Que Podemos sea ayuda u obstáculo para el desarrollo de las luchas sociales dependerá de su autocrítica.
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Una vez que ha concluido el largo período de citas electorales en que se sacrificaron tantas cosas por la “urgencia”, se confirma que la vía institucional es mucho más compleja y está cuajada de dificultades y contradicciones que no se preveían. Es éste un momento propicio para reflexionar sin prisa y evaluar los efectos y resultados de las experiencias instituyentes e institucionales que se abrieron tras la emergencia en 2011 de un nuevo ciclo de luchas sociales.
Un hastío que explica en parte ese millón de votos que se fueron a la abstención pero que también alcanza a unos movimientos sociales que pasan por horas bajas, entre otros motivos por que muchas de sus energías y personal más activo se han volcado en las candidaturas municipalistas y en la ardua y espesa construcción de la máquina electoral de Podemos y sus coaliciones.Habrá que reconocer que la actual desilusión tiene mucho que ver precisamente con este proceso de construcción del partido: si bien sigue siendo muy popular el mantra de “programa, programa, programa”, que pone el énfasis en los contenidos de la agenda política que agregan fuerza y potencia, después del 15M cobra protagonismo la cuestión de las formas, la cuestión del continente y por eso el mejor programa político no sirve si al tiempo no va envuelto de democracia de base, de horizontalidad, de cuestionamiento real de la lógica de la delegación y la representación. Pero es que ni siquiera era el mejor programa...
¿Cómo ha ocurrido que la máquina política que hemos construido tras el 15M sea socialdemócrata en lo programático y jerarquizada y jacobina en lo organizativo, justo en las antípodas demócratas radicales y anticapitalistas del 15M? ¿Cómo es posible que se hayan reproducido, no sólo en Podemos, con tanta rapidez todos los tics y herencias de la vieja izquierda autoritaria que se decía querer superar: el culto al liderazgo, la pugna de facciones, el desprecio de la crítica, el centralismo...?
Las respuestas a estas preguntas conciernen no sólo a las gentes que siguen en Podemos, sino también a las que lo dejaron y a las que nunca creyeron en esta vía, pues hay que aprender de los errores y aciertos de un proceso que fue y es colectivo y, aunque apenas queda esperanza de que Podemos pueda volver a ilusionar como lo hizo hasta las inmediaciones de Vistalegre, sí que es relevante saber si va a ser una ayuda o un obstáculo para el desarrollo futuro de las luchas sociales, de eso que llamamos calle, una ayuda-herramienta o un adversario para construir el cambio cultural que siempre precede al cambio de hegemonía, y eso dependerá de cómo se desarrollen sus procesos internos de autocrítica y reconstrucción que se den en torno a su Congreso Extraordinario al final de este año.
Sea como sea ese programa, la redistribución de la riqueza será uno de sus ejes fundamentales, el combate de la brutal desigualdad económica no es sólo una cuestión de justicia social sino también de salvación ambiental, y por ello será uno de los campos más abonados para la lucha colectiva en los años que vienen.
Necesitaremos también que la mucha inteligencia política que anda dispersa por municipios grandes y pequeños de todos los rincones encuentre formas para coordinarse y aumentar su influencia social y política, de modo que se vaya construyendo contrahegemonía y contrapoder de abajo a arriba. En definitiva tendremos que ser más y, sobre todo, mejores si es que aspiramos a salir de la eterna derrota sin final.
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