Un destino común para la riqueza
La consistencia —no solo científica— de un economista se revela en su interpretación del estado de cosas presente, en la actividad periodística con la que se enfrenta a los acontecimientos políticos, económicos y financieros en continuo devenir. En este ejercicio de columnista, Marcello De Cecco es el mejor, por encima incluso de Paul Krugman quien se expresa semanalmente en el New York Times con lucidez y no poca valentía. Pero la competencia histórica, geopolítica y financiera de De Cecco es verdaderamente única, y se condensa en su libro Ma cos’è questa crisi (2013), donde se recopilan sus intervenciones aparecidas en La Reppublica entre 2007 y 2013.
La independencia del BCE es según De Cecco la clave de bóveda para afrontar en los próximos años los riesgos enormes que estamos corriendo"La crisis actual es estrictamente financiera", y se trata de una crisis que tiene en Estados Unidos su verdadera variable independiente, el motor que determina el comportamiento de todos los demás. De Cecco es de los pocos, quizá el único, que ha invocado, al analizar los inicios de la crisis actual (2007), lo que sucedió en 1907, la "conclusión de un ciclo de desarrollo mundial igual de turbulento que el que la economía mundial experimenta desde hace más de un quindenio (...). También hace un siglo, el epicentro de la crisis fue el sistema financiero americano, y la economía de Estados Unidos se vio implicada tanto como parece estarlo ya ahora —con sus bienes raíces— y amenaza estarlo todavía más en los próximos meses". Esto escribe De Cecco en su artículo del 17 de septiembre de 2007 (la fecha es importante), apoyándose en su trabajo Moneta e impero. Il sistema finanziario dal 1890 al 1914 (1979), hasta hoy el único estudio de un periodo que asiste al desarrollo de algunos grandes países, como Estados Unidos y Alemania, que vinieron a desafiar la hegemonía de Inglaterra y Francia, paralelamente a la industrialización de un conjunto de países (que hoy llamamos BRIC) como Japón, Italia y Rusia, con la explotación de materias primas y el desarrollo de la agricultura de exportación.
Un periodo, como en el curso de nuestros últimos veinte años, en el que el mercado financiero internacional conoció un desarrollo "turbulento y desordenado" aunque potentísimo, que condujo derecho a la crisis de 1907, seguida de una tregua de "keynesianismo vulgar" (el reajuste como medida contracíclica para contrarrestar la caída de las importaciones), la institución de la Reserva Federal estadounidense y el crecimiento del populismo y el nacionalismo. Y que provocó la Primera Guerra Mundial.
El 21 de enero de 2013 (L’ultima guerra delle monete), De Cecco se expresa sobre la actualidad de la crisis del modelo de capitalismo financiero revisando las últimas dos décadas. Una crisis que ve a la Reserva Federal y a los bancos centrales ingleses y japoneses comprometidos en garantizar muy generosamente liquidez a los mercados y en intervenir en el mercado de divisas para evitar revalorizaciones de sus monedas, pero con el Banco Central Europeo oprimido por la camisa de sus propios Tratados, verdaderos "monstruos jurídicos", con un euro cuyo valor se ha dejado por completo en manos de los mercados financieros, los cuales, revalorizándolo, frustran los esfuerzos de reequilibrar los balances de cuentas, con "las rabietas de los gobernadores neuróticos del Bundesbank" y la estupidez del ordoliberalismo alemán que pone la austeridad como prius del crecimiento, y con Mario Draghi que, como buen americano, busca por todos los medios hacer del BCE un banco central a todos los efectos, es decir completar la construcción del euro como moneda única, lo que todavía no es, al ser el euro una moneda sin Estado.
La cuestión constituyente en el único plano hoy realmente posible es la construcción concreta de la democracia a escala europea"Se expresan ahora voces tanto de derecha como de izquierda, en importantes países europeos, que queriendo discutir los recortes ponen en riesgo la governance europea, la cual dejan en manos de populismos de izquierda pero sobre todo de derecha". De Cecco sorprende enfrentándose a ambas posiciones: la de derecha, que anhela el fin del euro y el retorno a la soberanía monetaria nacional, y la de izquierda, que en sus mejores formulaciones técnicas (véase por ejemplo Frédéric Lordon y Jacques Sapir) anhela una reforma monetaria tipo Sistema Monetario Europeo con la creación de un "eurobanco" también en nombre de una soberanía democrática nacional reconquistada. La independencia del BCE es según De Cecco la clave de bóveda para afrontar en los próximos años los riesgos enormes que estamos corriendo. "Se sorprenderán de lo que acabo de afirmar quienes me conocen y saben que desde hace tiempo soy enemigo de la independencia de los bancos centrales con respecto a los poderes políticos". En el vacío institucional europeo, en la huída política que del Parlamento a la Comisión europeos deja amplio espacio a la Alemania de Merkel para perseguir sus intereses exclusivos, "se debe proceder a vestir tal estructura de una modalidad institucional de governance eficaz, antes de que finalice el mandato de Draghi como [presidente del BCE] y nos encontremos con que surja no otro Draghi sino una nueva dirección alemana".
El riesgo es muy serio y próximo, ya a partir de las elecciones de 2014, de que la supremacía alemana en la Europa monetaria pueda llegar a ser superior de lo que ha sido en estos últimos años. La de De Cecco es una elección "táctica", ciertamente benévola en lo que a Draghi se refiere, que pone como prioridad la cuestión constituyente en el único plano hoy realmente posible, es decir el de la construcción concreta de la democracia a escala europea. Un proceso constituyente, el de De Cecco, por así decir monetario, esto es, el tránsito de la actual moneda única a un euro como moneda común, una moneda dotada de poderes en última instancia (aunque ya estemos en esta vía, dado que el BCE monetariza a la grande, whatever it takes, los déficits públicos de los países débiles, en contradicción con sus propios principios constitucionales); una moneda, sobre todo, común por estar dotada de poderes federales dirigidos a garantizar, al menos con la unión bancaria y fiscal, la construcción de una Europa más unida. Lo que hoy no es, hasta el punto de que el euro está explotando en tantos euros como países miembros hay en la zona (por la divergencia de tasas de interés y de inflación, con la renacionalización de los mercados y bonos del tesoro, además de por la libertad de movimientos de los capitales, como en el caso de Chipre), lo que el populismo de derecha y de izquierda, en nombre de una idea de democracia (¿parlamentaria?) trágicamente risible, no hacen sino agravar.
La invitación de De Cecco se ha de tomar muy en serio. Tal y como hoy existe, el euro es un desastre, verdadero dispositivo de deriva económica y de sufrimiento humano y social. Su ruptura, en cualquier forma que se quiera, sería asimismo un desastre, porque nos podría dirigir al nacionalismo, especialmente si se tiene en cuenta la tendencia a la desglobalización a escala mundial, inducida por el claro descenso del comercio mundial y la tentación proteccionista hoy presente por doquier. La opción Draghi, la "americanización" de la política monetaria europea, no puede ignorar por otra parte sus fuertes límites, que son los de una política monetaria que de facto se sostiene en un sistema bancario ligado al doble filo de la deuda soberana. Una política que no induce crecimiento real, en la que el desempleo y las desigualdades aumentan sin medida, mientras la liquidez inyectada en grandes cantidades se queda en los circuitos financieros, no filtra adonde debiera, arriesgando inevitablemente alimentar una burbuja. Las únicas, tímidas señales de recuperación, como en España, se explican en efecto sobre la única base de la reducción dramática del coste del trabajo y de una pobreza rampante, tanto que el mismo FMI considera estas señales de "salida" de la crisis como meramente coyunturales.
El problema es que, mientras el tiempo apremia, las fuerzas políticas en juego a todos los niveles no parecen salir de este impasse histórico. Una nueva táctica para una nueva estrategia es por tanto necesaria. Ni con la derecha fascista, ni con la izquierda soberanista. Ésta es la provocación explícita de De Cecco, quien no piensa tanto en Draghi como en la construcción de un ciclo de luchas en el terreno de la moneda del común, un sistema monetario que sepa garantizar una redistribución de la renta sobre la base de derechos de ciudadanía absolutos.
¿Lograrán los movimientos sociales que se esfuerzan por llevar al plano europeo las exigencias de la multitud europea, definir un proceso constituyente de la Europa posliberal y nuevos experimentos institucionales para la reapropiación crítica de la riqueza social?
Como decía Benjamin: aun careciendo de ilusiones sobre la época, pronunciarse sin reservas en favor de ella.
Publicado en Il Manifesto el 7 de noviembre de 2013. Traducción de la Fundación de los Comunes