A pesar de que el periodismo debería ser, según la
Constitución, veraz, cada día vemos como los intereses
de empresa se anteponen al derecho de la ciudadanía.
- TELEMADRID. Protestas de trabajadores. Foto: Rojoynegro.
Primer acto. Domingo 5 de
septiembre. Portada de El
País. Publica una encuesta
que afirma que sólo un 9%
de los españoles tiene decidido participar
en la huelga del 29-S. La ficha
del sondeo que pronostica esta
debacle había sido realizada el primer
día después del final de las vacaciones
de agosto, con la gente deshaciendo
sus maletas.
Segundo acto. Jueves 23 de septiembre.
La 1, de TVE, programa 59
segundos. Un panel de comentaristas
critica las consecuencias que se
prevén: pérdidas económicas y la coacción
de los piquetes. Los ‘concursantes’
son el director de una agencia
de noticias, el responsable de un
periódico gratuito, una periodista
catalana a título personal, dos dirigentes
de la CEOE y, por el “turno
sindical”, el ex secretario general de
CC OO, José María Fidalgo, en la actualidad
en el Instituto de Empresa
Familiar, una de las organizaciones
más reaccionarias de la patronal.
Tercer acto. 00:00 horas del día 30.
Telemadrid, el canal controlado por
el PP de Aguirre, reinicia su programación
tras 24 horas de apagón por
la huelga. Comienza el informativo
de la noche y la presentadora asegura
que la protesta ha sido un rotundo
fracaso (en casa del herrero…).
Estos tres ejemplos son casos típicos
de manipulación mediática más
o menos flagrantes. Escenas de una
concepción del periodismo que nada
tiene que ver con el aserto del artículo
20 de la Constitución que condiciona
su ejercicio al compromiso
de veracidad. Y por el contrario reflejan
un modus operandi propio de
sociedades pre democráticas en las
que se confunde la libertad de prensa
con la libertad de empresa, con
ganancia para esta última.
La pregunta sería: ¿estamos ante
algo universal de los medios como
manipuladores de la opinión pública?
La respuesta honesta sería que
en todos los sitios cuecen habas pero
que en nuestra democracia karaoke
caen chuzos de punta y hacen creer
que es agua bendita. Los medios son, en líneas generales, los persuasores
que utilizan los poderes fácticos para
mantener bien engrasado el sistema
ideológico que les permite la servidumbre
voluntaria. Además, la mayoría
de los más influyentes están
controlados, directa o indirectamente,
por bancos, multinacionales o el
sector publicitario.
Otra pregunta obligada es ¿por
qué España es diferente? Las respuestas
en este caso no están en el
viento, sino que las podríamos clasificar
en tres razones: una de fondo,
otra de forma y una final de procedimiento.
La fundamental es la ya
avanzada: venimos de siglos de dictadura
y meses de democracia y los
medios han sido los púlpitos utilizados
desde el poder (mitad monje, mitad
soldado) para la construcción social
de la realidad que más le convenía.
En segundo término está una sociedad
civil canibalizada éticamente
y jibarizada políticamente, que ha
hecho de la resignación ante los
mandamases y sus representantes el
“ande yo caliente y ríase la gente”
para la supervivencia. Y en último
lugar, una clase periodística que
nunca ha creído en que el titular de
la información es la ciudadanía y
obedecen debidamente a las empresas
como su imperativo categórico.
¿Es lo que nos merecemos? Ni de
lejos. Hay otros mundos y están en
éste, en medios alternativos, radios,
periódicos, internet... esa estructura
informática, federalista, horizontal y
reticular que crece sobre las miserias
y la decepción que incuban los
“nuevos perros guardianes”, los únicos
medios que de verdad informaron
el 29-S. Pero eso es el porvenir.
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