De Ízaro a la ola de Urdaibai
- URDAIBAI, Pedreña, Pereira y la Marinera en el muelle de San Sebastián./Mónica Antón
A la hora de escrutar
el origen de las
competiciones de
traineras, el relato
histórico alude a las disputas
que mantenían los remeros
de las embarcaciones
de pesca con red -‘trainas’-
por llegar los primeros al
puerto y obtener el mejor
precio en la venta. Mientras,
la leyenda se sitúa en la isla
de Ízaro, un peñón triangular
desgajado de la costa vizcaína
entre las poblaciones
de Bermeo y Mundaka, a
apenas tres kilómetros mar
adentro de la desembocadura
de la ría de Urdaibai. El
22 de julio de 1719, el litigio
por la propiedad de la isla de
Ízaro se dilucidó en una regata
entre Bermeo y Mundaka,
en la que ofició de árbitro
la localidad de Elantxobe.
Resultó vencedora la
embarcación bermeotarra,
pese a perder a uno de sus
13 remeros. Cada 22 de julio,
una fiesta conmemora
esta primera regata con una
travesía desde Bermeo hasta
Ízaro, al final de la cual el
alcalde bermeotarra arroja
una teja a las aguas que rodean
la isla y proclama:
“heltzen dira Bermeoko
Itxuginak” -hasta aquí llegan
las goteras de Bermeo.
Se trata también de un día
de hermanamiento entre las
tres poblaciones implicadas.
El trasunto de esta leyenda
y de su conmemoración
contemporánea cuenta en la
actualidad con su prolongación
en el club de remo
Urdaibai Arraun, creado en
1992 fruto de la unión de los
equipos de Bermeo, Mundaka
y Elantxobe. Desde
1999, Urdaibai participa en
las pruebas de remo de banco
fijo y su propósito de lograr
una trainera competitiva
se ha visto refrendado con
resultados que sitúan al club
en la élite de esta disciplina.
En la temporada 2004 logró
su primera victoria en la Liga
ACT (Asociación de Clubes
de Traineras). En el presente
año, ha obtenido de nuevo
este título de forma incontestable,
logrando nueve banderas
de las 18 disputadas y no
bajando nunca de la quinta
plaza. En la última prueba,
celebrada el pasado 23 de
septiembre en Portugalete,
Urdaibai mejoró en tres segundos
el tiempo de la embarcación
de Orio. Al liderazgo
en la Liga ACT hay que
sumar la victoria de la embarcación
en el campeonato
de España, por delante, en
esta ocasión, de los remeros
de Hondarribia y Pedreña.
Tan sólo la victoria de Orio
en la bandera de La Concha
ha puesto en cuestión, en la
regata por excelencia, el dominio
de Urdaibai.
Distensión recuperada
La quinta edición de la Liga
ACT ha significado la consolidación
de esta competición
que reúne a las mejores
embarcaciones de la cornisa
cántabro-atlántica. En vías
de superar la resaca del ‘caso
Astillero’ -el club cántabro,
acusado de dopaje, ha
permanecido por segundo
año fuera de la competición-,
las regatas de la Liga
parecen haber recuperado
el aire distendido con el que
se dirimen las rivalidades en
este deporte. Desde O Grove
a Hondarribia, el ritual de
pesajes, entrenamiento,
apuestas, tandas y bandera
mantiene el aire festivo que
pudo truncarse cuando al
‘caso Astillero’ se le sumó el
‘caso Pedreña’. Esta embarcación
cántabra fue despojada
hace dos años de la
bandera de la Concha por
una reclamación de Orio,
que tras ser aceptada dio la
victoria a Hondarribia. Hubo
quien en la coincidencia
de ambos casos quiso intuir
un trasfondo político: el remo
cántabro frente al vasco,
el estatus amateur de la disciplina
frente a su incipiente
profesionalización.
Parece que el primer debate
ha quedado zanjado o,
cuando menos, atenuado.
Queda sin embargo por resolver
el difícil equilibrio entre
deporte emergente y
condición amateur. Por un
lado, la televisión en directo,
los patrocinadores y la
creciente afición por las
traineras en poblaciones de
tamaño medio plantea una
exigencia física y técnica a
las tripulaciones propias de
un deporte profesional; por
otro, al tratarse de una competición
estacional, acotada
a los meses de verano, en un
marco geográfico limitado y
con sólo cinco años de Liga,
el remo de banco fijo no tiene
aún las cualidades comerciales
de otros deportesespectáculo.
No obstante,
las traineras se encuentran
en un momento de hibridación,
en el que fórmulas
’pseudoprofesionales’ -entendiendo
por tales las que
permiten la dedicación exclusiva
a este deporte- conviven
con el más estricto y
voluntarioso amateurismo
de la mayoría.