El postporno o la política del error
- Foto: Angelita Kasper
DIAGONAL: Tu primer documental y de
postporno, ¿por qué?
LUCIA EGAÑA: Soy hija de una activista feminista
chilena. Biográficamente
tengo esta “ideología”, pero también
la decisión: puedes ser hija
de alguien del Opus, pero luego
decidir si quieres pertenecer o
no. Al terminar Bellas Artes en
Chile, empecé a trabajar en proyectos
audiovisuales experimentales,
autogestionados, sobre temas
no convencionales. En 2004
llegué a Barcelona y me apunté
al doctorado por papeles. Me interesaba
la representación del
cuerpo femenino y elegí como
tema el postporno porque genera
otro discurso de la representación de los cuerpos. Suena fatal,
pero llegué al grupo postporno
de Barcelona porque Beatriz
Preciado me lo recomendó
cuando fui a pedirle consejo académico.
Acabé vinculándome a
ellas, aunque el proyecto lo tuviera
antes.
D.: En tus trabajos anteriores se ve
tu interés por la representación…
L.E.: Siempre he tenido una fijación
con la violencia de la representación.
Que te propongan unos
modelos corporales, relacionales,
de actitudes, es violencia
contra las mujeres. Es violento
cuando una persona sólo sale en
la tele por las tetas que tiene. Mi
fijación también es buscar los
modos de reconstrucción de las
representaciones. Y el postporno
es un ejemplo muy útil.
D.: En el documental, ¿las interferencias
y los ruidos son pretendidos?
L.E: Llevo tiempo fomentando la política
del error, unido al DiY (Do
it yourself). La hiperdefinición
y la hiperperfección son productos
que invisibilizan la tecnología
y la técnica. Algo similar
pasa con el cuerpo: bajo los
modelos que seguimos, queda
invisible todo el trabajo que hacemos
para ser, por ejemplo,
una mujer modélica: maquillarse,
alisarse el pelo, depilarse,
como si no existiera ese tiempo,
tiempo muerto. En el porno
mainstream, lo mismo: esos
modelos son normales y naturales,
como si no se hubiera falseado
nada. Por eso intento que
el error, la interferencia, la visualidad
videográfica estén
orientadas a hacer visible mi
proceso de construcción del
discurso. El error me parece de
lo más “natural”, y a veces veo
el postporno como un error,
una monstruosidad. Y las perversiones
se eliminan del discurso
oficial. La gente de la calle,
académicos y banqueros no
cuentan que les gusta jugar con
instrumental médico por la noche.
Lo mantienen en lo íntimo
y privado.
D.: Trabajas la relación entre el
software libre y la sexualidad…
L.E.: El eje central del software libre,
el código, tiene que estar abierto
para que sea apropiable, reutilizable
y modificable. El paralelismo
con la sexualidad se hace
pensando que ésta tiene también
códigos. Teresa de Laurentis habla
de tecnología de género: el
género está construido a través
de una serie de herramientas y
tecnologías, como los tacones,
que ofrecen una imagen determinada
de la pierna, pero además
impiden saltar, correr… Así
se forman las actitudes que debe
tener una mujer. Estas tecnologías
tienen código cerrado.
No
tenemos autorización para modificar
o introducir un error, como
pasa con el software propietario.
Yo puedo moverme en la
lógica de la feminidad, pero si
no quiero seguir ese protocolo
puedo ser rechazada y segregada.
Y en el fondo es como
Windows, un sistema operativo
estructurado, en el que una no
puede intervenir, ¡y que viene
con virus! Tanto el software libre
como las políticas radicales
de la sexualidad tienen en común
el DiY porque no hay
ninguna institución ni transnacional
detrás y vienen de la disidencia
a lo oficial, lo que obliga
a recurrir a la autogestión y la
autoproducción.
Yo encuentro esta relación e
intento forzarla. Es muy útil para
apropiarnos de la tecnología
desde las sexualidades radicales
y de la sexualidad desde el hacktivismo.
Son luchas paralelas,
sociales y políticas que podrían
aliarse y obtener un gran rendimiento.
En Barcelona está el
proyecto Generatech, de la gran
linuxera y postpornógrafa Klau
Kinki; en su cuerpo se condensa
esta relación de forma práctica.
D.: ¿Ha salido el documental que
habías imaginado?
L.E.: Salió casi lo que me había propuesto:
un mapeo de la situación
actual del postporno en Barcelona.
Es un tema que interpela a la
gente. Me han venido a contar
sus prácticas privadas que no
habían contado a nadie. De todas
formas, la aportación del
documental es introducir el nivel
discursivo que muchas veces
no queda claro en el trabajo postporno.
Mi proceso personal
también ha sido así. Entender el
s/m (sadomasoquismo) desde la
disidencia me ha costado un
huevo.
Para mí era una muestra
del poder vertical, cuando ofrece
roles intercambiables, un potencial
político de estar arriba y
abajo. Ha sido curioso cómo he
empezado a tener prácticas que
no tenía. El mismo fisting con
el que termina el docu me parece
disidente, usar otra parte
del cuerpo como prótesis sexual,
que no sea la polla como
órgano hegemónico o prótesis
de carne más usada.