Bienvenido, Mister Marshall...
La Universidad de EE UU se
caracteriza por un sistema
de financiación público (a
través de los créditos de investigación
y defensa), pero sobre
todo está sustentada por una dilatada
financiación privada gracias
a las elevadas contribuciones de
los estudiantes, junto al aporte de
empresas y fundaciones en materia
de investigación básica. Las
caracteriza un sistema de gestión
y gobernanza profesionalizado
(gestores privados dirigiendo entes
públicos); una investigación
mercantilizada al servicio de la
empresa, y está determinada únicamente
por el patrón del beneficio,
un modelo de competencia entre
centros universitarios, y una
educación profesionalizante al
servicio del “flexi(in)seguro” mercado
laboral complementario al
modelo económico. No es casual
que el sistema universitario norteamericano
sea conocido con el sobrenombre
de “la gran empresa
académica”, una institución sometida
al dictado directo de la razón
económica y dominada por el
axioma de la competitividad.
El sociólogo francés Pierre
Bourdieu teorizó que el imperialismo
cultural actual ya no se basa
en teorías de apariencia sistemática
o visiones filosóficas del mundo
que son fáciles de detectar, sino
que reposa sobre el poder de universalizar
algunos términos aislados
de apariencia técnica, como la
“flexibilidad” o la “empleabilidad”
que, por el hecho de condensar y
de poner en circulación toda una
filosofía del individuo y de la organización
social, están capacitados
para funcionar como auténticas
consignas políticas.
La gran empresa académica norteamericana
ha conseguido introducir
una naturalización de los esquemas
del pensamiento neoliberal
en la institución universitaria, mediante
la asunción de una serie de
términos fetiche: excelencia, flexibilidad,
competitividad, movilidad,
empleabilidad, responsabilidad social;
que, como creen algunos, generan
eficiencia y, como sabemos
otros, crean desigualdad o, lo que es
lo mismo, pauperización del Estado,
mercantilización de los bienes públicos,
como el conocimiento o la
educación, y generalización de la
inseguridad social.
- LUCRO. La competitividad es el primer objetivo de las universidades de este modelo. Bb Inthavong
Una nueva Universidad
El ideal de universidad moderna, al
igual que la definición de las funciones
del profesor universitario, desde
comienzos del siglo XIX hasta el
advenimiento del nazismo, tuvo sus
orígenes en el modelo alemán de
institución académica, en donde las
principales ramas de la investigación
científica cristalizaron en “disciplinas”.
Con el final de la II Guerra
Mundial, el paradigma universitario,
al igual que el poder político y
económico, emigró del “viejo continente”
a Norteamérica.
Las universidades estadounidenses
derivaban de la tradición británica,
mezcla de dos modelos distintos.
Por un lado, una educación aristocrática
destinada a moldear el
carácter y a impartir unas determinadas
formas de vida a los futuros
miembros de la élite. Y, por otro, la
enseñanza práctica para el desempeño
de las actividades profesionales
e industriales. La educación
superior norteamericana supo
mantener ambas tradiciones, enfatizando
la capacitación profesional
y redireccionando el modelo alemán
de investigación universitaria
hacia las necesidades de los negocios,
la industria y el mercado.
La gestión empresarial de la universidad
o la universidad concebida
como una empresa nace y se consolida
en Norteamérica, pero la influencia
en la geoestrategia mundial
y el peso especifico de los EE
UU en el sistema mundo determina
su internacionalización como paradigma
académico a partir de la segunda
mitad del siglo XX. Mientras
la universidad humboldtiana representaba
el modelo social y la concepción
del mundo del idealismo
alemán, el modelo de empresa académica
norteamericana encarna la
esencia misma de la organización
social neoliberal. Una situación celebrada
con grandilocuencia por políticos
y académicos, en una especie
de retrato esperpéntico de la parodia
cinematográfica de García Berlanga
Bienvenido, Mister Marshall.
20.000 MANIFESTANTES EN VIENA CONTRA BOLONIA
El 11 de marzo se celebró en Viena (Austria) la II contracumbre del proceso de Bolonia a nivel europeo, con motivo de la reunión anual de ministros de Educación. Entre las 20.000 personas que se manifestaron había estudiantes de Francia, Alemania, Rumanía, Grecia, Lituania, Reino Unido o España. También se prepararon las próximas movilizaciones en Madrid entre el 8 y el 14 de abril.
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