Se prohíbe el Cante
40 años de historia
En los estertores de la Dictadura, en pleno año 1974, un grupo de vecinos del barrio de la Macarena (Sevilla) comenzó a reunirse en un antiguo taller de cerámica ubicado en la calle Torres. Les unía su pasión por el flamenco. De aquella iniciativa un tanto espontánea surgió la Peña Cultural Flamenca Torres Macarena. Tan solo 2 años después, en 1976, los socios fundadores adquirieron, por varios millones de las pesetas de entonces, un inmueble ubicado en la calle Torrijiano, nº 29. Allí perdura un vivísimo trozo de la historia de la ciudad y del flamenco. Una de las peñas flamencas más antigua de Sevilla y de toda Andalucía.
El Cabrero, Antonio Mairena, El Terremoto, Meneses, El Polaco, Trini España, Matilde Coral, José el de la Tomasa, El Choza, Antonio Chacón, Antonio Suárez, La Negra. Leyenda viva del flamenco. Sus nombres aparecen ligados a la historia de la Peña Torres Macarena. Muchos y muchas actuaron sobre sus tablas cuando aún no eran conocidos, antes de cualquier reconocimiento, cuando sus nombres no figuraban en ningún cartel. Además de punto de encuentro para los amantes del flamenco, la peña ha sido una auténtica escuela que ha conservado y proyectado al futuro lo mejor de la impronta cultural de la ciudad.
“Aquí hay dos formas de desalojar: de manera pacífica o por las malas”
Poco después de las 12 de la noche del pasado sábado 15 de febrero, en medio de una actuación musical, agentes de la Policía Local adscritos al Departamento de Medio Ambiente se personaron en la calle Torrijiano. Llevaban consigo una orden de clausura y un acta de precinto de la peña. Uno de los agentes expuso la situación de manera muy clara a los miembros de la Junta Directiva allí presentes. “Aquí hay dos formas de desalojar esto: de manera pacífica o por las malas”. Los asistentes al evento abandonaron el lugar por su propia voluntad.
Me lo cuenta José Padilla, Presidente de Torres Macarena, acompañado de Diego Fernández, miembro de la Junta Directiva. Estamos en un bar próximo a la peña, en la calle Don Fadrique. En los 45 minutos que empleamos para tomar un café y charlar se nos acercan numerosos vecinos y vecinas de la zona. “¿Cuándo se vuelve a abrir la peña?”, preguntan. María, ya jubilada, también se acerca a la mesa. Durante 14 años trabajó en la peña, “haciendo potajes”, como ella misma explica. “No hay derecho, no hay derecho”, alcanza a decir cuando le pregunto por la clausura. El teléfono de José suena. Por la tarde tendrán una reunión con el abogado de la Federación de Peñas Flamencas de Sevilla, para analizar la situación en la que se encuentran.
Sus problemas comenzaron hace aproximadamente 5 años. Nunca nadie se había quejado antes. Junto a la peña y detrás de ella, en lo que antes era un solar, se construyó un edificio residencial. Desde entonces han llegado varias denuncias y tres órdenes de clausura, aunque ninguna con un acta de precinto, como el pasado sábado, que obliga a cerrar totalmente el espacio. Los socios de la peña ni siquiera saben quién les denuncia ni tienen acceso a ningún expediente que clarifique su situación. José Padilla lo describe perfectamente: “No sabemos quién nos acusa. Tampoco sabemos sus motivos ni sus objetivos”. Ni siquiera tienen constancia de que se haya hecho una medición de decibelios que justifique la clausura.
Aún así, conscientes del problema planteado, la Peña Torres Macarena asumió la necesidad de insonorizar el espacio donde tienen lugar los conciertos y actuaciones. La inversión necesaria rondó los 9.000 euros. Para conseguirlos hubieron de organizar el pasado año un festival flamenco en el Teatro Alameda que reunió a más de 20 artistas, entre ellos nombres destacados como Chiquetete, El Chozas, Manuel Molina, Mary Peña o Carmen Ledesma. El local está insonorizado, pero, según parece, siguen llegando las denuncias.
Una regulación que proteja al flamenco y a las peñas flamencas
José y Diego se quejan de que los políticos solo se ocupan del flamenco “cuando se trata de aparecer en la foto”. José Padilla apunta directamente hacia la Junta de Andalucía, “que presume de haber conseguido que el flamenco sea considerado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, mientras las peñas flamencas, que somos la base del flamenco, no tienen ninguna protección”.
Regulación y protección. Eso es lo que reclama la Junta Directiva de Torres Macarena. No ha sido la primera peña flamenca que se ha enfrentado a este tipo de problemas. Aunque desearían que sí fuera la última. Existe un ordenamiento que regula la actividad de bares, restaurantes, salas de fiesta, salas de concierto “e incluso clubes de alterne”. Pero no hay normativa alguna que regule y proteja la actividad de las peñas flamencas. No hace falta medir decibelios. La posibilidad de realizar actuaciones en directo no está recogida en ningún ordenamiento o normativa. Y, como José Padilla explica perfectamente, “queremos hacer actuaciones en directo, porque sino esto sería un bar, y bares ya tenemos muchos”.
El Ayuntamiento de Sevilla ha incluido un párrafo en la Ordenanza Municipal de Ruidos que sí podría amparar la actividad de las peñas flamencas de la ciudad. La Ordenanza, aprobada en el pleno municipal, está en fase de alegaciones. Y precisamente ese apartado, que es competencia también de la Junta de Andalucía, ha sido recurrido a instancias autonómicas. El proceso de aprobación parece paralizado y nadie sabe a ciencia cierta cuando podría ver la luz definitivamente esta nueva ordenanza. Mientras tanto, la Peña Torres Macarena podría seguir clausurada.
La gran paradoja es que esas instituciones, que no han sido capaces de proteger la actividad de esta histórica peña flamenca, sí utilizan el edificio para programar actividades educativas y culturales. El programa ‘Peñas de Guardia’, subvencionado desde hace más de siete años por el Ayuntamiento de Sevilla, permite que cada miércoles se celebren en la calle Torrijiano actuaciones flamencas. Igualmente, la Peña Torres Macarena cede su local para que cada jueves tengan lugar talleres de cante y guitarra que organiza el Distrito. La contribución municipal se reduce a la contratación de los profesores, mientras que la peña cede el espacio y no percibe ningún dinero.
“Queremos colaborar con las instituciones, por el bien del flamenco. Pero las instituciones nos persiguen”, se queja con motivos José Padilla. En la tarde del jueves 20 de febrero, en torno a unas 50 personas deberían participar en los talleres de cante y guitarra que tienen lugar en la Peña Torres Macarena. Pero un cartel en la puerta del edificio, escrito a bolígrafo y firmado por la Junta Directiva, avisa de que “Medio Ambiente ha cerrado la peña, que permanecerá clausurada hasta nuevo aviso”. ¿Seguirá Torres Macarena conservando ese legado cultural tan importante para la ciudad? Diego Fernández lo expresa lacónicamente: “Si esta peña se cierra, sería una gran pérdida para el flamenco”.