Quinqui sound (vieja y nueva escuela)
¿Música quinqui? Como sucede
con los mods (perdón por la
comparación, amigos de las vespas),
la música quinqui no existe.
Su canon lo conforman una
serie de estilos que, sea por temática
o por popularidad en los
barrios donde proliferaban los
quinquis, eran escuchados por
los amigos del bardeo y el tirón
(y el ocasional chino de “burro
viejo”). Si nos preguntan ustedes
a los nacidos en el extrarradio
barcelonés entre 1969-1973
(es decir, los que pasamos la infancia
justo en medio de los ‘70),
era más que probable que aquellos
tíos aceitunados que venían
a los solares a robarnos los cromos
de Galactica fuesen tan
fans de Accept y Obús como de
Los Chunguitos. ¿Quiere decir
eso que el hard-rock era música
quinqui? No exactamente. Simplemente
que sus usuarios se
conectaban a unos estereotipos
de marginalidad, delincuencia y
rebeldía de clase que estaban
expuestos tanto en las canciones
de Barón Rojo como en Los
Chichos.
En la Inglaterra de los
primeros ‘70, por exponer un
ejemplo foráneo de lo mismo, la
música más usada por aquellos
hardies y skinheads que iban pegando
palos con despreocupación
eran el glam rock y el reggae.
Y en el ambiente casual
futbolero inglés de 1981, el garrulo
demenciado que estaba a
punto de hincarle a aquel otro el
cutter en la ceja era casi seguro
fan de Joy Division o Jam. Eso
no hace al reggae o al post-punk
música quinqui; simplemente
hay que comprender que –al
contrario de lo que sucede en
ambientes estudiantiles de clase
media– en entornos marginales,
subculturales y de clase obrera,
la música es algo que es ‘usado’
más que ‘contemplado’. Utilizas
esa música para ambientar o acceder
a otras cosas: al placer del
baile, del fuki-fuki, del asalto a
una licorería o del pegar puñetazos
en caras, dependiendo del
momento.
Los quinquis españoles de
los primeros ‘70, por tanto, utilizaban
la rumba delincuente
porque pintaba con realismo,
sin moralina y utilizando palabras
de la calle un paisaje de
drogadicción, entradas-salidas
del talego y traiciones del corazón. Este tipo de rumba es,
ciertamente, música quinqui,
sólo que de una época y lugar
muy determinados. Imagino
que para el cholo actual y su
mundo de tuning, pastis, bermudas
pirata de colorido fulgor,
pirsin (piercings), full boxing,
perros feroces y enrevesados
tatuajes sub-polinesios,
la rumba quinqui-funk de 1976
no tiene vigencia alguna. El
mundo del nuevo quinqui requiere
otro tipo de sonido para
ambientar sus algaradas de insomne
fin de semana; mákina,
preferiblemente, o como se llame
su equivalente de hace
unos meses. Algo ultra-rápido,
sin letra potencialmente distractora,
que acelere el corazón
y nuble los sentidos y le
ponga a uno sediento de sangre
y vehículos ajenos.
Dicho todo esto, tras visionar
unos cuantos vídeos de Los
Chichos y Los Chunguitos en
YouTube, sí he de admitir que
sus intérpretes se parecen peligrosamente
a aquellos manguis
que venían –armados de
palos con clavos y el puntual
cortauñas– a sustraer nuestras
bicis y balones en el extrarradio
de los ‘70. De hecho, si uno
obvia los trajes plateados de
Troggs aeronautas que manejan,
podrían ser ellos. El Jero,
el Titi, el Piyi y el Nino (me los
invento), todos con sus coloridos
nombres calis de El día del
Watusi. Y tiene toda la lógica
del mundo que un amigo de lo
ajeno y los opiáceos en 1977 escuchara
La Cachimba o Quiero
ser libre de Los Chichos, o esa
ranchera-punk de letra explícita
que es El pasota en Benidorm
de El Payo Juan Manuel,
con su protagonista poniéndose
to’ciego de hiroína y micropuntos
en Benidor. Esto es, sin
duda, sonido quinqui; sólo que
anticuado. Ahora los tiempos
son otros, y seguro que únicamente
la vieja guardia de granaditos
expresidiarios quinquis
se mantiene fiel a la rumba
old skool. Por lo que respecta
a las nuevas generaciones
cholas, es probable que el nota
que se nos acerca con aviesas
intenciones en un callejón esté
escuchando mismamente jau
(house). ¿No oyen, el retumbar
de los bajos? Ese es el nuevo
tambor de guerra quinqui. Al
loro con él.
TOP QUINQUI
PACO PASCUAL. Promotor Musical y DJ
1- Los Chichos, La Cachimba. Una
historia de amor no correspondida
sobrellevada a base de costo y con
quizá uno de los mejores breaks funk
de la música quinqui.
2- El Pelos, Sr. Juez. El quinqui
siempre sufre en sus carnes las
injusticias de un sistema judicial que
no comprende por qué la sociedad les
lleva a ser lo que son, un alegato final
con posiblemente la letra más políticamente
incorrecta que jamás se haya
escrito.
3- Los Calis, Heroína. Y la heroína
mostró su cara más amarga, y los
músicos les dijeron a los quinquis lo
mala que era. Aunque viendo el resultado
a estas alturas, o la didáctica de
estas canciones no calaron o los quinquis
no supieron verle el sentido a las
letras. El Lp donde venía este tema
vendió cerca de un millón de copias ,
me río yo de los superventas de ahora.
4- Los Utrera, Prisionero de la Droga. Un testimonio de primera
mano para explicarnos las consecuencias
de la maldita droga en el quinqui.
Mucho sufrimiento, lágrimas y jóvenes
cuerpos arruinados.
5- Tony El Gitano, La droga. La
mejor droga es el amor, o eso
pretende decirle Tony el Gitano en
esta composición que va dirigida a la
juventud, esa juventud buena a la que
no se le dan oportunidades sólo por
cometer el delito de ser joven. Di no a
la heroína que es muy mala y te arruina la vida.
6- El Payo Juan Manuel, El Protector.
El oficio de proxeneta alcanza
un raro lirismo, si se hace de la
forma en que lo desarrolla el Sr. Micalet,
protagonista de esta alegre tonadilla que nos muestra que el mundo de
la prostitución puede llevar al retiro
temprano y encima dejar que la descendencia
se haga cargo del negocio.
7- Bordón 4, Paso de lo que digan.
Un alegato a la libertad, bueno
más bien, al hago lo que me da la
gana, lo que viene siendo salir de
copas, alternar, levantarse algún 1.430
y demás tareas que todo buen quinqui
debe de realizar, y que por su puesto, le impiden ganarse la vida honradamente.
8- El fary, La Mandanga. La
heroína mala, pero los
porros… los porros no, todo lo contrario,
es una cosa muy moderna de
la juventud. O eso decía el mismísimo
Fary en esta coplilla con base
disco allá por los ‘70. Esto es provocación,
no ponerse una cresta de
colores o un imperdible. Un tema
del que él mismo llegó a renegar
cuando se hizo mayor.
9- Tony el Gitano, Mossos d’Esquadra.
El mayor enemigo del quinqui,
la pestañí. Y aunque la dictadura
terminó y los cuerpos de seguridad
del Estado parece que se democratizaron,
el quinqui sabe que no, que
aunque la mona se vista de seda…
Aquí encontramos un singular relato
del pavor y la ruina que al quinqui le
producen la más sola mención del
nombre de cualquiera de uno los
cuerpos seguridad.
10- El Pelos y Los Marus, El Legionario. De los tiempos
en que la violencia de género era el
anis nuestro de cada día. Un tema
que nos cuenta como un legionario
se siente obligado a matar a su
novia y a su amante por un despecho.
Una truculenta historia que
tiene todos los ingredientes para una
película, legionarios, burdeles, costo,
desamores, etc.