Así en el cielo como en la tierra
Cuando Reclus llega a
Valencia, lo primero
que hace es visitar un
hospital, una cárcel, una escuela
y un orfanato. Quiere
saber cómo se vive allá donde
va. Su mirada sabe cómo
se refleja la sociedad en las
instituciones totales. Y se encuentra
un mundo oscuro,
brutal y en manos de los poderes
más reaccionarios.
También se hace eco de
manifestaciones y mítines. La
gente quiere un cambio, el
que sea. Y se lo proponen los
oradores republicanos. Y les
aclama, creyendo que ahí está
la revolución. El final es
previsible. Elías no es excesivamente
entusiasta, pero no
deja de confundir el deseo de
acabar con lo que había con
el ideario republicano que
admira. Su suave crítica le
salva de meterse en pantanosas
aguas cuando no todo es
de color de rosa.
Imaginaba Elías una revolución
en este corralón y se
encuentra a la gente enardecida
y a los políticos reacios.
Imaginaba, quizás, una republica
‘a la francesa’. Debió de
sentirse como el personaje de
la película de José Luis
Cuerda, Así en el cielo como
en la tierra, que muere, sube
al cielo y comenta que si eso
era todo. Que era igual que
su pueblo. Y San Pedro le dice
que éste es el cielo que está
justo sobre España. Que tenía
que ver el cielo de
Francia. Qué avenidas.