Víctimas y verdugos
En el mercado veraniego de fichajes, un Hércules
recién descendido de categoría estaba buscando
un portero. La Real Sociedad contaba con un joven
guardameta con muy buena pinta, pero querían
que se foguease en segunda división para coger
experiencia. Rápidamente iniciaron las conversaciones,
pero cuando Zubikarai, el portero suplente
donostiarra, tenía casi las maletas hechas para irse
a Alicante, todo se torció. Saltó la noticia: su padre
estaba cumpliendo condena por terrorismo. Su padre,
Cándido Zubikarai, era de ETA.
La noticia se extendió por Alicante, y es que
además de que su padre perteneció al comando
Eibar, Eñaut Zubikarai apoya el acercamiento
de los presos vascos a Euskal Herria. Enterados
de ello, los dirigentes del Hércules rompieron
las negociaciones con el presidente de la Real,
Jokin Aperribay (familiar de víctima del terrorismo
por cierto: su padre sobrevivió a un atentado
de ETA). El equipo alicantino se justificó:
“Esto es un tema que puede herir la sensibilidad
de mucha gente”.
Desde que terminó la conferencia de paz donostiarra
los medios de comunicación están
lanzando constantemente el mensaje de “no se
puede equiparar a víctimas y verdugos”. Y tienen razón, claro, nadie afirma eso, el problema
es delimitar ese “víctimas y verdugos”. Haciendo
un análisis más sensacionalista que racional quizás
sí que esté claro, pero la terca realidad y el
más terco aún fútbol niegan esto. Y es que hay
otra historia de Eñaut Zubikarai que no saltó a la
prensa: su tío Jesús María Zubikarai fue asesinado
por el Batallón Vasco Español, uno de los precursores
de los GAL. Por tanto, ¿Zubikarai y sus
familiares tendrán que pedir perdón como verdugos,
les tendrán que pedir perdón como víctimas
del terrorismo, o ambas cosas? La situación
es mucho más compleja.