El movimiento por una renta no ligada al empleo o Renta Básica plantea que ésta
reivindicación debe servir para romper el paradigma social establecido en el siglo XX.
- Foto: Olmo Calvo
El incandescente debate
sobre la reforma laboral
ha puesto sobre mesa
la cuestión central
del trabajo. Sin embargo, el debate
en curso demuestra que
esta es una cuestión que continúa
siendo profundamente incomprendida.
Veamos cuáles
son las dos posiciones principales
al respecto: por un lado la
derecha sigue obcecada en precarizar
el trabajo, lo que nos lleva a
una mayor precarización de la vida,
a un descenso de la demanda
y a la profundización de la crisis.
Por el otro, la vieja izquierda continúa
su cruzada a la búsqueda del
trabajo estable; cruzada completamente
inútil debido al conjunto
de cambios profundos que se han
producido en la estructura social
y productiva durante los últimos
30 años: globalización; cambios
estructurales en el mercado de
trabajo y en la estructura de las
empresas; financiarización de la
economía; nueva división internacional
del trabajo; tercerización,
flexibilización; trabajo por proyectos,
automatización, etc.
Lo cierto es que ni unos ni otros
tienen un plan viable para enfrentarse
a la crisis estructural “trabajo”,
esto es, a una situación en la
que el paro y la precariedad ya no
son excepciones sino que son estructurales,
y por lo tanto el acceso
a la renta y a los derechos ya
no se puede asegurar más a través
del empleo.
¿Cómo romper este nudo gordiano?
Nosotros consideramos que la
alternativa no se da entre las dos posibilidades
aquí expuestas, sino entre
lo que estas dos posibilidades tienen
en común –el ligazón cada vez
más fuerte entre trabajo y renta–, y
empezar una transición que tenga
por objetivo asegurar los derechos y
la renta independientemente de la
prestación laboral, es decir, la introducción
de una Renta Básica
Universal. El paro y la precariedad
son un problema, sí, pero la solución
no es el sacrosanto empleo –cada
vez más escaso y precario– sino la
garantía de renta; que permita enfrentarse
a la crisis del trabajo, asegurar
unas condiciones dignas de
existencia, y reconocer y asegurar la
producción social de la riqueza.
Desmontar los tópicos
Es recurrente la crítica a la Renta
Básica que pronostica la transformación
de la sociedad en un ejército
de vagos y maleantes. Nosotros no
sólo negamos esta asunción –ampliamente
desmentida por los ejemplos
reales de aplicación de la Renta
Básica en lugares como Namibia o
Alaska– sino que le damos la vuelta.
Pensamos que la Renta Básica es la
única forma posible de que la inmensa
inteligencia y potencia productiva
que hay en la sociedad pueda
desarrollarse y expandirse tras la
crisis del empleo, si tenemos en
cuenta que dicha potencia productiva
se encuentra bloqueada por la
precariedad, la falta de ingresos y
de oportunidades –y el crecimiento
exponencial de las enfermedades
mentales y la drogadicción que deriva
de esta situación–.
El ejemplo de la juventud es palmario:
el 50% de los jóvenes no recibe
ningún ingreso y del otro 50%
más de la mitad realizan trabajos
precarios. Una buena parte de
ellos saltan continuamente de un
trabajo a otro y alternan el desarrollo
de proyectos a los que
aportan voluntariamente sus capacidades
e intereses con trabajos
que ni les interesan ni les aportan
nada más que algo de dinero para
sobrevivir. Ingenieros, artistas,
médicos, investigadores, arquitectos,
cuidadores, técnicos, diseñadores,
informáticos…la mayor riqueza
y potencia de la sociedad se
encuentra precarizada, condenada
y ninguneada ¿Cómo se puede
seguir manteniendo la crítica a la
Renta Básica antes citada?
A estos jóvenes altamente formados
y precarizados –atención,
no están sobrecualificados sino subempleados–,
en vez de ofrecerles
las garantías para que puedan organizarse
autónomamente y desarrollar
colectivamente sus proyectos
y capacidades, se les condena
a la precariedad y se les dice
que se tienen que formar más y
buscar mejor. Un auténtico insulto
a la inteligencia y a la dignidad. Es
cada vez más evidente la imposibilidad
del capital de aprehender y
reconocer la inmensa potencia
productiva, riqueza social e inteligencia
colectiva que hay en la sociedad.
No queremos buscar la forma
de que lo haga, sino –al contrario–
inventar los derechos e instituciones
necesarios para que esta
potencia pueda vivir y desarrollarse
más allá del capital, de forma
tendencialmente autónoma.
Un problema político
No hace falta decir que el problema
de aplicación de una Renta
Básica no es ni de dinero –que
existe en cantidades ingentes, pero
cada vez más concentrado y
menos distribuido– ni institucional
–ya que la Renta Básica elimina
una gran cantidad de burocracia
y requiere de una arquitectura
institucional relativamente sencilla.
El problema de aplicación de
la Renta Básica es político, y depende
de la fuerza que los movimientos
europeos sean capaces
de ejercer para conquistar nuevos
derechos que estén a la altura de
la globalización.
La Gran Depresión terminó en
EE UU porque las luchas sociales
consiguieron imponer una nueva
carta de derechos y obligaron al
gobierno de Roosevelt a coger los
beneficios empresariales y convertirlos
en derechos sociales. Invertir
la tendencia actual –de convertir
los derechos heredados del New
Deal en beneficios financieros– supone
luchar para construir una
nueva carta de derechos sociales
europeos de los pobres –los que
producen la riqueza- en la que la
Renta Básica tiene que ser un pilar
fundamental. ¿Consideraremos,
los nuevos movimientos, seriamente
este envite?
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