Tras la sesión iniciada ayer y el fracaso del presidente en funciones en la primera votación, echa a andar el reloj de la legislatura. Los partidos nacionalistas se mantienen en su negativa a auxiliar a Rajoy, y el pacto con Ciudadanos se queda en la orilla de los 170 diputados como estaba anunciado.

¿Cuántos diputados pasaron una mala noche? ¿cuántos han estado pensando en otra cosa durante toda una jornada, esperando su momento para apoyar a su partido y marcharse a casa, o al hotel, o al tren? ¿Cuántos son necesarios para marcar las líneas del futuro de su partido? ¿Cuántos serían capaces de cambiar su voto en las próximas 48 horas? Cuestión de cifras, las más evidentes: 350 diputados, la mayoría son 176, Mariano Rajoy ha conseguido sumar 170. Salvo mayúscula sorpresa, las cifras se repetirán el viernes.
Otros 95 le son completamente ajenos, así lo ha entendido el presidente en funciones y por eso no se ha desgastado en el vano esfuerzo de atraerlos. Quedan 85. Los del PSOE. Y como Amy Winehouse esos 85 han entonado el no, no, no.
Poco después de las ocho en punto de la tarde, ha terminado la primera sesión de investidura del candidato Rajoy en el Congreso. Una sesión que ha servido de virtual moción de censura al presidente de la X legislatura. Rajoy ha tratado de cambiar el rostro del periodo 2011-2015 sin modificar las bases de su oferta. Cumplimiento del déficit, regalos a las empresas –en forma de rebajas de las cotizaciones y del complemento salarial garantizado pactado con Ciudadanos– y cierre de la unidad de España.
Este último punto ha definido las grandes líneas del mediodía y la tarde. El PP da por imposibles los votos de Unidos Podemos y sus confluencias y también los 24 votos nacionalistas. Su pacto con Ciudadanos, por supuesto bloquea cualquier posibilidad de referéndum pero que, de regalo, un ataque a la inmersión lingüística en Catalunya. Ese pacto ha incluido cláusulas que el PNV entiende como recentralizadoras, entre ellas el impulso a Consejos Interterritoriales. Por eso, y por un buen número de razones que son sólidas como para durar también después de las elecciones vascas, los jeltzales han votado que no.
Así, descontados por su distancia ideológica –y por la defensa del derecho a decidir que han defendido en el estrado del Congreso– los votos de EH Bildu y ERC, Rajoy no cuenta ni con los cinco de PNV, ni con los de Convèrgencia, pese al tirabuzón que los conservadores catalanes efectuaron para dar la presidencia del Congreso a Ana Pastor.
Catalunya sigue siendo el elefante encima de la mesa del parlamentarismo madrileño. La entrada de Joan Tardà no ha podido ser más incómoda para los partidos constitucionalistas. Bajo el lema "No tenemos miedo", Joan Tardà ha recordado el reto que se ha planteado en el Parlament de Catalunya. El saludo iba dirigido a Rajoy, a su muleta en esta sesión, Albert Rivera, y al Tribunal Constitucional, el lazo con el que el Gobierno en funciones trata de ahogar las distintas fases del Procés catalán iniciado tras las elecciones de hace un año en Catalunya y el acuerdo de enero entre Junts Pel Sí y las CUP.
Si todo sigue su curso, dicen los republicanos catalanes, éste será el último septiembre de los nacionalistas en el Congreso español. "Ustedes han elegido la vía autoritaria", ha denunciado Tardà, para después pedir un referéndum a la escocesa: "ustedes rehúyen la vía democrática". Marian Beitialarrangoitia (EH Bildu) ha incidido en esa vía al colocar al presidente turco Tayip Erdogan y al expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, en la lista de referentes de Rajoy.
Francesc Homs, de Convèrgencia Democrática de Catalunya, más cauteloso, ha puesto en evidencia el principal problema de Rajoy, la ruptura de puentes, que le ha impedido captar más aliados que Ciudadanos, un partido que ya va por tres intentos de investidura fallidas. Homs ha pedido una respuesta receptiva a lo que se plantea desde Catalunya. Un discurso bastante más suave del que se espera del representante de un partido que apuesta por la ruptura. Pero esa es otra historia.
El 'aznariano' discurso de la tarde de ayer, en palabras de Enric Juliana, ha dejado a Mariano Rajoy en la posición de capitán del nacionalismo español. Un bote al que le faltan unos cuantos remeros para volver a salir a flote. Hoy, los 85 tripulantes del grupo que lidera Pedro Sánchez han ratificado que no serán ellos los que le presten su ayuda al presidente en funciones.
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