Un timón contra la dictadura
“Ganar o perder, pero siempre con democracia”. Ellos lo tenían claro. Eran brasileños, del Corinthians, y querían cambiar el rumbo de su país a través de la pelota. Por eso no dudaron en llevar una pancarta con ese mensaje claro, que arrancó los aplausos del estadio Pacaembú en la final del Campeonato Paulista de 1983, en un tiempo de dictadura militar. En aquel contexto opresivo surgió un equipo donde todo se decidía en asamblea, donde los jugadores y los aficionados eran militantes, y que durante dos años puso patas arriba el fútbol. Fue el tiempo de la Democracia Corinthiana, que tuvo en jugadores como Sócrates, médico de profesión, su mejor representante. Y sí, el Corinthians también ganó aquel partido.
“La gente me dio el poder como un futbolista popular”. “Regalo mis goles a un país mejor”, decía el autor del gol de la victoria ante el São Paulo, con nombre, formas y estudios de filosofía, que organizaba charlas con pintores, cantautores y escritores para sus compañeros. Se dio cuenta del enorme poder que el fútbol, como deporte y espectáculo de masas, podía tener. Cayó en la cuenta junto a un joven rebelde llamado Walter Casagrande, preso por fumar marihuana tras el éxito en el Paulistao; Wladimir, líder sindicalista y el jugador que más veces ha vestido la camiseta del equipo, y Adílson Monteiro, un sociólogo reconvertido en director deportivo. A su lado, Washington Olivetto, publicista que bautizó este movimiento e ideó una camiseta para la historia que se convirtió en un mural de mensajes antirrepresivos.
La Democracia Corinthiana, que hoy encontraría su correspondencia en el movimiento del fútbol popular, comenzó en 1981 tras la salida de Vicente Matheus, un empresario nacido en España que entró en el club en 1959. Matheus encadenó ocho mandatos, marcados por un profundo carácter personalista. Se vio obligado a abandonar el club después de que el equipo terminase en la 26ª posición en el Campeonato Brasileiro y cayese estrepitosamente en el Campeonato Paulista, que enfrenta a los mejores equipos del Estado de São Paulo.
Radicalismo democrático
El sucesor de Matheus fue Waldemar Pires. Su mandato en el Timão apenas duró cuatro años, pero dejó una honda impronta. A día de hoy es consejero vitalicio en el club y su nombre ha sonado cada vez que el Corinthians se ha asomado al precipicio. Quiso ser, desde un primer momento, la antítesis de Matheus. Se desprendió de todo el poder posible y escuchó a todos los miembros del club, desde los cocineros hasta los utilleros, pasando por todos y cada uno de los jugadores.
“En el Corinthians decidíamos hasta si el bus debía parar para que un compañero pudiera mear”, llegó a decir Sócrates, evidenciando el radicalismo democrático de un tiempo donde no existían medias tintas. En asamblea también se decidió la salida de jugadores como Paulo Cézar ‘Caju’, una de las estrellas del equipo, o el meta Rafael. “No comparten el espíritu del club, deben abandonarlo”, concluyó la mayoría de la plantilla. El grupo también decidió en 1983 que el Corinthians no ficharía un sustituto para el técnico Mário Travaglini y que el lateral Zé María, uno de los más veteranos, asumiría las riendas. La rebelión estructural vino acompañada de dos Campeonatos Paulistas (1982 y 1983), un doblete que se había resistido durante tres décadas.
La Democracia Corinthiana logró estrechar al máximo los lazos entre los jugadores y la afición. La convergencia fue total y se plasmó en el trabajo común con movimientos como Diretas Já, que reclamaba el restablecimiento de unas elecciones directas para la presidencia de Brasil. El lema estuvo presente en las gradas jornada tras jornada, al igual que Casagrande, Wladimir y Sócrates participaron en todos los actos convocados a favor de esta causa. El 25 de abril de 1984 la enmienda constitucional de las elecciones directas fue rechazada. Brasil tuvo que esperar hasta 1989 para poder ejercer este derecho.
El fracaso de este movimiento popular también provocó el declive de la Democracia Corinthiana. Sócrates se marchó a la Fiorentina, que le puso una mansión en la que nunca fue feliz. “Mi mejor psicólogo era la cerveza”, confesó años después, poco antes de 2011, cuando murió a causa de un shock séptico. En 1985, el grupo de Matheus retomó el poder. El Corinthians dio un paso atrás pero enseñó el camino al pueblo brasileño que, inspirado por aquella experiencia democrática, consiguió dar el empujón final a la dictadura y arrojarla por el barranco de los oscuros recuerdos.