El Leicester y el odio eterno al fútbol moderno
El Leicester es una patada al fútbol negocio. Un ejemplo de cholismo, de que cuando se cree y se trabaja, se puede. Su juego no marca una época pero su pasión marcará la vida de sus hinchas. Nadie daba un duro por este equipo británico al inicio de la temporada pero ha sorprendido al mundo entero con su fútbol directo. Es el tercer equipo de Europa que más balones juega en largo y ha aprovechado sus armas para hacer historia con el título de la Premier. No ha tenido nada a su favor, los árbitros no lo han beneficiado (sustituyeron al colegiado del Stoke–Tottenham por ser fan del Leicester) y los poderes fácticos del deporte no lo querían en la Champions y por eso venden la idea de una Liga Europea cerrada para grandes clubes.
El equipo de Ranieri nos ha demostrado que el fútbol es el deporte preferido de la gente humilde en todos los continentes porque no siempre ganan los más poderosos. Gracias al equilibrio en el reparto televisivo el Leicester ha podido competir. Cobra por derechos de TV (100millones de euros) más del doble que el Atlético de Madrid (41,6 millones) y casi diez veces más que el Eibar (13,8). En España esta gesta es imposible que suceda por culpa de Tebas y sus secuaces.
El Leicester es una oda al fútbol de abajo y puede ser empleado como una resistencia contra el fútbol negocio. Sin embargo no deberíamos permitir que un solo árbol no nos deje ver el bosque completo. Los periodistas no debemos esconder las relaciones de poder para tener historias más consumibles. Debemos contar quiénes son los propietarios del club. Los jugadores y los dirigentes del Leicester no son de clase trabajadora. Pertenecen a la élite. El delantero Ulloa ha aparecido en los papeles de Panamá, los jugadores cobran sueldos superiores a los 600.000 euros y su presidente es un magnate billonario tailandés con negocios opacos y dinero oscuro. Uno de esos dirigentes que entran en el fútbol para esconder sus fechorías y ganar en visibilidad y que cuando las cosas empeoren desaparecerá del mapa…
Ahora el fútbol business utiliza al equipo británico como un refugio para seguir haciendo negocio. Lo han convertido en un bien de consumo para beneficiarse del éxito y adormecer a las masas. Como cantan Los Ilegales parodiando a los hípster en el disco La vida es fuego: “Jamás en mi vida la revolución va más allá del cascarón”.
El triunfo del Leicester debe conllevar una reacción de los hinchas y no una masturbación al aficionado medio. Debe servir como estandarte para movilizarnos por democratizar el fútbol, desmercantilizarlo y que sea un deporte en manos de los aficionados y no el patrimonio de unos pocos privilegiados. Para ello hay que comprometerse con el fútbol de nuestros barrios y de nuestras ciudades y no sólo consumir en silencio la bonita historia del Leicester sentados en el sofá.