El poder de la indiferencia
¿Qué quiere decir esta
paradoja? Con independencia de
las razones que llevan a la mayor
parte de los españoles a votar –adhesiones
fiduciarias muy semejantes
a las que pueden ligarnos a un
equipo de fútbol, a una estrella de
la canción o a un dictador– lo cierto
es que hay que reconocer esta contradicción
que, antes de cualquier
acción de Gobierno, desconecta ya
radicalmente democracia y elecciones:
los indiferentes votan
mientras que los comprometidos,
los interesados, los conscientes se
quedan en casa –o votan en miniatura–.
El bipartidismo gobierna
desde hace años sobre la base de
una ‘indiferencia’ social frente a la
cual los políticos se sienten completamente
libres de hacer lo que
quieran: las urnas son tan vinculantes
como el sexo ocasional en
una noche de borrachera.
Cuando Rubalcaba, en el arranque
de la campaña, mostraba su
preocupación por los ‘indiferentes’
de izquierdas que podían favorecer
la victoria del PP, estaba preocupado
en realidad por el hecho de
que el PSOE no cuenta con suficiente
‘indiferencia’ de su lado como
para equilibrar la que va a dar
la victoria a sus gemelos rivales.
En algún sentido, el reproche a los
sectores abstencionistas es el de
que se interesan demasiado por la
política como para votar, lo que sin
duda perjudica a sus intereses. La
‘indiferencia’ es mucho más reaccionaria
–y por lo tanto mucho más
constante– que el compromiso,
siempre crítico, y el PSOE, a pesar
de todos sus méritos, no ha logrado
convencer a los ‘indiferentes’
de que es tanto o más reaccionario
que el PP. Por eso durante las campañas
electorales se vuelve durante
tres semanas de izquierdas, o
anfibio entre los dos bandos, tratando
de sumar votos conscientes
a sus votos indiferentes.
¿Y el movimiento 15M? Su inmenso
valor reside en el hecho de
que surgió de esa misma indiferencia
para repolitizar la razonable
desconfianza en los políticos, los
partidos y las instituciones. Su potente
fuerza deslegitimadora se reflejará
escasamente en los comicios,
pues quedará absorbida, de
manera dispersa, en abstención, voto
en blanco y apoyo consciente a
fuerzas minoritarias. La propia
distribución que refleja la encuesta
citada deja al movimiento fuera
de juego. Pero ‘fuera del juego’ es
donde ahora mismo se juega la posibilidad
de conservar –como en
los monasterios medievales la cultura–
la vida política. La conciencia
y la democracia discurren paralelas
al poder, que se reproduce
sin embargo, con todos sus efectos
reales y a veces mortales, a
partir de la indiferencia.
El propósito, por tanto, debe ser
doble: alejar a la indiferencia de las
urnas, donde se vuelve peligrosísima
–sobre todo en tiempos de crisis–,
y preparar un recinto donde
los indiferentes, primero inofensivos,
luego conscientes, puedan repolitizarse
antes de volver, por una
vía u otra, al poder. Se necesita
tiempo, es verdad, pero cuanto más
anticapitalista sea el 15M,más conciencia
creará; y cuanto más 15M
sea el 15M,más apoyos recibirá.