Florecillas venenosas
- MUJERES PERVERSAS. Las protagonistas deciden que, si el mundo es corrupto, ellas lo serán aún más.
Entre los aires de cambio
que sacudieron el
cine en la Europa socialista
de los años ‘60, agitando
vientos de rebelión
estética y política, surgió una
película checa que, con el
inocente título de Las margaritas,
resultó ser todo un tartazo
en la cara de los burócratas
bienpensantes. Vera
Chytilova se atrevía a unir experimentación
visual, comedia
absurda y reivindicaciones
feministas en una película
que, tras deambular por
despachos oficiales, sería
prohibida y tardaría un año
en estrenarse.
No es difícil imaginar la
cara de estupor que pondrían
las autoridades checas al
darse cuenta de qué clase de
película habían financiado.
Lejos de las fábulas ejemplares
sobre obreros esforzados,
Chytilova nos presenta
a dos jóvenes, ambas llamadas
Marie, que deciden que,
si el mundo es corrupto, ellas
lo serán aún más. Así, emprenden
una serie de aventuras
(más que de una historia,
la película se compone de varios
episodios) en las que hacen
gamberradas de diversa
índole: se aprovechan de señores
adinerados para comer
gratis en restaurantes de lujo,
se cuelan en bares donde se
emborrachan y escandalizan
al personal, asaltan un banquete
en el que se ponen hasta
las botas y luego arrasan
con la comida...
Película libre y juguetona,
Las margaritas es un banquete
en el que se sientan como
comensales multitud de
influencias: el surrealismo de
Buñuel y Fellini, el dadaísmo
más alocado, la comedia del
cine mudo, la exuberancia
carnavalesca... Visualmente
deslumbrante (con su uso expresivo
del color, montaje
acelerado, decorados y ambientes
pop), la película usa
técnicas de distanciamiento
para lanzar una reflexión filosófica
sobre la dialéctica
entre construcción y destrucción:
para crear algo
nuevo hay que destruir lo ya
existente -acabar con la falsedad,
desmontar las apariencias-,
pero, ¿hasta qué
punto es posible construir a
partir de las ruinas?
Calificada como película
feminista, conviene apuntar
que éste no es su enfoque privilegiado
ni principal, aunque
sí es cierto que sus desvergonzadas
protagonistas ponen
patas arriba los tabúes
morales, sexuales y hasta culinarios
de la época, desafiando
las buenas costumbres y
optando por ser perversas.
Quizás, la feminista es una de
tantas lecturas posibles, pues
una de las virtudes de esta
obra es que está abierta a
múltiples interpretaciones.
Los tanques soviéticos que
pusieron fin a la primavera
de Praga en 1968 acabaron
también con la nueva ola del
cine checo. Muchos cineastas
(como el conocido Milos
Forman) emprendieron el camino
del exilio, mientras que
los que optaron por quedarse,
como la Chytilova, sufrieron
las consecuencias de la
vuelta al orden socialista. La
industria cinematográfica se
reorganizó de modo que los
guiones y los filmes estaban
sujetos a un control mucho
más estricto, y se desconfiaba
de todo lo que oliera a experimental
o vanguardista.
Vera Chytilova estuvo apartada
de las cámaras hasta
1976, cuando consiguió volver
a rodar una película que
tuvo que ser más convencional
narrativamente. Hoy, a
sus 75 años, sigue siendo toda
una señora de armas tomar
y continúa en activo.