El autor pasa revista al cambio de talla de la UE
con el termómetro que establece la temperatura
a la que arden el acero, el carbón y la madera.
1.CARBÓN Y ACERO.
Cuando Estados Unidos
declaró la guerra a España
por lo de Cuba, la cosa parecía
una fiesta. Si uno lee las memorias
de Baroja, verbigracia, ve que todo
el país estaba de rumba. Que era
imposible subir a un tren sin que todo
el pasaje leyera su época en una
misma lógica y en voz alta. Lógica /
época: “Esta guerra la vamos a ganar,
oé, oé, oé”. Ese discurso colectivo
nacía de una mentalidad, una lectura
de la época que, snif, ya no era la
época. El punto metafórico de aquella
guerra, y del cambio de mentalidad
que produjo, fue una batalla naval
en aguas cubanas, en la que la flota
USA –acero–, se enfrentó durante
escasos minutos a la gran flota española
–madera–. Aquella gran batalla,
aquel choque de mentalidades –la
mentalidad acero, contra la mentalidad
madera – duró poco tiempo. El
que, a presión y temperatura normal,
tarda en descubrirse que el acero es
más fuerte que la madera.
2.LA POSTMADERA
Y EL POSTACERO.
Se puede pensar que establecer la diferencia
entre el acero y la madera es
algo sencillo y que está a huevo. Pero
saber lo que es carbón y madera en
cada época, determina la época. La
prueba es que la UE, hasta hace pocas
semanas, era intelectualizada como
una comunidad que compartía,
es un decir, carbón y acero, ese material
con el que se han hecho –y muy
bien, por cierto– las guerras durante
más de cien años. En el siglo XXI,
¿qué es el carbón, qué es el acero,
qué es la madera? ¿Qué es la guerra?
¿Quiénes son los ejércitos? ¿Quiénes
son las víctimas? ¿Qué está pasando
en la UE, esa cosa rara, que se comporta
como si aquí intercambiáramos
carbón y acero y productos divertidos?
Lo que aquí sigue es un breve
seguimiento de cómo en las 48 horas
posteriores a la última cumbre
europea, se apuntó un cambio de
época profundo. Se apuntó a dibujar
el nuevo acero.
3.BARCOS
DE MADERA.
Las primeras valoraciones de la
cumbre se realizaron desde la política
del sigloXX, esto es, desde el optimismo.
El titular más recurrente –
en toda Europa, salvo en UK– fue
“Europa avanza”. A esa madera se
tiraron los comentaristas políticos
en las primeras horas. En situaciones
normales, sin una duda ante la
época, sin una duda razonable ante
lo que es acero y madera, la cosa se
hubiera quedado aquí durante semanas,
con la sensación de una
Europa work in progress, y un Reino
Unido que se lo perdía por su cabecita
loca. Las puntualizaciones a esa
banda sonora llegaban de fuera del
ámbito europeo. En el editorial de
The New York Times, se planteaba
una guerra por la hegemonía financiera
entre Alemania y Reino Unido.
Ganaba Alemania. Por KO.
A lo largo de la mañana se produjo
una curiosidad asombrosa en el
terruño. Un artículo de Claudi Pérez
en El País planteaba los cambios
que suponía esa victoria alemana.
Se dibujaba un cambio de época, en
el que los Estados tenían muchos
números de no asumir gastos que,
cuando el carbón y el acero, era razonable
suponer en un Estado. En
ese artículo se daban claves para
comprender que un titular canijo
aparecido en la portada del mismo
diario ese mismo día dibujaba más
de lo que se creía el cambio de época.
Dos días después, por cierto y
en lo que tal vez ilustra un cambio
de mentalidad en la prensa –que ya
tiene herramientas para realizar
lecturas más allá de las encorsetadas
por el periodismo patrio de declaraciones–,
en el Público Ana
Flores dibujaba ya un cambio de
época más minucioso. En esa línea
tiraba Página12, una lectura sobre
la cumbre realizada sin complejos,
y desde Argentina, un país que, con
su experiencia en los ‘90, tiene juego
de piernas en la descripción de
colapsos del capitalismo. Página12,
por cierto, es un diario que posiblemente
será muy importante a la hora
de explicar lo que pasa en
Europa. El domingo 11 publicó una
breve entrevista, cargada de veteranía
argentina, a un ejemplo de político
europeo de la nueva época, una
época, en la que, posiblemente, el
capitalismo ya no se dibuja por el
consumo, sino por el pago de deuda.
Y en la que el político ya no
aporta políticas, sino la garantía –
ahora, ante la UE– de que ese pago
se realizará. Conceptos como democracia
están siendo reformulados.
Hay pocas personas que pueden
verbalizar esos cambios. En la
clase política, la sensación es que
aún menos. Creen que la política es
acero. El acero, los barcos victoriosos,
al parecer bombardean la política
y deciden su agenda.
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