El presente acoge al futuro. O mejor: en el presente puede expresarse de forma paradójica e incierta, pero insistente, el deseo de una verdadera vida.
Esta anticipación está en la poesía, y se la denomina “prolepsis”. Cuando, por ejemplo, Fray Luis habla de las aguas espumosas por donde hienden los remos, el adjetivo “espumosas” tiene valor proléptico: el mar del que habla, que aún no lo está, se tornará espumoso, precisamente por la acción de los remos que van a henderlo. Pero es en el propio poema, no en algún territorio exterior y posterior a él, donde se realiza esa presentización, ese hacerse algo presente de forma anticipada. Que es al mismo tiempo, en este caso, una alianza entre remo y agua (y como escribió Deleuze, todo devenir es una alianza contra natura, no una metamorfosis).
La prolepsis está también y sobre todo en el habla cotidiana. Es lo que ocurre con las expresiones verbales a las que Arthur C. Danto llama “proyectivas”: al decir “estoy plantando rosas”, mientras hundo un pequeño plantón en la tierra, describo mi acción actual por un resultado futuro, que por cierto no siempre se producirá. Las rosas quizá no lleguen a brotar, pero nuestro lenguaje (es decir, nuestro pensamiento) contiene ya el futuro como un ingrediente del sentido del tiempo presente.
Como es sabido, Agustín de Hipona, uno de los grandes sabios de África, hablaba de tres formas del presente: el presente de las cosas pasadas, que es el ámbito donde se ejerce la memoria, el presente de las cosas futuras, que define el espacio de las expectativas y los proyectos, y el presente de las cosas presentes, que es el ámbito de la atención.
La publicidad, el marketing, la logística del capital venden “el presente” como un bien absoluto, pero la verdad es que el presente se disipa en la fugacidad, en la instantaneidad tecnológica, en una agitación sin peso que no permite ya ese fulgor del que hablaba Walter Benjamin como propio del “tiempo-ahora”, el encuentro frágil pero decisivo entre pasado y futuro. Sin esa interferencia mínima, el sentido del presente se desmorona. Y el futuro al que podría alojar desaparece.