Fin del ciclo electoral
Un año golpeando al techo de las instituciones

La tensión entre institución y contrapoder, entre el partido y lo social movilizado, se extiende a casi todas las ciudades del cambio.

07/07/16 · 17:16
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Una imagen del encuentro sobre municipalismo, autogobierno y contrapdoer en Málaga.

El gran meme para llegar al gran asalto institucional se empieza a forjar en 2012: romper el techo de cristal que los movimientos sociales encontraban en la consecución de sus demandas. Hasta junio de 2015, esos espacios no habían tenido que afrontar la cuestión del poder desde el poder. “Pensábamos que romperíamos un techo de cristal entrando en las instituciones y nos hemos encontrado un techo de hormigón”, dice Vicky López, de Ganemos Córdoba.

El primer fin de semana de julio, López, entre otras simpatizantes y cargos de las diferentes candidaturas municipalistas, además de activistas de movimientos sociales, ha participado en las primeras jornadas de municipalismo, autogobierno y contrapoder (MAC1),  organizada por la Fundación de los Comunes, el Instituto DM y el Movimiento por la Democracia Málaga. La intención era poner en común las experiencias de formaciones y candidaturas locales ante su participación –ya sea en la oposición o en el gobierno– en los ayuntamientos. La idea: compartir la experiencia –en algunos casos el impacto– del primer “año del cambio” en los municipios.
 
Pablo Lópiz denomina como gobernismo el espacio de conflicto en que se encuentran los gobiernos del cambio: “Generar una imagen de buen gobernante es necesario, debemos mostrarnos efectivos, pero no es suficiente”, dice este activista de Zaragoza en Común. La crítica al gobernismo se extiende a Madrid, donde el concejal Pablo Carmona (Ahora Madrid) lo compara con la privatización de la política: “El gobernismo supone un retroceso de lo caminado hasta ahora. La subordinación del afuera de la institución. La jerarquía de lo legal se ha impuesto sobre cómo organizarse”.

Partidos partidos

Si se habla de organizarse, y más desde el comienzo del ciclo de Podemos, se habla de partido y/o de movimiento. La tensión entre la institución y el contrapoder, entre el partido y lo social organizado y movilizado, se extiende a casi todas las ciudades del cambio. “Es necesario compararse con otros territorios para ver y avanzar”, dice Beatriz García, de la Fundación de los Comunes.       

Parece que el siguiente desafío para el movimiento reside en reforzar ese afuera de la institución

García abre un análisis que resulta ser compartido por los diferentes territorios sobre el abismo que se ha instalado entre la dicotomía partido-movimiento: “Hablamos de partido-movimien­to, sería mucho mejor hablar de movimiento-partido, pero no se termina de dar ni una ni otra opción”. Para ella, “Ahora Madrid no es un partido de nueva generación. No se contó con el poder que le da el sistema jurídico español a la figura del alcalde”, dice en referencia a Manuela Carmena.
 
Vicky López, de Ganemos Córdoba, confirma que los partidos creados para el 24 de mayo no han reforzado la dimensión de movimiento desde la que surgieron: “La gente vuelve a sus espacios de militancia. La estructura se debilita. La lógica de las instituciones nos come y parece que las calles se vacían. Se nos olvidó que queríamos ser instituciones facilitadoras”.
 
Hacer política desde la autonomía y generar espacios de contrapoder no va a ser una tarea fácil, como destaca Carlos Vidania, miembro de Ganemos Madrid. “La autonomía de lo político ha conseguido subordinar al movimiento. Introducir oposición presenta varias dificultades a la hora de establecer alianzas, de seducir a otras, así como por la usurpación del municipalismo por parte de la institución”.  

Por eso, Pablo Carmona, concejal de Ahora Madrid, advierte de que “no se puede entender como un ejercicio de traición el trasladar el debate o las labores de gobierno a la calle”.Una de las estrategias propuestas para la articulación de un contrapoder es aquella vinculada a superar los límites encontrados durante este año ante posibles procesos de remunicipalización de servicios, una vía para equilibrar las relaciones de poder entre empresas y los municipios que apenas se ha explorado en los ayuntamientos del cambio. Como señala Luz Quintero, miembro de la CUP de Valls: “Si queremos articular un proceso de politización con la remunicipalización, tenemos que afrontar la desobediencia a la ley”. Iago Martínez, miembro de Marea Atlántica, profundizaba en el tema de la remunicipalización al señalar que “el municipalismo necesita establecer alianzas a una escala mayor”.  
 

Frente a la tensión establecida entre institución y contrapoder, desde Málaga, Curro Machuca, de la Casa Invisible, y del consejo vecinal distrito centro-trinidad de Málaga Ahora, plantea repensar la complejidad en la que se encuentra el ciclo municipalista desde otras hipótesis: “No es un enfrentamiento de institución versus contrapoder, sino de régimen versus poder constituyente”, afirma Machuca. “Hay miedo disfrazado de cautela y para eso es imprescindible la organización”, afirma este activista malagueño, quien plantea que “el problema reside en superar la imagen de la institución como un espacio neutro, y asumir que es un espacio de y para el conflicto”.

El afuera

Tras un año en las instituciones, parece que el siguiente desafío para el movimiento reside en reforzar y construir ese afuera de la institución, pero el espacio que queda para hacerlo es más reducido y menos diverso. “Hemos perdido el proceso de construcción colectiva”, afirma Carmona, quien considera que en esta etapa se debe “superar la lógica de subordinación de las candidaturas municipalistas a la lógica estatal de construcción de partido”.
Parece que el siguiente desafío para el movimiento reside en reforzar y construir ese afuera de la institución    Reforzar y potenciar espacios de autogobierno y apoyo resulta imprescindible para el cambio, tal y como destaca Curro Machuca: “El reconocimiento de los espacios sociales como agentes necesarios para superar la dicotomía institución movimiento” y “el derecho a la ciudad, a lo urbano no entendido como un espacio de derechos, de meras demandas a articular desde la institución, sino como un espacio de agencia, de proactividad, de intervención para los colectivos, personas y agentes que habitan las ciudades”, una coordinación independiente de cualquier lógica del gobernismo.  
 
También se resalta la necesidad de acercar posturas entre formas organizativas clásicas. Pastora Filigrana, miembro de la Oficina de Derechos Sociales de Sevilla y del Sindicato Andaluz de Trabajadores, recuerda que “la experiencia del Sindicato de Obre­ros del Cam­po (SOC) puede ser interesante para repensar el sindicalismo. En tanto que el SOC se organizaba en torno al territorio, generaba nexo de vinculación sobre temas que van más allá de lo laboral: el agua, caminos, etc.”.
 
Pese a las marchas forzadas del asalto institucional o el encuentro con el techo de hormigón que se produjo hace un año, los movimientos tendrán que generar una estrategia común. Como señala Rafaela Pimentel, miembro de Territorio Doméstico y de la cooperativa Senda de Cuidados, “tenemos que acordarnos de que somos activistas y que, si tomamos una decisión, tomamos un riesgo. Tenemos que apostar, desplegar de nuevo el contagio y arriesgarnos. No podemos esperar. Ya tenemos los diagnósticos, lo hemos hablado, ahora es el momento de empezar a lanzarnos, poner ejemplos y experiencias sobre la mesa. Después tendremos que evaluarlas”. 
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