Tras la clara victoria, hay chavismo para rato
El domingo pasado, 19 millones de venezolanos, venezolanas y residentes con más de diez años en el país, estaban llamados a las urnas para elegir 357 alcaldes, 2.386 concejales y 69 representantes indígenas. Tras unos comicios con una participación del 58%, el chavismo ha ganado con un 49,24% de los votos frente al 42,72% de la oposición. Con esta indiscutible victoria, el habitualmente convulso clima político venezolano debería de estabilizarse por unos meses, en un año en el que además de estos comicios locales, el 14 de abril se celebraron elecciones presidenciales, tras la muerte de Chávez.
Hace un año, el 8 de diciembre de 2012, Chávez conmovía al mundo con una alocución que sólo podía ser leída como su testamento político. El hombre que mejor supo entender los medios de comunicación, quien se coló en las vidas de los y las venezolanas haciéndose presente en su día a día, se despedía por televisión de un pueblo aturdido. Los acontecimientos a partir de ese instante se aceleraron en Venezuela. Tras un multitudinario duelo sin parangón en la historia latinoamericana, los analistas de la oposición y las matrices de opinión hegemónicas, las que circulan por los medios de comunicación, anunciaron el fin del chavismo. Para la oposición venezolana su profecía no se autocumplió el 14 de abril..., pero casi. Algunos sectores impugnaron incluso el resultado y llamaron a una efímera insurrección que dejó a 11 militantes chavistas muertos.
A sólo una semana de las elecciones municipales el país 'casualmente' se quedó sin luz, al día siguiente otra casualidad hacía colapsar el metro de Caracas
Para los estrategas opositores, la nueva elección presidencial, con una altísima participación y lo que se leyó como un ajustado resultado, con 1,5% arriba para el nuevo presidente Nicolás Maduro, confirmaría que el chavismo llegaba a su fin y que sólo la lealtad a Chávez, hiperbolizada por la estela de emotividad, les había salvado. El acelerado proceso de pérdida de apoyo del presidente Maduro durante la campaña “demostraría” que era cuestión de tiempo y por tanto se hacía preciso buscar un nuevo golpe para por fin salir de “la anomalía histórica” que es el chavismo, como afirmaba la editorial del diario opositor Tal Cual del 31 de enero de 2012.
Hacer chillar la economía
Las elecciones municipales del 8 de diciembre parecían ser una oportunidad para ello. Se trataba de convertir éstas en un plebiscito sobre la continuidad del chavismo en general y de Maduro en particular para lo cual se hacía preciso calentar la calle. Durante meses hicieron gala de su músculo económico y emularon a Kissinger haciendo “chillar” a la economía venezolana: --el 15 de septiembre de 1970, Nixon, por recomendación de Kissinger, dio instrucciones a la CIA para “hacer chillar la economía (chilena)”--. En una operación a lo George Soros --quien hundiera mediante operaciones especulativas la libra y otras monedas del Sistema Monetario Europeo (SME) en 1992-- lograron multiplicar el valor del dólar paralelo por 10 en el mercado negro, lo que disparó la inflación en el país y hundió el valor simbólico del Bolívar, la moneda nacional. Posteriormente, sin racionalidad económica alguna asociada, comenzaron a 'desaparecer' del mercado productos básicos de forma secuencial --un par de semanas 'desaparecía' el papel higiénico, luego 'se esfumaba' la harina de maíz precocida para la arepa, el alimento más extendido y tradicional de Venezuela, finalmente sacaron de escena la leche--. A sólo una semana de las elecciones municipales el país 'casualmente' se quedó sin luz, al día siguiente otra casualidad hacía colapsar el metro de Caracas.
Entre tanto el chavismo y el presidente Maduro, que parecían contra las cuerdas tras la victoria con sabor a derrota del 14 de abril, reaccionaron. Tras una audaz campaña de inspección de precios a nivel nacional, el Gobierno venezolano desveló cómo la burguesía importadora, amenazada por el plan de Maduro de atajar la corrupción en el sector importador, estaba tras las principales agresiones económicas que, en periodo navideño, fagocitaban el salario de los trabajadores.
En ese contexto las elecciones del 8 de diciembre, con un importante porcentaje de participación de casi 59%, se convirtió en un aval para el presidente Maduro y el chavismo del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que, extrapolando los resultados, habría vencido por un 53,5% a 46,5%, ampliando de nuevo la distancia entre ambos campos políticos y cuestionando la matriz de opinión opositora de que “hay un país dividido en dos”.
Tendencia confirmada
No obstante lo dicho, el chavismo retrocede ligeramente en los mayores entornos urbanos, perdiendo Barquisimeto y Valencia --la tercera y cuarta ciudades del país--. Se confirma por tanto la tendencia a que amplios sectores de las clases populares autoidentificadas ahora como clase media, si bien están satisfechos del legado de Chávez, no ven colmadas sus expectativas de desarrollo personal en términos de consumo, realización laboral, poder adquisitivo y calidad de los servicios, lo que los aleja del mismo proceso que los sacó de la pobreza --a ellos o a sus padres-- y que sería visto por ellos como un proyecto para las clases populares a las que ya no se sentirían pertenecientes.
Por otro lado, en términos políticos el resultado debe ser leído como un jarro de agua fría para la oposición, y especialmente para su líder, Henrique Capriles, que enfrentaría ahora una división contenida hasta la fecha por sus derrotas con sabor a victoria del 7 de octubre de 2012, (las presidenciales que Chávez ganó meses antes de su muerte) y 14 de abril pero que difícilmente logrará superar con este resultado. La 'dirigencia' opositora más dura ya se había distanciado de Capriles y había marcado su hoja de ruta, una nueva constituyente, por más que ahora parezca inverosímil y más plausible para ellos apostar por un proceso de refundación y regeneración de liderazgo en busca de un mejor horizonte en un plausible revocatorio en 2016.
El presidente Maduro, por el contrario, sale muy reforzado de esta elección, a lo externo y a lo interno, ya que en la práctica son sus primeras elecciones --las del 14A las habría ganado amparado por el designio del Presidente Chávez-- y el resultado es incontrovertible. En este contexto, con una oposición muy aminorada y un horizonte político sin procesos electorales hasta 2016, se abre un horizonte de esperanza para una gestión sin turbulencias, imprescindible para acometer las reformas económicas que lleven la Revolución Bolivariana de la inclusión a la calidad de los servicios públicos y del control de la renta petrolera a la diversificación de la economía y la soberanía alimentaria.