Antonio Gades: así que pasen cinco años
Hablar de Antonio
Gades (1936-2004)
significa mencionar
al renovador
de las raíces de la danza española
y flamenca. Es el gran
referente, dentro y fuera de
este mundo. Él mismo quería
buscar esos orígenes, pues
para él, en España, los oropeles
y el exceso de virtuosismo
habían “prostituido” la cultura
flamenca popular. Principio
básico para entender
toda la trayectoria de un
hombre que, siempre, estuvo
ligado a su pueblo; no en vano,
en la potestad estilística
de Gades está latente el pueblo
andaluz y la herencia expresionista
del ballet europeo.
Supo incorporar a la técnica
de la danza de escuela,
académica, la furia trágica
del flamenco, esa corriente
expresiva sin límites con la
que otorgaba protagonismo a
las voces del pueblo.
En la compañía de Antonio
Gades no había gente que
destacara por sus cualidades
de baile. Antonio nunca pidió
bailarines que supieran dar piruetas,
no valía con ser bailarín.
Había que ser actor. Su arte
es teatro bailado. Por eso,
no es complicado de montar
ni de bailar. Es difícil de interpretar,
como la vida. Una vida
de comienzos difíciles, desde
el seno de una humilde familia
de Elda (Alicante) hasta su
desempeño de diferentes oficios
que nada tenían que ver
con el arte, pero sí con el conocimiento
de un pueblo.
Gades decía: “No vives para
la danza, sino que la danza
te hace danzar. Se olvida que
el baile no es un ejercicio; es
un estado anímico que sale a
través de un movimiento. Por
eso mi compañía está humanizada.
Hay gordos y flacos,
calvos, altas, con tetas gordas,
sin tetas… Es un pueblo
que baila, no son bailarines
que imitan a un pueblo”. Antonio
siempre tiene presente
su condición proletaria, de
trabajador incansable de la
cultura, descartando la denominación
de artista. Aunque
lo que lleve al escenario,
siempre sea puro arte.
Orígenes y trayectoria
Antonio reconoció a Pilar
López Júlvez como su verdadera
maestra. Ella le enseña,
junto con Manolo Vargas, el
mundo del folklore español,
la estética y la ética de la danza.
Y, sobre todo, el respeto
por los compañeros de profesión
y la dedicación al trabajo
digno. Con ellos descubrirá
su inspiración para crear sus
propias coreografías, faceta
que le representará, a nivel
nacional e internacional, y
trascenderá la de bailarín.
López Júlvez le sugirió el
nombre artístico, como recuerdo
a las bailarinas gaditanas.
Como su descubridora,
admirará sus dotes naturales
y su exquisita pureza.
En 1951 entra a formar parte
de la compañía que ella dirige,
y durante 12 años él baila
y se forma en danza clásica
para ir construyendo, poco a
poco, su perfil flamenco y coreográfico.
Gades diría:
“Aquel tiempo de aprender
no lo he perdido jamás”.
Su difusión internacional
se va consolidando, y en el
teatro de la Ópera de Roma
se le llamará “el bailaor de la
esencia andaluza”. En 1962
funda su primera compañía,
en la que representa, con
gran éxito, La historia de los
Tarantos, que Alfredo Mañas
había escrito para él. Con esta
coreografía se plasma su
concepto del buen saber hacer
flamenco, con el que excluye
la denominación de espectáculo.
Antonio quería hacer un
arte sobrio, estilizado, donde
predominara la estética austera
propia del arte flamenco
y de su persona. Y lo consiguió.
Gades fue el primero
que prohibió sacar vasos al
escenario o escupir a los cantaores.
Fue el primero en darle
importancia en los montajes
flamencos a la parte técnica;
poner un cenital, una luz,
un oscuro... que se convertirá
en un legado en los tablaos.
Por eso sus obras trascienden
lo personal sin dejar nada a
la improvisación. Están orquestadas
a la perfección.
Su Carmen trascendió todo
mito por la explosión de
sus propios sentimientos.
Aunque quizá el papel más
inolvidable de Gades fue
Leonardo en Bodas de sangre
o, en su título original,
Crónica del suceso de bodas
de sangre.
En 1978 su trayectoria artística
da un giro al ser nombrado
director del Ballet Nacional
Español, donde, a pesar
de su éxito, sólo permanece
dos años en el puesto, por
conflictos institucionales. En
este paréntesis vuelve a resurgir
el Gades polifacético, el
hombre inquieto con la cultura
que dará una proyección cinematográfica
a su carrera al
rodar con Carlos Saura Bodas
de sangre, El amor brujo,
Carmen y Flamenco
En 1994 crea Fuenteovejuna,
a partir del texto de
Lope de Vega y la adaptación
de José Caballero Bonald, estrenada
en la Ópera de
Génova. Después, Antonio se
retira, definitivamente, y se
dedica a navegar, su otra pasión.
El cáncer acabaría con
su vida el 20 de julio de 2004.
El arte militante
Gades, “hombre unido a la
defensa de los intereses del
pueblo”, se declaró durante
la Transición española “catalán
de Elda”, de ideología
marxista, pancatalanista e
independentista. Así, participó
en la política encabezando
la candidatura del Bloc
d’Esquerra d’Alliberament
Nacional (BEAN), formación
política a la que se mantiene
vinculado durante la década
de los ‘80. Más tarde, acabó
militando en el Partido Comunista
de los Pueblos de España
(PCPE), y fue miembro
de su comité central hasta su
muerte, manteniendo vínculos
con el Partido Comunista
de Cuba toda su vida.
Seis meses antes de morir,
el propio Gades llamó a
Faustino Núñez, musicólogo
gallego y actual presidente
de la Fundación Antonio
Gades, para proponerle la
creación de una fundación,
que acabaría haciéndose realidad
en marzo de 2004 y
que hoy tiene su sede en la
madrileña Carrera de San
Jerónimo. “Enemigo de todo
lo que tuviera que ver con
editoriales, en sus más de 50
años de carrera jamás llevó
márketing”, recuerda Núñez.
Antonio era muy aficionado
a plasmar su filosofía
en frases. Por eso la fundación
se propuso que el primer
trabajo fuera uno de
imágenes y aforismos.