Los ‘girifna’ piden la dimisión del Gobierno de Jartum
El pasado 22 de septiembre, el presidente de Sudán, Omar Al Bashir del National Congress Party (NCP), anunció, en una intervención televisada, fuertes medidas de austeridad contra la crisis económica que entrarían en vigor en 24 horas. Entre los recortes anunciados –los segundos de este tipo que se implantan en 2013–, está la retirada del subsidio estatal al combustible (en un país productor de petróleo) y a algunos alimentos básicos, como el azúcar y el aceite para cocinar. Esto ha supuesto que, de la noche a la mañana, se haya duplicado el precio de estos productos básicos para la ya dura supervivencia de la mayoría de los sudaneses. El anuncio provocó casi inmediatamente manifestaciones de protesta por todo el país.
Las revueltas se extendieron simultáneamente por multitud de ciudades: no sólo en la capital Jartum, sino también en Wad Madani, Kassala, Port Sudan, Gadarif, Sinaar y Nyala, entre otras. El Gobierno había previsto protestas por los recortes y, antes de anunciarlos, ya tenía en alerta a todos los cuerpos de seguridad del Estado (Policía, Ejército, servicios de inteligencia y milicias afines y privadas…), dotados con gran cantidad de material antidisturbios. Los alrededores de las universidades y otros centros fueron rodeados por las fuerzas de seguridad, que impidieron cualquier reunión. Sin embargo, las manifestaciones que se están llevando a cabo son las más virulentas y numerosas vividas en Sudán en años.
Disparos a los manifestantes
Los activistas acusan a la policía de utilizar munición real y haber asesinado a más de 200 personas, casi todas jóvenes estudiantes, incluso menores, en la represión de las revueltas, lo que ha aumentado la ira de los sudaneses dentro y fuera de las fronteras. Las autoridades han negado que utilizasen munición real y han acusado al Frente Revolucionario de Sudán, el principal grupo de la oposición, de ser ellos los que han disparado a los manifestantes. Desde el 23 de septiembre hasta mediados de octubre, el ministro de Interior reconoce haber detenido a “700 criminales”, pero las asociaciones denuncian una cifra que podría ser el doble, entre estudiantes, líderes civiles y políticos, activistas y periodistas que han sido arrestados incluso en sus casas durante la noche. En 2010 el Gobierno aprobó una nueva ley de seguridad muy represiva que, entre otras cosas, permite detener sin cargos durante cuatro meses y medio a cualquiera que los Servicios de Inteligencia consideren oportuno.
A pesar de todo, lejos de tomar el control, la situación se le ha ido de las manos al Gobierno de Jartum. Las protestas han aumentado al grito de “Abajo el régimen”. Es ahora, en octubre, cuatro años después de su nacimiento, cuando el grupo Girifna y sus reivindicaciones cobran fuerza. Girifna (que se traduce como “estamos hartos”), surgió en octubre de 2009, cuando un grupo de activistas decidió movilizar, concienciar y educar a la sociedad civil de cara a las elecciones que se celebraron en abril de 2010, las primeras multipartidistas que celebraba el país desde 1986.
Hasta hace poco, el presidente de Sudán, Omar Al Bashir, era el primer mandatario en activo requerido por el Tribunal Penal Internacional de La Haya (TPI). En julio de 2008 el tribunal emitió una orden de arresto contra él por crímenes de genocidio y de lesa humanidad cometidos en Darfur, la parte oeste del país. En teoría, los países signatarios del Tratado de Roma (creador de la Corte Penal Internacional) estarían obligados a detenerle en caso de pisar su territorio. Esto minó su imagen y limitó sus movimientos.
Girifna: “Estamos hartos”
Ahora el colectivo Girifna ha crecido y es uno de los principales portavoces de la realidad de Sudán en el extranjero. Envían imágenes y mensajes multilingües destinados al exterior a través de las redes sociales. El Gobierno ha tratado de tumbar las acciones de este grupo. Ha cerrado periódicos y emisoras de radio e incluso intentó interrumpir la conexión a internet en todo el país. A finales de septiembre se produjeron varios apagones generales que los activistas sortearon con otros medios para enviar información, comunicándose con activistas de países vecinos como Egipto, o sudaneses en la diáspora. Entre los detenidos hay muchos blogueros y destacados activistas de las redes sociales, que dominan el inglés y las nuevas tecnologías. Sin embargo, la información sobre las protestas en Sudán sigue fluyendo. Diversos militantes que ya han sido puestos en libertad denuncian torturas en las cárceles.
En internet se pueden seguir los testimonios. La versión oficial de los hechos difundida por los medios oficiales queda en entredicho al lado de los relatos en primera persona. Las agencias de noticias oficiales, como SUNA, estaban acostumbradas a disfrazar los levantamientos sociales como disturbios tribales y religiosos o actos de delincuentes comunes. Los sudaneses están hartos y luchan activa y pacíficamente para que el régimen de Al Bashir y el National Congress Party salgan del Gobierno.
SUDÁN, UNA DIVISIÓN DE INTERESES
Rosa Moro
Sudán, hasta la independencia del Sur, era el país más extenso del continente africano. Ahora, se compone de la parte norte del país, cuya capital es Jartum, con unos 34 millones y medio de habitantes, y Sudán del Sur , que tiene unos 10 millones y medio de habitantes, y tiene por capital Juba.
Ambos países se escindieron tras un referéndum celebrado en julio de 2011, pero dejaron asuntos clave sin resolver, como cuál de los dos se anexionaría los Estados centrales, ahora fronterizos: Kordofan, Nilo Azul, Montañas Nuba y sobre todo Abyei, de donde proviene la mayor parte de la producción petrolífera de ambos países. Desde antes del referéndum irrumpieron en la vida política los conflictos en estos Estados, y todavía se cometen atropellos, abusos, asesinatos y desplazamientos masivos de la población, provocados por la lucha por el control de los ricos recursos naturales.