Desde el corazón de la Meseta, justamente en el centro de una de sus tierras más singulares –La Mancha–, nos llega el sonido de un movimiento. Un acontecimiento (événement), un desplazamiento, una rotura entre lo que era y lo que es –que apunta al será (si se quiere). Sonidos de un pueblo –Villafranca de los Caballeros (Toledo)– que se agita en la deriva que ha tomado el actual orden de las cosas –dominado por la economía de mercado capitalista-neoliberal-globalizada y determinado por ser un orden racista, patriarcal, explotador, colonizador.
Un pueblo al interior de una tierra pobre y hostil donde el olvido ha desfigurado toda una multiplicidad de formas-de-vida y formas de ser-hacer, olvido promovido por la vorágine del progreso, la creatividad, la innovación y el desarrollo, ultramente defendidos por los adalides de esta economía política que funciona a través de una crisis que tiene múltiples caras –ya que hablamos de una crisis que es, entre otras, económica, política, territorial, cultural, de la presencia (por algo dijo Milton Friedman: «Solo una crisis produce un verdadero cambio. Si quieres imponer un cambio, desata una crisis»). Un pueblo rural, fuertemente marcado por la tradición, que se adapta con dificultades a los grandes cambios de esta época en la que la velocidad es la batuta que lo dirige todo. Un pueblo en el que la confluencia de potencias está dando lugar a una sinergia cuyos límites están aún por conocer.
Porque la Comisión de Cultura de Villafranca de los Caballeros, junto al grupo de investigación De la Roca al Metal y la ayuda desinteresada de un creciente número de personas –tanto a nivel local, como comarcal, nacional e internacional, se ha puesto como horizonte, con el apoyo del ayuntamiento actual, la revitalización de la cultura material e inmaterial del pueblo. Empresa utópica que, partiendo de un estudio arqueológico, histórico y etnográfico sobre diferentes elementos del patrimonio donde se asienta esta localidad, pretende la recuperación de un territorio espacial en el pueblo para fomentar, a través del mismo, el encuentro, el vínculo, la interrelación entre multiplicidades y la cohesión social en torno a un bien común con el que se pueden desatar numerosas experiencias tanto vecinales como colectivas e interseccionales.
No podemos aplicar por entero el discurso de la descolonización a Villafranca de los Caballeros. Sin embargo, sí que podemos hablar de un proceso por el cual se está confrontando la colonización que Occidente ha impuesto en todos los territorios sobre los que domina. Pues en este pueblo se ha comenzado a actuar frente al constante borrado de su memoria colectiva y la desaparición progresiva de lo que ha sido su esencia hasta la fecha actual –a saber, un devenir marcado por la vida rural, la tradición, la cultura popular y una especie de insularidad que la mantiene a caballo entre lo antiguo y lo moderno. ¿Cómo? Analizando y estudiando su pasado para comprenderlo, reapropiárselo y propagarlo. Tratando de crear toda una red social que trabaje y coopere por y para su pueblo –con las ideologías políticas a un lado. Luchando por un mismo horizonte: la revitalización, en todos los sentidos, de Villafranca de los Caballeros). Proyectando cómo gestionar y utilizar su patrimonio.
No estamos ante un proceso descolonizador en sí. Pero esta batalla desatada en esta guerra en curso tiene como empresa el conocimiento de su pasado para rehabilitar lo destruido por las fuerzas exteriores que impusieron a este pueblo la Verdad del Mundo Líquido donde todo está mediado por la imagen, donde todo marcha según la economía de mercado global. Para recuperar y dar cabida a saberes y haceres otros que nada tienen que ver con la lógica del consumismo espectacular de la obsolescencia programada en la que el individualismo imperante ha hecho perder el sentido de comunidad; para abrir líneas de fuga al exterior que tanto se teme y con el que se tienen tantas cosas en común; para fomentar la autonomía local en todos los planos posibles e interconectar a todas las generaciones –las cuales se hallan en un proceso de desconexión creciente que las está separando (como ya ocurrió en la ciudad). Miradas al camino que nos ha traído hasta aquí para dibujarlo y andarlo colectivamente, dentro de la máquina de matar, pero horadando en ella para sembrar un territorio en desterritorialización que huye en busca de armas para vivir una vida digna de ser vivida.
Está todo por hacer, pero el cómo hacer está siendo afrontado. Todo lo que digamos ahora son sólo palabras, pero el consentimiento de vinculación ha sido declarado –y son cada vez más las almas que deciden dar un paso al frente para pensar y hacer su pueblo. Hay mucha gente pendiente, pero es en el pueblo donde se está gestando la potencia.
Ya nada volverá a ser como antes en esta zona de secos mares amarillos. Y dar calor a iniciativas como ésta, creemos, es algo que deberíamos empezar a valorar si verdaderamente queremos una descolonización de Europa. Pues lo Otro, lo local, la autonomía, la democracia radical, la horizontalidad, la interseccionalidad, el feminismo, la sostenibilidad, etc. son elementos muy complicados si las grandes células que los piensan y los construyen no se ven acompañadas por las micro-realidades situadas en los márgenes del actual orden de las cosas.
Desde el corazón de la Meseta –donde la tierra, el agua, el viento y el fuego son los justicieros del destino–, seguiremos informando.
Si bien es cierto que podéis consultar qué se está cociendo aquí: