2014. 30 años después de 1984 la ficción de Orwell sobre videovigilancia parece un juego de niños si la comparamos con la realidad. El panóptico, que nos vigila sin que lo veamos, ha alcanzado un nivel de sofisticación enorme y, además de controlar todos los recovecos del espacio público y los negocios, ahora pide también la colaboración ciudadana: en 2012 la web contra la violencia urbana de los Mossos d'Esquadra imita el dispositivo “Catch a looter” creado por la policía inglesa después de los riots de 2011. Se trata de publicar on line los rostros de quienes participaron en disturbios y que sea la misma gente quien incrimine identificando a las personas que ahí aparecen.
Por fortuna, la protesta ciudadana pronto derriba la iniciativa de la policía catalana. Una policía harto mafiosa que no solamente tuvo la cara dura de protestar contra las cámaras que vigilaban sus comisarías para evitar torturas, sino que hay que sumarle la agresividad imbécil de contar entre sus filas con maderos que, incluso a sabiendas de que están siendo filmados, no dejan de aporrear a sus detenidos. Flipante. Pero no menos flipante que, que nada más llegar al gobierno en 2010, CIU apague la máquina que debía servir para prevenir los malos tratos.
En el 15M tuvo lugar un debate muy interesante acerca del vídeo: quienes eran más reticentes pedían que hubiese cuántas menos cámaras mejor, aduciendo que las imágenes juegan siempre en nuestra contra, en contra de las protestas. En cambio, quienes eran más partidarios del streaming y la filmación argumentan las posibilidades de autodefensa, de cazar al cazador que reparte piñas y abusa de su poder como si este fuese invisible. De hecho, esconder el número de placa, llevar gafas de sol y casco, así como el relato corporativo de los hechos protegen casi por completo la identidad de los antidisturbios: pero en ese "casi" está la brecha.
Jordi Évole nos enseña en su programa a los Mossos d'Esquadra como nunca los habíamos visto: de cerca. El relato oficial del desalojo de plaza Catalunya el 27 de Mayo de 2011 –tanto del Conseller d'Interior, Felip Puig, como de la alta comandancia el cuerpo– queda completamente desacreditado gracias a las filmaciones de los móviles. Se evidencia lo que ya era evidente antes: la violencia y los abusos. Pero además, gracias a la peli Ciutat Morta, vemos como entre los antidisturbios están presentes los violentos que machacaron sin piedad a los acusados del 4F. Sí, justamente aquellos que han de pasar en la cárcel 2 años por torturas pero con una jubilación Gold garantizada que les espera a la salida. La mezcla de vergüenza ajena, algo de miedo y mucha rabia hace que me salga fuego de las muelas.
Dos datos más: los Mossos registran todos los edificios de la Calle Aurora, en el Raval. Buscan a quienes filmaron desde su balcón el asesinato a hostias de Juan Andrés Benítez -antes la calle ha sido limpiada de sangre de manera ilegal para esconder pruebas; después, los maderos se rapan el pelo completamente para retrasar la identificación de su ADN-. Por último, en la antepenúltima semana de 2014, la Ley de “Seguridad Ciudadana” amordaza la grabación de policías bajo cualquier circunstancia con multas de entre 100 y 600€.
¿A dónde va a parar este escrito? A un lugar muy claro: quienes tienen el poder en la sociedad securitizada en la que vivimos han llegado al delirio totalitario absoluto. El gran hermano ha de filmar solamente en una dirección; tiene que proteger a los guardianes y sus puños de hierro; tiene que seguir siendo una herramienta en favor de la impunidad; tiene que permitir continuar esgrimiendo el “no hay pruebas que lo demuestren” de la época analógica. Seguramente, en la mentalidad de quienes mandan hay cierta añoranza de un pasado en el que tenían el monopolio de la verdad; cuando gobernar significaba hacer circular un mensaje claro de un hecho a través de los medios que muy difícilmente podía ser contrarrestado, además de contar con un poder judicial –que permanece– heredado del fascismo. Por suerte, se trata de una melancolía fascista y delirante que da cuenta de su agotamiento y de la condición antidemocrática de la derecha española. Una lástima que la catalana –que también está a favor de la Ley Mordaza– cuente con tanto apoyo popular a pesar de la barbarie.
En el mismo día en que son detenidos 11 anarquistas, se presenta un acuerdo de lucha antiterrorista entre España y Chile y comienza la investigación contra Jordi Pujol en Catalunya. Todo ello ocurría solamente dos días después de que la Solfónica fuese expulsada con agresividad del Congreso por cantar “La canción del pueblo” -en una escena que nos recordó la dignidad de la PAH y la fuerza del Rodea el Congreso-. Al respecto, un tweet de Raimundo Viejo señalaba que “ahora que se tiene que defender de sus enemigos internos, el PP inventa enemigos más a su izquierda #FinDeCiclo”. Efectivamente, fin de ciclo, pero ojo: ahora que ETA ya no funciona para generar pánico y ganar votos, a pesar de los intentos desesperados de vincular a Pablo Iglesias y Ada Colau con la banda armada, no sabemos a dónde puede llevar la estrategia de crear populismos punitivos (PP) de cuño nuevo.
A la espera de acontecimientos, habrá que ver que más está maquinando esta gente asquerosa para tratar de evitar lo inevitable: su crisis profunda y su segura derrota electoral. Ante esta evidencia, el PP reacciona como un animal herido y en su desesperación tratará seguramente de jugar lo más sucio que pueda así como de crear un clima de falsa excepción lleno de provocaciones que habremos de saber sortear con inteligencia, tal y como hizo el sábado 20D en las manis contra la mordaza en todas las ciudades del Estado.
Finalmente, ahora que después de la #OperaciónPandora hemos sabido que tener la cuenta de email en un servidor autónomo como Riseup.net es un “indicio criminal”, solamente falta que, después del suceso de las bombonas en la sede el PP, no tener línea de gas ciudad dada de alta en casa se convierta también en crimen.
Joan Miquel Gual
@joanomada
Fundación de los Comunes