Hace días que ha llegado el verano, tardó en hacer presencia pero por fin esta aquí, la temperatura nos invita a llenar la calle y aprovecho para ir caminando a casa, al atravesar la Puerta del Sol, en la salida del metro me encuentro con una amiga. Compartimos la leve subida de la calle Carretas conversando sobre cómo nos va la vida. Al llegar al teatro de la Plaza Jacinto Benavente nos despedimos en la puerta, ella aprovecha para preguntar sobre una obra que se representará próximamente. Yo sigo caminando y al sortear las terrazas que hay en Tirso de Molina tropiezo con mi vecino que se dirige al Solarpies a ver una película de la 10ª Muestra de Cine de Lavapiés. Hablamos sobre el requerimiento que el IVIMA ha realizado a otras vecinas del barrio sobre el Solar y tras unos minutos, me invita a ir con él, pero prefiero que nos veamos más tarde, como tantas otras noches en una de las plazas del barrio.
En menos de quinientos metros, la ciudad dibuja la cambiante arquitectura que a vertiginosa velocidad se construye de muchas partes. De un lado topamos con una urbe que se vende a sí misma y que te hace ciudadana en tanto en cuanto consumidora, una parada de metro que hoy lleva el nombre de una compañía telefónica, un teatro que es más conocido por una marca de helado estadounindese que por llevar el nombre del autor del Alcalde de Zalamea y terrazas de bares que cada día se apropian de más metros de calle. Dinámicas que no responden a las necesidades y deseos que nos plantea la vida, más bien todo lo contrario: las ataca y pone en peligro. En este sentido y para aterrizar la idea, aunque suponga rebasar los limites de esta ciudad, se me ocurre como ejemplo de prácticas que roban vida la instalación de cementerios nucleares, incineradoras de residuos o la apertura de cementeras, canteras y casinos en los diferentes pueblos que conforman la geografía del estado.
Volviendo de nuevo a esta ciudad y sin necesidad de caminar demasiado, encontramos a vecinas y vecinos que a base de forjar vínculos haciendo cultivable el asfalto mediante un huerto urbano, en el debate de la asamblea sabatina, organizando el cine de verano o las fiestas alternativas de San Cayetano, pretenden habitar un barrio sin que todos los elementos de su cotidiano queden al servicio del “mercado”. Más bien, tratando de poner puntos y a parte de los estilos de vida publicitados, pretenden escapar a la lógica de consumir vida.
Como otro lugar más de esos nodos que se constituyen como resistencia al “todo puede ser vendido y comprado”, hace más de un año, vecinas y vecinos decidieron hacer latir un espacio caído en el desuso. El Solar, situado en pleno corazón del barrio de Lavapiés, comenzó a ser un punto de encuentro donde las acciones y objetos no tienen un precio y no por ello se encuentran exentas de valor, donde el estar no se paga, sino que quien allí se encuentra recibe desde bailes veraniegos a propuestas complejas que llevar a la practica para ir poco a poco construyendo barrio. Estares no consumidos ni consumibles que perturban las lógicas que se imponen como deseadas a escasos metros. Estares no mercantilizados que trastocan el ordenamiento urbano y que pretenden ser resueltas a base de carta desalojo y requerimiento por parte de la Administración para construir no sabemos bien qué ni al servicio de qué o quién. Después de un año de hacer vida en el Solar, el IVIMA requiere a lxs vecinxs, con carácter de urgencia, el espacio para construir un algo de interés “público”. Se habla de pisos de alquiler social, sin embargo esta propuesta resulta cuando menos poco creíble en el barrio ya que se cuenta con viviendas sociales aun vacías, donde nuestrxs paisanxs con amenaza de desahucio siguen sin ser alojadxs.
En la espiral gentrificadora, donde al mismo tiempo que muchos de nuestros hábitos contribuyen al proceso, también muchas de nuestras acciones pretenden colaborar en la generación de condiciones de vida que escapen a la lógica del tantos euros por metro cuadrado. Donde la cultura se comparte y no se consume, donde encontrarse no se paga con dinero, donde pensar, jugar y bailar pueden ir de la mano, donde no se necesita y no se pide documentación para que la opinión cuente, donde la vulnerabilidad no se penalice, donde el cuidado es una responsabilidad común y su reparto no es impuesto, donde el vecindario no oprima el ser y estar, donde necesidades y deseos llenan páginas y páginas de cuaderno, donde primero se construyen los consensos y luego se llevan a la práctica o donde las prácticas tienen y deben ser repensadas porque las gentes que somos barrio, acá o allá, somos complejas, inherentemente interdependientes y el conflicto nos interperla.
Al hablar aquí hoy sobre lo que está ocurriendo en el Solar de Lavapiés me surge preguntarme ¿Por qué tanto interés en eliminar esos espacios de construcción de lo común? ¿Por qué insistir en la construcción de un espacio público para vecinxs en contraposición de un espacio construido desde los vecinxs? ¿Por qué no dejar el Solar como lugar de encuentro y dotar al barrio con los equipamientos necesarios para hacer de las vidas en él existentes vidas vivibles? ¿Por qué el IVIMA se empeña en desahuciar proyectos comunitarios en lugar de garantizar el uso de la vivienda a todas las personas que residimos en el barrio?
El Solar, como espacio creado desde el cuidado cotidiano, desde la responsabilidad compartida por muchxs vecinxs, ha tenido una rápida respuesta ante el requerimiento urgente, que es seguir llenándolo de vida, cada noche durante esta semana muchas personas pasarán para participar de él viendo películas en la 10ª Muestra de Cine, y el próximo sábado como cada semana desde hace un año seguirán las asambleas para ir construyendo lo común y para seguir construyendo “lo público” un público al que no le pertuben las personas, un público que se hace con ellas, que se hace desde nosotras. Como siguen diciendo las gentes del Centro Social Seco, como hoy gritan en el Solar de Lavapies, como tantas veces lo tendremos que recordar en muchos barrios y pueblos:
“Defendemos la alegría como un derecho” “Nunca más un barrio sin nosotrxs”
Ilustración tomada de la web de Enrique Flores.
haizea