre.
Hasta ahora, los eventos de firma de acuerdos de paz con otras guerrillas del país habían tenido un fuerte acento rural y casi siempre contemplaban la escenificación de la entrega de armas. Esta vez, todo es diferente.
Las FARC-EP no se desarman de inmediato. Hay un plazo de 180 días para que, concentrados en 26 zonas especiales distribuidas en sus territorios de influencia, vayan entregando el armamento mientras comprueban si los acuerdos se implementan a cabalidad. Y durante la X Conferencia, los delegados de la guerrilla han dejado claro que no comenzarán a concentrase bajo observación internacional hasta que se hayan dado algunos pasos. En estos días han repetido en el Yarí que la condición casi fundamental es la aprobación en el Congreso de la Ley de Amnistía recogida en los acuerdos. Aunque no hay certeza de cuántos hombres y mujeres de las FARC están en las cárceles la cifra puede ir de los 2.000 a los 4.000.
La amnistía discurrirá de forma paralela a la construcción de la Jurisdicción Especial de Paz, piedra angular del acuerdo porque será este espacio de justicia transicional por el que deberán pasar todas las personas (guerrilleros, políticos, empresarios, paramilitares…) que hayan participado de esta guerra siempre que estén dispuestos a la “verdad plena, reparar a las víctimas y garantizar la no repetición”.
Lo acordado, acordado está
Lo impensable era llegar a un acuerdo final y lo imposible aparenta ser que la frágil confianza entre las partes no se rompa. El comandante Carlos Antonio Lozada, del Secretariado Nacional de las FARC, ha dejado claro que “no hay la más mínima posibilidad de renegociar los acuerdos. Lo acordado, acordado está”. Hace la advertencia para los navegantes que están fomentando el voto negativo en el plebiscito, encabezados por el ex presidente Álvaro Uribe Vélez.
Si lo pactado logra el refrendo de una mayoría de colombianos aún tendrá que enfrentarse a numerosos peligros. Uno es el del paramilitarismo, especialmente activo las últimas semanas en todo el país. Sólo en este año han sido asesinados algo más de medio centenar de líderes sociales y otros 500 han recibido amenazas y las FARC insisten, como explica su comandante Pablo Catatumbo, que “los paras son la espada de Damocles de los acuerdos”. El proceso incluye nuevas herramientas para luchar con este fenómeno tan imbricado con la política colombiana y con sus fueras armadas, pero acá, en la X Conferencia, no hay guerrillero que muestre certeza sobre la capacidad del Estado para garantizar la seguridad.
Tampoco está claro quién ni cómo se va a pagar la factura de la paz con las FARC-EP. Aunque los detractores del acuerdo se han centrado en el dinero que servirá para abonar la transición de la guerrilla, esa es la cuenta menor. La Reforma Rural Integral (acuerdo primero), la “solución al problema de las drogas ilícitas” (acuerdo cuarto) o el armazón del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición necesitan recursos. También todo el esquema de seguridad para los desarmados y los movimientos sociales, que incluye un Pacto Político Nacional; la Comisión Nacional de Garantías de Seguridad; la Unidad Especial de Investigación; el Cuerpo Élite en la Policía Nacional; el Sistema Integral de Seguridad para el Ejercicio de la Política; el Programa Integral de Seguridad y Protección para las Comunidades y Organizaciones en los Territorios, y las Medidas de Prevención y Lucha contra la Corrupción.
Tampoco está claro quién ni cómo se va a pagar la factura de la paz con las FARC-EP
El comandante Jesús Santrich cree que la solución es redirigir la “gran inversión en seguridad y defensa, que se lleva el 5% del PIB nacional, y las obligaciones de la deuda externa”. Santrich asegura que el compromiso del Gobierno con el denominado como Fondo de Paz es apenas del 1% del PIB y eso es insuficiente. “Haría falta un 4% anual durante, por lo menos, una década” para cumplir con lo pactado y que Colombia experimente mejoras significativas en los problemas estructurales que arrastra desde la Colonia. En todo caso, lo que el comandante cree que es injustificable es que “si ha habido tanto dinero para la guerra, ahora se diga que no hay para la paz”.
Los micrófonos se desplazan. Tras la clausura de la X Conferencia Nacional Guerrillera, la fauna mediática, salpicada de los grandes grupos y de decenas de medios alternativos colombianos, abandona la región que siempre fue refugio de los líderes de las FARC. Ahora, los medios poderosos se trasladan a la escenificación de Cartagena. Los otros, si aún les quedan recursos para aguantar, se quedarán a la inmensa fiesta musical que la guerrilla tiene planificada aquí el mismo día 26, en la que participarán músicos de primera línea. La palabra “paz” seguirá siendo la protagonista y la alegría por el silencio de las armas tendrá que convivir con la nostalgia que ya se siente en algunos por abandonar la vida en los campamentos, la fraternidad que se teje en medio de la guerra.