Lo que es del común es del ningún
Refrán español
Este refrán fue uno de los descubrimientos del grupo de lectura sobre el concepto de común, Sacar las puertas del campo. La revolución urbana en la ciudad neoliberal, organizado en 2013 en la librería La Ciutat Invisible. De esta iniciativa salió el equipo humano actual del Observatorio Metropolitano de Barcelona (OMB) y un gran estímulo para empezar una investigación sobre prácticas de comunes urbanos, de la que ahora se ha completado una fase cuyos resultados se pueden ver en este blog.
El refrán, además de dar mucha risa, refleja las ideas que han marcado el concepto de propiedad tanto en el derecho público como en el privado. Sin ir más lejos, el ecologista norteamericano Garrett Hardin escribió hace años La tragedia de los comunes, un texto influyente que transmitía un claro mensaje: una propiedad no gestionada por un actor público o privado es sinónimo de apocalipsis. Dicho en otras palabras, sin una entidad pública o privada, la responsabilidad se diluye, los individuos actúan en beneficio propio y, como consecuencia, el recurso finito y compartido en cuestión se agota sin remedio. En cambio, nos dice Hardin, el propietario virtuoso sí vela por la supervivencia del recurso porque de ello depende su interés individual.
El gran problema de los defensores de esta teoría es que sí existe una manera de evitar la tragedia, una posibilidad que ellos no contemplan: la gestión comunitaria. El relato de Hardin (una metáfora de un campo de pasto sobreexplotado por un conjunto de individuos irresponsables que no cuentan con un poder por encima de ellos que los dirija y controle) ha sido desmontado por varias vías, desde la teoría y desde la práctica. Si queremos poner un ejemplo influyente, fue Elinor Ostrom, Nobel de economía en 2009, quien en su libro Governing the commons analizó empíricamente numerosos casos en todo el mundo, todos ellos contemporáneos, donde la propiedad común de un recurso determinado es gestionada de manera responsable y sostenible.
Por otro lado, Rousseau planteó que la propiedad de lo que es común tiene que recaer en el Estado. Partiendo de la evidente corrupción y desigualdad que se derivan de la propiedad privada, él formuló la siguiente pregunta: ¿cómo inventar un sistema político donde todo lo que pertenece a todos, no pertenezca a nadie? La categoría de público, entendida como delegación en el Estado (en todas sus dimensiones de escala) de la gestión de lo que es común, encontraba en la pregunta uno de sus fundamentos filosóficos principales.
Actualmente ni la gestión privada ni la pública se muestran capaces de garantizar la sostenibilidad y/o el acceso a la riqueza colectiva. Lo que es del común no es del ningún, ni tampoco del Estado (ni de la región, ni del Ayuntamiento). Aquello que es del común es de todas y todos, y hoy nuestro principal reto es luchar para encontrar una manera de cuidar y disfrutar de todo aquello que nos pertenece. Si bien el mundo entero es común, la apropiación privada permanente llevada a cabo por unas minorías parasitarias, la gestión irresponsable y devastadora a nivel medioambiental, así como la exclusión de la mayor parte de la población del reparto de la riqueza, hacen que la sustancia del concepto (entender qué quiere decir común) sea un campo de batalla. En este sentido, la distancia que experimentamos hoy, a la luz de los hechos, respecto a aquel refrán popular y a las ideas de Hardin y Rousseau, revelan claramente un cambio en nuestra percepción acerca de cómo gestionar el mundo.
Si bajamos la escala del mundo a nuestra realidad más cercana, la del área metropolitana de Barcelona, vemos que el reto de lo común tiene una potencia práctica que no cesa de producir prototipos. Los “comunes urbanos” son el nombre que damos a un relato que atraviesa muchas experiencias de transformación en todos los campos de la vida (cuidados, salud, educación, vivienda, equipamientos, transporte, cultura, etc.). Nos hemos acercado a 17 comunes urbanos para aprender, para hacer preguntas, para entender cómo piensan crecer, organizarse mejor, concatenarse, relacionarse con el Estado y con el mercado, escaparse de ellos y constituir otra realidad. Un relato que se construye día a día, un proceso abierto al que queremos contribuir con este trabajo inicial.
¿Por qué investigar los comunes urbanos?
¿Por qué hablar de comunes urbanos? ¿Qué utilidad política tiene este concepto? ¿No es decir lo mismo que ya se ha dicho antes pero con otras palabras? ¿Por qué, más allá de la relación de proximidad, nos hemos centrado en la ciudad para pensar en este nuevo relato? Para tratar de responder estas preguntas ofreceremos algunas ideas que nos han impulsado a realizar la investigación.
Para empezar, pondremos encima de la mesa un punto de partida necesario: la ciudad es una fábrica donde lo que está permanentemente en juego es su organización misma, su reproducción. En este sentido, los comunes urbanos plantean una disputa por cambiar la relación de fuerzas de la ciudad, por reproducirla de otra manera más justa y sostenible. Dicho en otras palabras, los comunes urbanos son, para nosotras y nosotros, luchas por el derecho a la ciudad.
En segundo lugar, las propuestas de los comunes urbanos sirven para actualizar intuiciones políticas que ya se persiguieron antes y que siguen vivas. En este sentido, creemos que resulta necesario crear un imaginario que tenga presente la memoria de las luchas por la democracia, el cooperativismo y la distribución de la riqueza de ayer, que se dote de sus cajas de herramientas, tácticas y estrategias todavía útiles, que haya aprendido de las experiencias del pasado y sea capaz de darles vigencia, en caso de que puedan ayudar a ganarle la partida a la crisis.
En tercer lugar, dicen muchos autores que la vida, singular y colectiva, siempre se esfuerza por mejorar y perseverar. Este esfuerzo recibe el nombre de conato y su traducción política la encontramos en las instituciones de resistencia, creación y cooperación que desafían el statu quo de esta ciudad mercantilizada y excluyente. La PAH, Coop57, Guifi.net, Can Batlló, SomEnergia, la Flor de Maig, Babàlia, el CAP de Besós son, entre otros muchos, algunos de los nombres y siglas de una nueva institucionalidad que trata de satisfacer necesidades y deseos humanos en un contexto de máxima desposesión.
Finalmente, los comunes urbanos toman la forma ya sea de una defensa no nostálgica de lo público (no se trata de recuperar lo que había, sino de usar la defensa de manera estratégica para crear comunidades de transformación), o bien de alternativas organizativas autónomas de carácter comunitario. La resolución, en primera persona del plural, de los problemas cotidianos de una vida precarizada, está dando lugar a una nueva geografía humana: frente a la geografía de la rapiña, se está desarrollando una geografía de lo común decidida a ganar la batalla por la ética y la política del territorio.
Por todos estos motivos, las gentes del OMB hemos estado durante más de dos años trabajando en una investigación. Esperamos que el relato trazado sirva para acelerar las transformaciones en curso.
El jueves 19 de junio a las 19:00h presentaremos la investigación (que se puede consultar en bcncomuns.net) en la Flor de Maig.
Observatorio Metropolitano de Barcelona
http://www.stupidcity.net