la cultura en el mayo global
La cultura también quiere formar su propia marea

Las movilizaciones de mayo ponen el tema cultural en la agenda con un encierro la noche del viernes en el museo Reina Sofía de Madrid.

09/05/13 · 7:16
Cine abandonado / Álvaro Minguito

inforelacionada

El 10 de mayo se ha convocado, en el marco de la agenda del Mayo Global, un encierro por parte de trabajadores, trabajadoras (y personas desempleadas) de la cultura y la comunicación, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía “que representa la ‘Marca España’ en el mundo, para decirle al mundo que la Marca España no da de comer a sus habitantes”, anuncia el Eje de Cultura y Comunicación de la asamblea que prepara el mayo global.

¿La proclama? La cultura y la comunicación como derecho, dos aspectos que, si bien aparentan no afectar directamente a nuestras vidas más que en el “ocio”, sí que entran en juego a la hora de crear nuestra identidad y nuestras estructuras de sentido. El Estado español es plenamente consciente de esto, y, si echamos un vistazo a las medidas tomadas, encontramos una clara dinámica de elitización de la cultura, desarraigo respecto a ella de los sectores populares, y de su conversión en negocio lucrativo. Que con la subida del IVA se haga considerar un lujo el cine, el teatro, la música e, incluso, el material escolar, no es una simple medida económica de cara a la recaudación de impuestos. Hablamos de una profundización en un modelo ideológico, de una dinámica política de arrebato de la cultura a la ciudadanía.

En primer lugar, hay un espacio dominado por aquellas medidas destinadas al abandono de lo público. Desde las partidas presupuestarias, tanto locales, autonómicas, como nacionales, ha habido una tendencia a su reducción –una tendencia que comenzó con una reducción del 19,6% de la partida para Cultura en los Presupuestos Generales del Estado–, una primera intervención sobre la cultura que no sólo ha afectado a grandes instituciones de renombre. En el caso del Ayuntamiento de Madrid, se ha realizado un “ahorro” al suprimir actividades de los centros culturales por 393.000 euros, a la vez que se invirtieron 510 millones en la compra y remodelación del Palacio de Comunica­ciones y en la creación en él de un centro cultural “marca”.

Encontramos una clara dinámica de elitización de la cultura, desarraigo respecto a ella de los sectores populares, y de su conversión en negocio lucrativo

A esto se ha sumado que algunos complejos para la creación y las artes construidos durante la bonanza inmobiliaria han quedado vacíos o inacabados. Un caso monumental es el gigantesco Centro de Creación de las Artes de Alcorcón (CREAA), una obra paralizada por falta de presupuesto. En otros casos, centros como el Fernando de los Ríos de Aluche (Madrid) han echado el cierre por falta de presupuesto para obras de mantenimiento. Las programaciones también han sufrido varapalos, como en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), donde en 2011 se suprimió la programación teatral.

La cultura hecha “marca”

Pero la retirada del presupuesto no es la única medida. La dinámica de externalización y privatización de los sectores culturales responde a un doble juego en el que el trabajador de la cultura goza de unas condiciones laborales más precarias y en el que la empresa gestora prefiere tratar a su público como consumidor, no como agente activo. El modelo del museo “marca” del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) es paradigmático, al subcontratar a través de empresas de trabajo temporal al personal de sala o al contratar trabajadores autónomos como comisarios independientes para la realización de proyectos específicos, a la vez que la institución se perfila como icono de la identidad artística catalana a través unos contenidos propios de la “alta” cultura.

Es ilustrativo también el caso del Medialab-Prado, dependiente del Ayuntamiento de Madrid, ideado como plataforma abierta que invita a la investigación y producción colaborativa abierta a la ciudadanía. Al tratarse de actividades cooperativas y de intercambio, como el Laboratorio del Pro­común, el carácter voluntario y altruista de estas actividades abre veda a la institución para la reducción del presupuesto, como ha apuntado el integrante de YProductions Jaron Rowan.

Lo mismo ocurre a nivel local. Al hacer uso de la participación ciudadana voluntaria para ahorrar presupuesto en la contratación de dichas actividades, o en el caso de la ocupación y creación de centros sociales autogestionados, se llega a la ausencia de un presupuesto y la creación de un programa de actividades desde la precariedad.

La precarización laboral de los trabajadores de la cultura llega por la externalización, pero también por el abuso de lo voluntario para cubrir lagunasExiste en este sentido una encrucijada. La proclama de la precarización laboral de los trabajadores de la cultura por la externalización, pero también por el abuso de lo voluntario para cubrir lagunas, habla asimismo de una crisis del modelo de producción cultural individualista, el cual se ha visto colapsado ante la saturación de trabajadores de la cultura y la reducción del interés en la misma en favor de lo social, económico o político. Por tanto, entran en conflicto al mezclarse intereses privados de promoción individual con el arrebatamiento a la ciudadanía de su vida cultural o la conversión de la misma en una ficción comercial de cultura de élite accesible para todos.

Precariedad y militancia

La precariedad laboral de los trabajadores de la cultura es evidente. Muestra de ello es la convocatoria del 28 de abril en Barcelona de una Marea Roja, una marcha contra medidas como los presupuestos de cultura anti-sociales o la subida del tipo del IVA de ciertos productos culturales a lujo, tales como el teatro o el cine, pero también los libros de texto.

La militancia cultural no debe confundirse con la precarización obligatoria, como señala la periodista Carolina León, aunque es necesario reflexionar sobre el reclamo de una cultura de todos. No se habla de una simple mejora laboral en el campo, al igual que en las Mareas Verdes no se habla de reducción salarial de los profesionales, sino de la defensa de un modelo de educación público inclusivo, o en las Mareas Blancas no se arremete simplemente contra los despidos y el despilfarro de la externalización de la sanidad, sino de la necesidad de un modelo público de cobertura universal de la salud. En este mismo sentido, por lo tanto, se debe entonar la reclama en torno a la cultura. Su malestar habla de un agotamiento del modelo vigente, de la competitividad individual entre profesionales y la mercantilización de los espacios. No son demandas únicamente laborales, por el deterioro en el campo. Hay implicado un empoderamiento, una demanda social de la vuelta de la producción cultural a la población general como agente activo, no como simple consumidor.

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