Hemos atravesado Europa, desangrada en las estatuas negras de Karlovo Most,
la tolerancia escondida observa a los refugiados,
concentrados ante los perros de acero,
vigilantes efigies,
dispuestos a atemorizar al pueblo,
indecente y sin dinero,
que nada sabe de cielos,
sólo de tortura,
de corredores escabrosos y contrafuertes de lo retorcido,
mecenas todos de la regia-mafia del dividendo.
Es bella la tolerancia, tan bella como material: cuanto más poder tienes más tolerante puedes ser.
No se puede tolerar lo que se sufre, porque la tolerancia ocurre cuando aceptas (es decir, puedes aceptar) algo que no te gusta. Así que la tolerancia no es algo que podamos practicar en cualquier momento, ya que entre la persona tolerante y lo que se tolera hay normalmente una relación de dominación. Los refugiados sufren Europa, no pueden ser tolerantes con Europa, pero tampoco intolerantes. Europa, en cambio, puede tolerar a los refugiados o dejar que mueran de hambre o ahogados.
La tolerancia tiene un trazo de lujo como pilar.
La elite política y financiera europea, el establishment de tu país, pueden ser tolerantes contigo, humilde trabajador, pero tu no puedes ser tolerante con respecto a la élite porque la sufres.
El pensamiento liberal y patriarcal quiere hacernos entender que la tolerancia es una decisión individual (y lo es, pero en un veinte por ciento). Por eso la mayoría de la gente relaciona el debate sobre la tolerancia con la religión o el origen cultural (no con la precarización, la privatización o con que las mujeres cobren menos), y se tiende a enmarcar la tolerancia entre el respeto a lo diferente (personas, culturas, paises) y la no-sumisión ante lo diferente (sumisión cultural, política, económica).
La tolerancia se articula desde la ética-política pero es una cuestión de estructura y de poder, una cuestión colectiva, y la pregunta abstracta "debo tolerar al otro" es universal e individualista y por eso mismo tramposa. Ya que no es lo mismo que ese otro sea pobre-empbrecido (necesitado, refugiada, perseguida...) o rico - enriquecido (mafia rusa, capital americano). Y no es lo mismo que ese otro llegue a un estado grande y rico (Estados Unidos, Alemania) o a una comunidad minorizada y fragmentada. Por tanto, en lo que respecta a sí una es tolerante, intolerante o lerda y sumisa baste decir que un hombre blanco de clasemedia o alta cristiano y nacido en Nueva York o Madrid tiene muy difícil ser un lerdo-sumiso culturalmente y muy fácil ser tolerante, ya que su identidad cultual, social y económica son hegemónicas.
Por otro lado, aceptar aquello/aquel que no te gusta es la base de toda sociedad. Problema: ¿Por qué tolerar aquello que no te gusta, si tus gustos no se toleran? Seas migrante, extranjero, pobre, joven, negra o mujer. ¿Por qué ser tolerante con lo que no te gusta, si la capacidad para establecer los gustos en la sociedad y el mundo está repartida de forma intolerable?
Solo algunos gustos e intereses se convierten en Estado, en normalidad, en Unión Europea y en Banco Central, así que los gustos e intereses que no se convierten en estructura, estado, banco o medio de comunicación no pueden tolerar (o no tolerar) los deseos e intereses de los primeros ya que, directamente, los padecen. Y ¿qué es lo que nos jugamos entre el padecer y el tolerar? La democracia.
Por último, al hablar de tolerancia ¿por qué nos vienen a la cabeza el velo, las cruces y el cerdo, y no, los zapatos de tacón o la segregacion en el deporte?¿Por qué no se relaciona la xenofobia y el clasismo Europeo con las conversaciones que cada día toleramos en el bar? Que la tolerancia sea una cuestión de poder no significa que no tengamos responsabilidades, sino todo lo contrario. Tenemos la responsabilidad, muy concreta, de actuar e influir allí donde y cuando podamos.
No toleráis que los baños y los sueldos se dividan por raza, pero toleráis que los baños y los sueldos se dividan por sexo.
Son esas mujeres, las que cobran menos por ser mujeres, las mismas que están siendo violadas, por ser mujeres, en la frontera Europea y por europeos (hombres) a cambio de entrar. No relacionáis lo último con lo primero porque vuestra tolerancia tiene unas fronteras (como Europa) muy concretas: vuestros privilegios. Los mismos privilegios que muestra la Unión en sus fronteras. Los mismos privilegios que sustentan en el trabajo, las calles, las elecciones, los medios y las escuelas la violencia sexista y racista que vivimos a diario.
No, no hay ninguna ofensiva directa y articulada a la Europa capitalista, racista y patriarcal, porque la izquierda europea es blanca, hombre y profesional.