movimientos // respuestas ciudadanas a los recortes y la pérdida de derechos
¿Pero cómo se hace eso de “unir todas las mareas”?

Diagonal reúne a activistas de Madrid para dialogar sobre las resistencias a la austeridad.

05/02/13 · 19:29
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Manifestación de la Marea Verde. / Olmo Calvo

A finales de enero, el Gobierno de la Comunidad de Madrid planteaba en la mesa de negociación con el personal sanitario la posibilidad de atenuar sus planes de privatización en el sector. La oferta, que por sí sola no ha frenado la movilización del sector, ha sido interpretada como una muestra del poder ciudadano de la Marea Blanca, que, unida a las cartas de dimisión de más de 300 directivos de 137 centros de salud, ha puesto en cuestión el rodillo de la austeridad sostenido por la Comunidad de Madrid. ¿Qué ha logrado poner encima de la mesa la Marea Blanca para conseguir mover de su posición a la Comunidad de Madrid?

El jueves 31 de enero, cinco personas activas en la Marea Blanca, Juventud Sin Futuro, la Marea Verde, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y el centro social Patio Maravillas participaron en una entrevista colectiva organizada por DIAGONAL para tratar de responder esa y otras preguntas. Se suman a las protestas contra la corrupción organizadas a raíz del caso Bárcenas tres fechas previstas con anterioridad que preparan un febrero caliente de indignación ciudadana. Un momento, ¿existe eso de la indignación ciudadana?, ¿qué relación tiene con las famosas mareas? Comenzamos la charla con esas dos cuestiones.

Remedios participa en la PAH y reconoce que el trabajo realizado tiene demasiadas diferencias con las reivindicaciones de otros movimientos. No obstante, ve que aquello que nos une “es un enemigo común, que devalúa nuestro trabajo y nos priva de derechos fundamentales como la sanidad, la educación, o la vivienda. Es el mismo enemigo que nos privatiza el agua, la salud, la vida...”. No obstante, Quique Maeztu, de Juventud Sin Futuro, apunta a que cada espacio tiene una subjetividad propia, “cada uno tiene a su ministro al que tirar y ninguno cae”, algo que achaca a un “Estado de excepción en nuestras vidas” impuesto a golpe de recortes.

Fernando, un profesor que participó en la movilización de la comunidad educativa, profundiza en la percepción de que el capital está traspasando “líneas rojas”, pero “también nos une la idea de que esta situación no es inevitable. Estamos intentando darle la vuelta a este discurso”, defiende Fernando. Javier Cordón, un trabajador del Hospital Ramón y Cajal que está participando en la Marea Blanca, cree que el contexto político de la sociedad hoy es más visible: “Las mareas tienen repercusión social porque se ve que hay un expolio”. Los recortes han creado un clima en el que las categorías profesionales, especialmente explícitas en el sector sanitario, “muy conservador”, como lo define Cordón, son capaces de organizar una respuesta conjunta.

Lucía, que participa en el Patio Maravillas, defiende que ese “enemigo común” son aquellos que están desmontando los recursos públicos que conforman “las instituciones zombis” que nos gobiernan, “zombis porque están muertas pero no terminan de caer”. Lucía considera que los movimientos y mareas tienen el problema común de no saber qué hacer para que terminen de caer esos pésimos gestores de lo público, y el problema de saber “cómo hacer para gestionar después esos bienes comunes”. Pero no sólo de enemigos viven las mareas. Lucía defiende que otros nexos entre los movimientos son las herramientas puestas en práctica a partir del 15 de mayo de 2011: “La desobediencia civil, las acciones directas, las ocupaciones, ya sea de vivienda o de hospitales”, también configuran el repertorio de lucha.

Escollos en el camino

En la mesa no están todas las mareas. Faltan representantes de la marea azul, que defiende la gestión pública del Canal de Isabel II contra su privatización, o de la Marea Amarilla, contra las tasas judiciales y por el acceso a la justicia gratuita; el sector de la intervención social, que en diciembre llevó a cabo un encuentro para combatir los recortes en el tercer sector, o de la conocida como Marea Roja, un nuevo intento de organizar a las personas paradas. Entre quienes participan en la mesa redonda hay divergencias sobre las formas de confluir en una sola ola de indignación ciudadana. Más teniendo en cuenta que en el interior de los grupos hay problemas recurrentes. Remedios, de la PAH, comenta que en su grupo es difícil que quienes se acercan por primera vez trasciendan su problema personal y sientan la necesidad de transformar la situación general; para ello, la PAH trabaja en la formación y el empoderamiento de las personas afectadas.

La universidad, durante décadas un campo abonado para la movilización y la protesta, vive en estos momentos uno de los periodos más grises desde la llegada de la democracia. Al menos así lo percibe Quique Maeztu, quien lo achaca a que la puesta en marcha de Bolonia y la nueva ley de tasas de Educación ha provocado un ambiente de depresión: “En las tres huelgas que se han convocado este curso, el seguimiento ha sido alto, pero la participación ha sido bajísima”, explica este estudiante: “El movimiento estudiantil está muerto, pero eso no quita que luego la gente participe en centros sociales o asambleas de barrio”.

“No supimos llevar las protestas más allá”, se lamenta Fernando, uno de los profesores de la Marea Verde a los que cambiaron de instituto y de turno a raíz de la movilización. “A este gobierno le da igual –resume–. Hubo un gran movimiento, mucha participación, pero no se ha conseguido nada”, algo que Fernando achaca a que las acciones no pasaron de ser simbólicas o simples manifestaciones. “La gente por el momento tiene miedo a la desobediencia civil”, afirma. Este maestro critica el papel de los sindicatos, que no mostraron interés en llevar las asambleas más allá, y no lo muestran ahora en unir esas mareas.

Javier Cordón explica que en la Marea Blanca también se ha producido un momento de reflujo tras las movilizaciones de diciembre, pero que éste no es tan profundo. “Ha sido un movimiento puramente defensivo”. Cordón expone que en el movimiento se usan formas del 15M, pero que en la Marea Blanca no se produce el cuestionamiento del sistema que sí se llevó a cabo en la Puerta del Sol. A pesar de ello se ha variado la estrategia de convocar huelgas y se ha optado por los encierros, que cuentan con mayor apoyo entre la ciudadanía. “Quien tiene que reivindicar la sanidad pública es la población –interviene Remedios–; si no participa de manera masiva es difícil”.

“Luchamos contra unas instituciones que no se sientan a negociar –resume Lucía–, no veo que haya una huelga ni una ocupación ni una asamblea lo suficientemente potente como para negociar nada con un Estado que no tiene capacidad para negociar con ellas”, dice en relación con la “intervención suave” de la Comisión Europea sobre la economía española a través de las llamadas políticas de austeridad. “No es lo mismo un Gobierno que otro”, discrepa Reme­dios. “En un sentido geográfico, las calles ya están ganadas”, explica el integrante de Juventud Sin Futuro, quien apunta a la necesidad de que se coordinen las agendas y se apueste por menos convocatorias mejor planificadas.

Balance positivo

Pese a las dificultades expuestas, la movilización en sanidad ha sido la que ha puesto en mayores aprietos al Gobierno autonómico, que han llegado hasta el punto de que “gente del PP se manifestaba contra el PP”, resume Javier Cordón. “Ha sido una movilización con un proceso de autoorganización muy fuerte, en el que los sindicatos institucionales han tenido un papel más secundario que el que tuvieron en educación”. Señalar a las empresas que se están beneficiando de la privatización de la sanidad e implicar a la ciudadanía en su derecho a decidir qué modelo sanitario necesita y a otros grupos que ya están organizados. “Para mantener las últimas líneas rojas del Estado de bienestar hay que llevar a cabo más desobediencia civil”, pero hay un proceso de larga duración en el que se maduran las alternativas al Estado del shock, para construir modelos asamblearios “que superen las viejas instituciones”, aporta Fernando.

“Ante esa dificultad de seguir movilizándose cuando no ganamos nada –apunta Lucía– tenemos que pensar en acciones que nos permitan obtener pequeñas victorias y poner énfasis en que la defensa de la sanidad o la vivienda son derechos inalienables, mediante un discurso común”, concluye esta activista madrileña. “Hay que respetar las maneras diversas y confluir con otro tipo de fuerzas”, subraya Remedios, quien defiende que los sindicatos “han sido el motor de muchos logros”. Por su parte, el integrante de Juventud Sin Futuro apela al diálogo y al apoyo mutuo, y pone como ejemplo la importancia de pequeños gestos como que en un hospital haya panfletos contra las tasas universitarias y en la universidad se mantenga latente la lucha de la sanidad. “Se debe buscar el mínimo común denominador en las luchas, no ir cada uno por su lado; hay un estado de las cosas diferente”.

LUCHAS POR EL BIENESTAR: Resistencias al expolio

Encierros y cierre de urgencias

Los hospitales de Madrid secundaron un encierro de 24 horas el pasado día 30 de enero. Tras el parón navideño, se retomaba esta forma de lucha que en otoño se convirtió en rutina en algunos centros. A estas acciones hay que sumarles huelgas (laborales y de hambre), concentraciones y marchas multitudinarias y la entrega de casi un millón de firmas de madrileños que se han declarado contrarios a la aprobación del Plan. Por otra parte, los habitantes de poblaciones rurales afectadas por el cierre de Urgencias siguen movilizándose en las dos Castillas. Algunos pueblos, como Tembleque (Toledo), han conseguido suspender los cierres en los tribunales. 

Vivienda: la ILP llega al congreso

En Barcelona, el pasado 12 de enero se celebró el 7º encuentro estatal de Plataformas de Afectados por la Hipoteca, una organización que acaba de entregar casi 750.000 firmas (en total se han entregado 1,4 millones) en el Congreso por la dación en pago y el alquiler social, y que lleva 555 desahucios detenidos. En el comunicado emitido desde el encuentro, advirtieron al Gobierno que de “no acelerar la tramitación de la ILP para su aprobación con carácter urgente tendrá que atenerse a un aumento de la presión social. No vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras haya vidas en juego, extenderemos las acciones de desobediencia civil a la ciudadanía”.

Educación: huelgas y encierros

El mes arranca con una huelga estudiantil convocada por el sindicato de estudiantes para los días 4, 5 y 6 de febrero, en fechas en las que, por ser de exámenes, no secundarán los universitarios. En Madrid serán los trabajadores de la Universidad Complutense los que desarrollen esos días huelgas contra los presupuestos de la institución. Aragón está siendo la autonomía con más actividad en este sector, con encierros en múltiples institutos por parte de profesores, performances en el espacio público (colgaron miles de tarteras cerca del domicilio de la consejera del ramo) y marchas por las escuelas rurales cerradas.

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comentarios

1

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    Indignatus
    |
    11/01/2014 - 12:45am
    Pues no sé cómo decirlo, pero ni siquiera entre estos cinco percibo yo ni acuerdos ni propuestas concretas de importancia. Desde mi punto de vista, y de acuerdo al asunto tratado en este artículo -cómo unificar luchas, cómo hacer más fuerza contra el sistema-, creo que en España tenemos dos problemas muy serios: uno, que tenemos muy poca gente realmente válida para estas cosas, y la que hay tiende a opinar desde el atril huyendo de la frustrante brega. Y dos, que cuando hay alguna excepción a la norma anterior la gente alrededor de la excepción, simplemente, no se da cuenta ni de lo que ve; aquí se escucha lo mismo al sabio que al tonto, y quien protesta por ello es un pedante, un elitista, o directamente un fascista. Precisamente por eso los pocos que de verdad valen la pena no se bajan de los atriles, claro...
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