Haciendo camino al andar
Bien arropado por la mano maestra de Raúl Fernández y tras dos entregas previas en formato breve --La piel del oso y Canciones gringas--, Las otras vidas, recién publicado por Acuarela, es un paso en firme que acerca mucho a Abel Hernández a su objetivo. Lo mejor de todo, que es el primero.
¿Con qué intenciones
nació El Hijo?
Fue
una cosa bastante azarosa.
No había un principio, una
propuesta ni un plan. Me propuse
hacer canciones en castellano
y a partir de ahí surgió
todo. El impulso fue ése:
hacer canciones y en castellano
porque en la última etapa
de Migala no hacíamos
canciones, era más una cuestión
de ambientes y sonidos,
y yo tenía la necesidad de hacer
algo simple que pudiera
llevar solo. En un primer momento
la idea era que Migala
pudiéramos tocar esas canciones
pero el grupo se acabó.
Entonces me encontré
con una serie de canciones y
Raúl [Fernández, productor
del disco] me sedujo para hacer
algo con ellas. Fue muy
fácil e inmediato.
¿Obedecen El Hijo y Las
otras vidas a lo que Abel
Hernández quiere transmitir
con su música más de lo
que lo hacía Migala?
Cada disco que sacas
es un paso, para atrás o adelante,
pero un paso. Y captura
en lo que estás en ese momento
y, de alguna manera,
cómo está todo. Un buen disco
siempre hace una foto de
la realidad y de tu mirada sobre
ella. Si la música no es
producto de su tiempo, es
absurdo. El revival no tiene
sentido. Migala fue un proyecto
fantástico... El Hijo es
más desnudo, más personal,
es un proyecto de canciones.
La mayor diferencia entre
un grupo y un proyecto en
solitario es que uno se basa
en el sonido y el otro en la
canción.
¿De dónde surgen las
canciones de El Hijo?
Cuando haces una canción
siempre tiene algo de
autobiográfica, pulsa la tecla
que tienes dentro. Pero, vivimos
en contacto con la realidad,
y con la realidad de los
otros, y si me cuentas una
historia... puede acabar en
una canción. Quien hace
canciones tiene un filtro para
capturar lo que le interesa
pero siempre a partir de
la realidad. Lo que pasa es
que no siempre es fácil aprehender
la realidad de una
forma política.
Algunas de las canciones
de Las otras vidas tienen un
cierto toque mediterráneo,
que sorprende en un discurso,
en general, más inspirado
en la música anglosajona.
¿Es algo premeditado?
Encantado de que te
suene a Serrat. A mí me suena
más a Los Brincos o a los
Beatles... Pero no es premeditado,
no hay nada intencionado
en mi música. No
hay nunca un plan de ataque.
Supongo que sí hay algo
mediterráneo en las canciones,
aunque vivo lejos de
allí y mucho más lejos de
Gran Bretaña o EE UU, pero
está claro que la música anglosajona
nos empapa...
Aunque si hablamos de influencias
en el disco, están
por igual un montón de cosas:
no creo que Piazzolla o
Gardel estén más lejos de mi
música que Smog o Will
Oldham. Siempre se persigue
un discurso propio pero
es verdad que cuando tienes
menos experiencia y seguridad
te apoyas más en lo que
te gusta, eres más mitómano.
Después quieres que lo
que haces no remita a nada,
pero no hay una búsqueda
expresa de ello, eso entrañaría
una intención. Si vas buscando
algo, probablemente
nunca funcionará. Lo que
hay que hacer es hacer.
Gente como Nacho
Vegas o Los Planetas también
se han acercado a una
tradición de música más española,
por así decir, habiendo
manejado siempre
otros referentes.
Venimos de los ‘90, de
una primera etapa en la que
estábamos empapados de influencias
anglosajonas y probablemente
de una cierta actitud
de rechazo al pop en
castellano, y ahora hemos
crecido y estamos encontrando
otras herramientas. Se
han olvidado algunas cosas
de nuestro pasado más reciente
pero he de decir que
cada vez miro más a ese pasado
reciente. En el disco hay
una influencia de toda esa
música en castellano, no necesariamente
española, que
se hizo en los ‘70 y en los ‘80.
A Migala se os acusaba
de pretenciosos, ¿cómo se
puede escapar de una opinión
así?
Es imposible. Siempre
va a haber gente que hable
mal de ti y de lo que haces.
Tratar de escapar de eso es
absurdo. Hay que ser, caminar,
hacer... Y lo que digan
no es muy importante. Para
hacer música no hay que
pensar en qué van a decir,
hay que hacer lo que te flipa,
solamente.
Pero es cierto que Migala
despertaba opiniones encontradas.
Se me escapa tanta pasión.
Simplemente éramos
un grupo de amigos que nos
pusimos a tocar y flipábamos
juntos. Nunca tuvimos
muy en cuenta qué iba a pasar
con eso. Se me escapa
por qué hay gente a la que le
gusta tanto y gente que odia
tanto a este grupo. Es un caso
curioso de amor y odio.
¿Cómo valoras ahora la
trayectoria del grupo?
El primer disco de
Migala era muy adolescente,
lleno de pasión, muy fresco,
había de todo, pop, ruidismo,
piezas radiofónicas,
samples polacos... Pero
siempre seguimos con ese
espíritu y caminando por
una vereda personal. Nunca
mirábamos a un estándar,
pero eso lo tenéis que decir
vosotros. Para mí, Migala es
una cosa personal, son amigos,
vivencias, experiencias
personales, mil aventuras,
un coche de policía en
Francia con los agentes
apuntándonos con las armas...
Nunca lo veo en clave
únicamente musical.
¿Qué le espera ahora a
El Hijo?
A El Hijo le esperan
más hijos, ya que estamos
lanzados... Hacer otro disco,
tocar todo lo que se pueda,
intentar encontrar un lugar
para el público ya que
cuando se hace algo público
es importante que el público
responda. Si no lo hace,
mejor te quedas en casa...
Pero creo que es difícil
porque El Hijo no tiene un
lugar muy ubicable.
¿Y si un día no salen las
canciones?
Siempre salen canciones,
siempre hay canciones
que hacer. Son como las tapas,
siempre están ahí, vas
por la calle y en cualquier
lugar puedes tomar una.
Malas o buenas, siempre
están ahí.
Dejarse llevar por las canciones
¿Prefieres contar historias o plantear letras que estén abiertas a la interpretación?
He intentado hacer canciones que fueran narrativas y canciones que no lo fueran. De hecho, he intentado que cada canción tuviera un planteamiento diferente y creo que lo he conseguido. Algunas cuentan una pequeña historia, otras son escritura automática, casi absurda, otras son más líricas o épicas. Me he dejado llevar por las palabras... También he intentado no utilizar un lenguaje cotidiano, sino manejar un tipo de código diferente, pero uno no manda en las canciones, las canciones mandan en uno. Quizá mi mayor logro ha sido haberme dejado llevar por lo que las canciones querían hacer. Muchas veces establecen relaciones entre ellas, son soberanas. Me gustaría poder hacer lo contrario, tener una pauta, pero no soy capaz, me gusta más que las canciones sigan su curso.