Partimos de una derrota: no sabemos salir del capitalismo. Gran parte de las formas que antes parecían garantizarnos un contorno común, que le aseguraban al lazo social alguna consistencia, han colapsado, desde la llamada esfera pública hasta los modos de asociación consagrados (comunitarios, nacionales, ideológicos, partidarios, sindicales). La vieja política ha fracasado; la «nueva política» de televisión que quiere entrar en su juego apenas trae novedades. La larga noche del malestar no se acaba…
En esta nueva fase de capitalismo de crisis, «innovación», «creatividad», «competitividad» y «emprendimiento» son las palabras mágicas por excelencia. Y sin embargo, asistimos día a día a la pérdida de algo: la casa, el trabajo, el vínculo con otras personas, la ilusión, la actitud crítica frente a lo que no nos gusta, nuestro devenir-en-la-historia, el tiempo para pensar, el sueño, las ganas…
Ansiolíticos, antidepresivos,
anti-estreñimientos…
Éste es el mundo que viene
—El taxista ful
Ya hemos dicho otras veces que el poder no sólo reprime, sino que también absorbe, controla y administra. El poder lo tiene todo: medios de comunicación, policía, infraestructuras institucionales, armas, recursos, democracias, todo. ¿Qué nos queda a sus súbditos a la fuerza? ¿Votar cada cuatro años y delegar todo nuestro devenir en manos de unos pocos que dicen representarnos? ¿Nada «porque esto es así»? Sí, podríamos decir que no hay nada en esta realidad que nos permita empoderarnos como seres-en-el-mundo que controlan de forma autónoma y sostenible la tierra que habitan. Pero esta «nada», lejos de ser negativa, es positiva, positiva en el sentido de que al no tener nada, aspiramos a TODO.
El poder es poderoso, pero hay fracturas en él, líneas de fuga. Es más, la máscara que lo hace invisible se está rompiendo a cachos, por muchos dispositivos que invente. Para evitarlo, hay que infundir miedo. El miedo a enfrentarlo por el miedo a lo que nos pueda hacer, por el temor a lo desconocido. Sin embargo, la barrera del miedo también está siendo traspasada.
No todo está organizado, todo se organiza. La diferencia es notable. Una apela
a la gestión, la otra a la atención: disposiciones altamente incompatibles
—Comité Invisible
No sabemos salir del capitalismo. Sin embargo, a pesar de esta larga noche que nos asola, hay un querer vivir que horada sin pausa en las grietas del sistema actual. Un querer vivir que se organiza, con múltiples bases de operaciones que crecen progresivamente. Un querer vivir que lucha de forma dispersa y difusa. Un querer vivir que afronta el intermezzo de este Espectáculo en todos los terrenos, a pesar de todos los obstáculos.
Uno de los territorios donde el querer vivir trabaja con fuerza frente a la gigantesca máquina de guerra que intenta someternos es Barcelona. Sí, la ciudad donde el experimento neoliberal –basado en la sociedad de control informatizada, la desindustrialización y el desarrollo económico en torno al sector servicios y la globalización– ha triunfado. Barcelona, la que está entre las 10 ciudades más visitadas de Europa y es la número 25 en visitas internacionales. Barcelona, fuente de potencia revolucionaria –históricamente hablando– que ha entrado en una lógica en la que la especulación, la gentrificación, la mercancía, el racismo y la explotación son sus baluartes. Barcelona, donde los golpes en las bombonas, que anuncian que el butanero se acerca por la calle, se están viendo silenciados por el ruido de los coches, por el ruido de los múltiples aviones que llegan a la ciudad sin parar.
Sí, Barcelona. Porque es también la ciudad de los ateneos, los centros sociales okupados autogestionados, los centros cívicos, las asambleas barriales y los espacios abiertos donde tiene cabida todo tipo de gente, sin apenas barreras. Barcelona, la que mantiene con vida Can Batlló, Can Vies o la Kasa de la Muntanya, entre otros espacios; la del Forat de la Vergonya (parque construido por vecinos contra la especulación urbanística en el barrio de la Ciutat Vella), la del Sindicato de Vendedores Ambulantes (el primero en su gremio), la de los barrios que se organizan para hacer frente a los problemas de sus vecinas, la de los múltiples periódicos, la de la PAH y su Ley 24/2015 (conocida como Iniciativa Legislativa Popular), la de las periferias organizadas que acercan el afuera al interior, la de los iaioflautas (que gestionan la coordinadora del estado español). Barcelona, donde la autogestión, el cooperativismo, la acción directa, la horizontalidad y el apoyo mutuo re-comienzan a brillar frente a las luces de neón de esta realidad espectacular. Barcelona, donde todavía hoy arden coches.
Evidentemente, Barna no es el ejemplo a seguir, pues es una ciudad muy europeizada. Además, cada espacio es una realidad y las gentes que los habitan componen una red rizomática de multiplicidades cada una “con su historia”. Barna no es la llama que ilumina el camino de todas las luchas contra el capitalismo, porque es una metrópolis donde la desconexión es más fácil, y la vida en ella nada tiene que ver con lo que acontece en el ámbito rural. Barna, aunque es potente en su contestación a la máquina de matar, está perdiendo.
Pero Barcelona es un lugar lleno de historia –de la que tenemos tanto que aprender–, un territorio en movimiento con múltiples experimentos sociales llevados a cabo desde abajo, un espacio en potencia para devenir-en-común. Por ello, a diferencia de otras metrópolis, es una ciudad en la que podemos armarnos para esta guerra en curso. Una fuente de inmanencia que, aun a pesar de la magia negra que quiere neutralizarla, se encuentra en un proceso de desterritorialización frente a la territorialización establecida por el poder. Un espacio lleno de tribus en devenir en el que se está trabajando por forjar las líneas y los nodos que conecten esas tribus para entretejer la Tribu, la comunidad de múltiples manadas que funcionan desde el compartir, la cercanía, el roce, el cariño, la solidaridad.
Estamos contra la metrópolis, pero también creemos que es un lugar interesante para abrir frentes de batalla. Marchar al campo y dar cabida a una vuelta sobre la tierra es necesario, pero no debemos olvidar que el monstruo de la partida final en este videojuego espectacularizado está ahí y que tenemos que jugar también en su territorio. Eso sí, hay que consentir vincularse, para ampliar los nodos y crear.