El etarra que amaba a Radiohead y otros relatos de Iban Zaldua
“¿No te gustan Radiohead? Si te va el rollo épico, Radiohead tienen que gustarte. Por narices”. El protagonista, un etarra, el interlocutor, una futura víctima. El disco Ok Computer, de la banda inglesa. El cuento es El plazo, el autor, Iban Zaldua (San Sebastián, 1966). En un ejercicio de estilo que recuerda a los del taller Oulipo, el “taller de literatura potencial” creado por matemáticos y literatos franceses en los 60, Zaldua ha escrito a lo largo de los últimos años un buen puñado de cuentos que se basan en un método o juego, la creación de un relato a partir de un disco de su discoteca personal.
Nos encontramos con él en la casa madrileña que sirve de posada para la editorial Páginas de Espuma, que ha publicado Biodiscografías, la versión en castellano –con bonus track– del original en euskera. Durante un rato, hablamos de su educación sentimental en la música, también un poco de la nuestra. Como comenta en un momento de la entrevista, la música tiene un poder de evocación más potente que la magdalena de Proust. Así, algo entre el placer culpable y la burla asoma cuando habla de los discos que había en la colección de sus padres: el de canciones de la película Fun in Acapulco, de Elvis Presley, discos de rancheras y “la parte más melosa de los Beatles”, apunta Zaldua.
A partir de aquí, entre esos recuerdos sin magdalenas, van apareciendo los nombres de otros grupos, sin un orden prefijado, como aparecen en su libro de relatos. Gwendal, el primer concierto al que fue. Itoiz, la banda en euskera que Zaldua pone por encima de Kortatu. Pink Floyd, el primer grupo por el que sintió “pasión”. The Police, el grupo que, según el equipo de campaña de Rajoy, el todavía presidente lleva en su reproductor de MP3.
Pero volvamos a Radiohead, posiblemente la banda de culto más popular de las últimas décadas. ¿En qué momento se le cruzó a Zaldua la idea de meter a esta banda de rock melódico en un zulo, en los momentos previos a una ejecución? La respuesta es sencilla: “Me parece posible y me parece plausible”. En todo caso, este escritor reclama nuestro derecho a no caer en clichés. Además, Zaldua reconoce cierta sintonía entre la forma y el contenido del relato: “Radiohead tiene una parte oscura, ese rollo de angustia existencial” que van con el relato.
El plazo es otra de las historias del libro que tratan sobre “la cosa”, que es como llama Zaldua al conflicto vasco, tanto en la conversación que tenemos con él como en otros libros anteriores, especialmente Esa lengua rara y poderosa, su incursión –rigurosa y sin melodramas– al tema del uso del euskera.
Autobahn hacia ninguna parte
“La cosa” y sus efectos también vive en uno de los mejores relatos del libro, A89, la Transeuropéenne, la historia de dos conocidos que viajan en un bucle infinito a visitar a sus familiares presos en la cárcel de Roanne, en el departamento francés del Loira.
En este caso, el tema es la dispersión de los presos vascos y, por encima de eso, los esfuerzos de sus seres queridos para visitarlos. La sensación de déjà vu de los viajes por autovía se multiplica: carretera, bosques, árboles, estaciones de servicios, curvas. Wir fahr’n fahr’n fahr’n auf der Autobahn (“nosotros conducimos por la autopista”).
El relato “tiene que ver con el cansancio, el tema de la dispersión y los presos, un tema muy doloroso. Estamos hablando de un tema muy delicado: cómo se está alargando la resolución de las partes más dolorosas del conflicto. Que por la parte de ETA ya se haya solucionado y que no tenga solución del otro lado me parece una de las cosas más dolorosas que están ocurriendo hoy en día. Por otra parte, está ocurriendo lo que pasaba con los atentados de ETA: el grado de tolerancia, de acostumbrarse a eso al que llega la sociedad vasca, es muy grande, y a veces sorprende”.
Se agradece la capacidad de Zaldua de hacernos mirar de nuevo aquello a lo que nos hemos acostumbrando. También su acercamiento al conflicto desde una posición poco frecuentada. Aquel joven que prefería a Itoiz o Jotakie antes que a Kortatu, militó en Euskadiko Ezkerra (EE), aquella tercera vía de los 80 que reclamaba el derecho de autodeterminación y acabó integrándose en la federación vasca del PSOE. “En aquella época ser de EE en ciertos ámbitos era como el rock progresivo para el punk: el enemigo”, dice medio en broma. Desde esa posición minoritaria, Zaldua ha conseguido algo difícil para otros escritores más atrincherados: empatizar.
Quizá por esa capacidad de ponerse en el lugar de los otros, Zaldua nos alerta del peligro de los himnos, los más perfeccionados mecanismos que ha tomado la música para despertar pasiones. El revival que ha vivido La marsellesa a raíz de los atentados de Charlie Hebdo y Bataclan nos pone en alerta del “poder diabólico” que tiene la música para generar estados de ánimo. Ánimos que van desde el rollo épico de Radiohead hasta el extraño sentimiento de normalidad democrática que uno puede sentir cuando escucha Every Breath you Take en M80.