Relevo y critica de las rebeldías
- Luisa Pardo en una escena de El rumor del incendio. Julio Castro Jiménez
Cuenta Luisa Pardo, la actriz del grupo mexicano Lagartijas Tiradas al Sol, que en el año 2000, cuando tenía 17 años, murió su madre y que al revisar sus cosas encontró varios documentos que le descubrieron otra historia de esta mujer: su militancia política y guerrillera en los años ’60 y ’70, que tanto ella como su hermano desconocían.
A partir de ese hallazgo, dice Pardo, comenzó a investigar en los acontecimientos de los años de la juventud de su madre, y más adelante, junto a sus compañeros teatreros, decidieron proseguir la búsqueda y plasmarla en un “documental escénico” sobre un periodo de importantes movilizaciones sociales en los campos y ciudades, y también de enormes represiones, en México, entre 1965 y1980, utilizando como eje la vida de su madre.
Ésta es la obra que vimos el pasado febrero en la sala Cuarta Pared, dentro del XII Festival Escena Contemporánea de Madrid. El rumor del incendio integra un amplio proyecto titulado La Rebeldía, junto al blog del proceso creativo de la obra El rumor del oleaje y al libro El rumor del momento, donde publican el texto de la pieza teatral, documentos y testimonios de los acontecimientos que les inspiran.
Al comenzar El rumor del incendio Luisa Pardo dice al público: “Me llamo Margarita Urías Hermosillo. Nací en Chihuahua el 9 de noviembre de 1944…”; y al concluirla: “Me llamo Luisa. Nací en la Ciudad de México el 10 de enero de 1983. Soy hija de Margarita y Rafael”.
Si este es el marco y el hilo de la obra, sus últimas palabras, antes de encender simbólicamente el escenario, alumbran su más profundo sentido: “Es la mujer más valiente que yo he conocido […] Si llegamos a tener hijos y quisieran hablar de nuestra juventud, ¿de qué hablarían?”. Esta pregunta es el prisma de análisis político de la obra.
Tres actores, Luisa Pardo, Gabino Rodríguez y Francisco Barreiro, nacidos en los ’80, narran y escenifican las luchas y utopías de sus padres y madres, militantes en las guerrillas rurales y urbanas, en los movimientos estudiantiles y sindicales que se levantaron en México en los ’60 y ’70.
“No quisimos el mundo como lo habíamos recibido, sino mejor”.
Citan en el comienzo de la obra a Arturo Gámiz, uno de los jefes guerrilleros que se rebelan contra los abusos de los terratenientes en Chihuahua. Pero también narran sus fracasos, sus derrotas, y sus ingenuidades. Constatan la persistencia actual del sistema que ellos quisieron cambiar, como tarea pendiente. “Si llegamos a tener hijos…”. Y su teatro rebelde alienta un relevo.
Puro juego
En El rumor del incendio el análisis y la crónica de las revoluciones están fundidos con sus expresiones escénicas. Es puro juego. Sus intérpretes mezclan deliberadamente los documentos y la ficción. Fotografías y filmaciones de los acontecimientos históricos de la época se yuxtaponen a entrevistas y secuencias de exteriores con actores.
Las escenas de guerrilla, combates, y secuestros las hacen los actores con muñecos de juguete sobre maquetas y las proyectan en una pantalla. Los disparos son sonidos emitidos con sus voces. Como un juego de niños.
Los actores narran, bailan, cantan. A la vista del público se ponen máscaras, bigotes y barbas postizas, se pintan, juegan con objetos. Hacen todos los trucos a la vista: presentan y representan.
Símbolo físico de este puro teatro puede ser el interrogatorio policial de Margarita Urías en el DF en 1967. Gabino y Paco, los dos actores, están de espaldas, cubren a Luisa de la vista del público; sin ningún ademán se apartan y ella tiene los ojos, el rostro y la boca pintados de sangre.
Hay dos hilos paralelos que hacen también de contrapunto del documento político y la ficción. Uno es el relato cronológico de los hechos en la vida de la guerrillera, traída como personaje en primera persona por su hija actriz (“Y me enamoré y como estaba bien emocionada un día fui a ver a una bruja y me leyó las cartas, vieron que tendría dos hijos…”).
El otro es el poema "Balada para un caballo", de Jorge Pimentel, que la actriz/Margarita/Luisa dice en estrofas durante la representación, versos en primera persona que funden a la epopeya del animal salvaje y la mujer guerrillera y libre y su rebelión: “Por estas calles camino yo y todos los que humanamente caminan, por esencia me siento un completo animal, un caballo salvaje que trota por la ciudad alocadamente sudoroso que va pensando muy triste en ti muy dulce en ti […] Troto y todo el mundo trata de cercarme [… ], los hombres arman expediciones para darme caza armados de perros policías y con linternas […] Y toda la noche he ido creciendo. Y crecía y crecía / aún más aún más ¿hasta dónde crecerás? / ¿No tienes miedo? No, contesté. Soy libre”.
- Paco Barreiro y Gabino Rodríguez. El rumor del incendio. Andrea López
Crítica a las condiciones sociales y políticas de México
A través del montaje, Lagartijas va analizando críticamente las condiciones sociales y políticas de México y los movimientos revolucionarios que las enfrentan, valorando las iniciativas y la audacia de sus protagonistas, evitando al mismo tiempo su mitificación y beatificación.
Un documento da cuenta de la creación en enero de 1967 del “Estado Mayor del Movimiento Veintitrés de Septiembre”, que integra a Margarita Urías como “Secretaria de Finanzas”, y que declara sus objetivos: “[…] que el fin que perseguían era iniciar el movimiento revolucionario, a efecto de cambiar la estructura económica y social del país, e instalar un gobierno de extracción obrero-campesino.”
Y junto a esta manifestación de intenciones, se van intercalando, no sin cierta ironía, acciones exitosas y errores en los planes y operaciones, en las actitudes de los intelectuales: “[…] el grupo traía el grueso del armamento, pero no llegó porque no pudieron cruzar los ríos crecidos por la lluvia. El segundo grupo […] tampoco logró hacer el contacto.”
Un guerrillero finge que su compañero está reunido con más gente: “ […] así para que no vieran en qué desgracia estábamos, que yo solito con otro éramos todo el movimiento armado en Guerrero”.
Dos campesinos hablan con el maestro que viene de la ciudad a enseñarles marxismo: “Pero usted no viene a enseñarnos, sino a discutir con nosotros y a burlarse de nosotros. Pero cuando se trata de caminar por el monte no puede usted mantener el paso, ni cargar su mochila, ni siquiera fijarse por dónde pisa […] Usted se cayó porque no pisó con cuidado y tiró todo el maíz que usted traía en la mochila. Y yo lo vi que no levantó el maíz, sino que lo tapó con tierra y basura para que los demás no lo viéramos.”
Una generación que deja estela
El trabajo de Lagartijas Tiradas al Sol inventa y combina nuevos prismas, ricos y diversos, para mirar y mostrar acontecimientos políticos. En esta estela, conecta con otros montajes muy diferentes y que se han presentado también en el último año.
Luisa Pardo, nacida en 1983, descubre los papeles de su madre guerrillera y a sus veintisiete años, en El rumor del incendio, la escenifica como eje de los movimientos sociales mexicanos.
En marzo de 2011, la autora y directora argentina Victoria Szpunberg, mostró íntegra en Cuarta Pared, su Trilogía La fragilidad de la memoria, experiencia escénica que fue documentada en DIAGONAL.
La cantante, bailarina y actriz Claudia Massot, nacida como Szpunpberg en los primeros ’70, compuso dos hermosos espectáculos, Oíd Mortales y Hasta luego, confeccionados a partir de las cartas que le enviaba su madre desde la cárcel cuando ella tenía cuatro años,y que mostró en el verano de 2011, en el Espacio DT de Madrid, antes de su regreso a Argentina, tras una década de vida y trabajos en España. La reconstrucción poética de su mirada infantil de la vida cotidiana en la dictadura de Videla y de la prisión de sus padres, la reafirmación de la joven artista en las ideas democráticas de aquellos, la riqueza y los contrastes de las gentes y ciudades de su exilio europeo, eran convocados a través del baile, acciones simbólicas, imágenes y canciones.
También en 2011 y en DT, el coreógrafo y bailarín mexicano Alberto García (1970), nieto e hijo de republicanos españoles que se exiliaron en México huyendo del golpe de estado fascista, creó Quiere cantar su alegría, una extraña performance de ida y vuelta en la que hacía el simbólico striptease político de un mariachi. Mientras canta, zapatea y bebe tequila, va disponiendo en su pasarela giratoria los documentos de su biografía mexicana y española, e ironiza las contradicciones de su educación republicana en el célebre colegio Madrid de México con su viaje juvenil de descubrimiento a una España monárquica, que practica el olvido y el ocultamiento de las ideas y las realizaciones de la II República y sus gentes.