Un retrato a cuarenta grados del portavoz del Partido Popular en el Congreso, Rafael Hernando.

Decía Marco Aurelio que la sabiduría es el arte de aceptar aquello que no puede ser cambiado, de cambiar aquello que...Mientras Rafael Hernando hablaba en la sesión de investidura, los calamares se seguían friendo en un aceite barato que inundaba el bar de tapas de extrarradio.
A la hora en la que se dirigía al país sólo quedaban un par de jubilados con la espalda doblada de enderezar este país, un lector del ABC, la cocinera colombiana y los repartidores que iban y que venían.
No sabemos cuántos de ellos votaban al PP porque esta zona urbanísticamente desolada tendía a vararse hacia la izquierda, pero lo que estaba claro es que Hernando les hablaba como a personas que han sufrido "una de las peores crisis de nuestra historia", y como calamares que habían sido rebozados.
Podíamos hablar de la oratoria autoritaria y repelente de Hernando, pero eso sería como admitir que su discurso sobresalió de algún modo y eso sería mentira.
Todos los del bar habían tenido que lidiar con algún Rafael Hernando en su vida y sabían cómo hablaba, porque Rafael Hernando tiene la elocuencia de un comercial cabreado venido a más, alguien que vende productos de mala calidad pero que se cree una fuerza viva del barrio.
La dialéctica de individuos como Hernando fue la herramienta para engañar a jubilados con las preferentes y para llenar el país con hipotecas basura
Alguien que calla las justas quejas de sus clientes con esa verborrea técnica de la economía, "según el FMI seremos la economía que...". Por eso no debemos despreciarla, ya que la dialéctica de individuos como Hernando fue la herramienta para engañar a jubilados con las preferentes y para llenar el país con hipotecas basura.
Tipos como Hernando nos hicieron soñar que éramos ricos. Pero ahora nada de eso importa porque, literalmente, nadie le está escuchando.
Si escucharan, sabrían que de su baja laringe salía un ruido formado por increíbles mejoras económicas, bajadas de impuestos, contratos fijos y detenciones masivas de yihaidistas.
De este modo, la voz de Rafael Hernando representaba lo peor de la política actual, puro ruido blanco que reúne todas las frecuencias del desencanto y la justificación de cuatro años de recortes.
Sólo hubo un momento en el que la parroquia levantó la cabeza, cuando Hernando se transformó en Marco Aurelio y, a la hora de meter caña a Podemos, espetó: "¡¡Tienen las manos manchadas de dólares de regímenes tiranicidas y liberticidas!!".
Para después insinuar el plan de Podemos de tomar la televisión con la colaboración del Ejército. Entonces alguien reaccionó y le dijo al camarero de 60 años: "Eh, niño, pon la radio que éstos aburren", demostrando el callejón sin salida en el que se encuentra la comunicación política: el único modo de llamar la atención es a través del espectáculo político, pero éste es cada vez más irreconciliable con la vida cotidiana.
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