La ex integrante de la Comisión Proderecho al Aborto de Madrid en los ‘80 y portavoz de la Clínica Isadora valora los
cambios de la nueva ley.
DIAGONAL: Ya en los ‘80 denunciasteis
que la Ley de Despenalización
parcial era incompleta y
ambigua. 24 años después, se reforma
para crear otra que tiene graves
carencias. ¿Qué balance haces?
EMPAR PINEDA: Sacar el aborto
del Código Penal aunque sólo fuera
en aquellos tres supuestos supuso
un cierto alivio para muchas mujeres
que no tuvieron que marcharse
a Holanda o Francia para abortar.
Pero, ya entonces le dije al Ministro
de Sanidad, Ernest Lluch, que esta
ley no era buena; que no se harían
abortos en la sanidad pública; que
habría unas diferencias tremendas
entre los territorios con clínicas más
baratas y los otros; que mujeres y
profesionales estarían en situación
de inseguridad jurídica. Porque
cualquiera, un ex novio, un ex marido
despechado, podría poner una
denuncia que podría caer en manos
de un juez que quiera llevarla adelante
para ver si se cumplen los requisitos
en los que quedan despenalizado
el aborto. Él decía que en
Gran Bretaña había dado buenos
resultados, pero la sociedad británica
no es comparable con la nuestra,
recién salida del Franquismo. Después,
algún Gobierno socialista hizo
anuncios de que iba a ampliar la
Ley, pero siempre había excusas
para no llevar a término la propuesta,
hasta que llegamos a la situación
actual. En cuanto a este proyecto de
Ley, en lo que respecta a la sanidad
pública, no hay ninguna novedad,
sólo una exhortación general a que
los médicos admitan los abortos. El
programa electoral del PSOE de
2004 hablaba de regular la objeción
de conciencia, pero una vez ganaron
las elecciones no se mencionó
para nada. Es un avance que hasta
las 14 semanas la mujer pueda decidir
por sí misma sin necesitar el
visto bueno de un médico, como
hasta ahora. Pero, ¿por qué hasta
las 14? ¡Qué arbitrariedad! Va a dejar
fuera mínimo a 9.000 mujeres.
Si se hubiera atrevido hasta las 16,
o lo que plantean las leyes más
avanzadas de Europa, en concreto
la holandesa, que dice que hasta
que el feto pueda vivir fuera del útero
materno se puede interrumpir el
embarazo... La nueva Ley de aborto
se queda entre las leyes europeas
intermedias y las más limitadas.
D: Quizá lo preocupante es que la
reforma ha venido dada por una
ofensiva contra las clínicas de abortos,
como tú bien sabes por los ataques
que recibió la clínica Isadora.
E.P.: Por una parte, por la agresión
contra estos centros. Por otra, porque
en Madrid la Guardia Civil llegó
a ir a casa de las mujeres que
habían abortado en Isadora y organizó
verdaderos atropellos al derecho
de confidencialidad. La vicepresidenta
De la Vega prometió hablar
con el Fiscal General del
Estado para establecer un sistema
en que la confidencialidad se respete,
pero seguimos estando en las
mismas circunstancias, no hay ninguna
fórmula concreta que nos lo
asegure. Y por último, en el
Congreso Confederal del PSOE en
julio de 2008, la gente joven y sectores
feministas plantean que la
Ley no vale. Es entonces cuando el
Gobierno decide que va a plantear
la reforma de la Ley. Había reticencias,
porque no venía en el programa
electoral de 2008 y no creían
que fuera oportuno. Así que se decide
abrir un debate social.
D: En 1985, Matilde Fernández, de
la ejecutiva del PSOE, afirmó que
las socialistas renunciaban a una
ley más progresista “por respeto a
otros sectores de la sociedad”. ¿La
influencia de los partidos minó la
unidad del movimiento feminista?
E.P.: Yo diferencio entre los partidos
sin poder, los extraparlamentarios,
los pequeños partidos, dedicados
al trabajo social, a los movimientos
y los que sí lo tienen... El
PSOE no se ha molestado nunca
en mantener la unidad, ha creado
sus propias organizaciones y,
cuando había un movimiento feminista
unitario, que ahora no lo hay,
entre otras cosas por eso, el PSOE
jamás se molestó en respetar el espíritu
unitario y dedicarle esfuerzos.
Es más, ahora se da cuenta de
que está muy solo y necesita a las
mujeres y manda mensajes pidiendo
que nos movilicemos.
D: El feminismo hizo una labor
crucial con los centros de planificación,
aunque la Comisión rechazaba
convertirse en un movimiento
asistencial. Algunas organizaciones
y mujeres feministas os habéis
profesionalizado en este campo.
¿Ha ocurrido lo que temíais?
E.P.: En parte sí y en parte no. Algunas
organizaciones tienen un
componente asistencial mucho
mayor de lo que entonces practicábamos
y defendíamos. En la Comisión
defendimos el conocimiento
de la realidad a través de las
permanencias, informar a las mujeres
sobre anticonceptivos, sexualidad...
porque más allá de
ayudarlas, nos hacía ganar en autoridad
frente a los grupos antielección,
las autoridades. Por otro
lado, buena parte de las integrantes
teníamos una formación marxista,
defendíamos que el Estado
tiene que cubrir los servicios colectivos.
Poco a poco vimos que no
era cuestión de meter el Estado
hasta en la cama y que había otras
vías como el cooperativismo, el
trabajar conjuntamente. Pero la
discusión entre lo asistencial y lo
movilizador, igual que sobre qué
actitud tener ante el Estado y la
autonomía del movimiento, fueron
determinantes.
[Las feministas ven retrocesos en la ley->9039]
[¿Quién sostiene a los grupos antielección?->9036]
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